La Regeneración

OSWALD WIRTH

Los hombres y las instituciones desaparecen, pero la humanidad subsiste con su necesidad de progresar y de cumplir sus destinos. Si el órgano que asegura su marcha adelante llega a faltarle, no puede ella dejar de reemplazarlo, porque la inmovilidad sería contraria a su naturaleza. Por eso Hiram no permanece jamás muerto mucho tiempo.
Desde que cesa de llenar sus funciones, sus verdaderos discípulos se reúnen para llorarlo. Dándose cuenta de toda la extensión del mal que deploran, buscan sus causas y descubren el crimen de los malos Compañeros.
Los iniciados reconocen entonces que todo está perdido… momentáneamente, porque suceda lo que suceda, no se desaniman jamás. “¡Hiram ha muerto bajo la forma imperfecta que había hecho su época, que renazca, pues, mejor armado para el papel que le incumbe!”.
Pero, para hacerlo revivir es preciso recobrar su cadáver, es decir, reconstituir la tradición material. Los simbolistas ponen, pues, manos a la obra: estudian la Iniciación bajo todos sus aspectos, comparan los ritos, los emblemas, los mitos, las religiones y las filosofías, con el fin de discernir lo que es verdaderamente iniciático. Pasan revista en seguida a los antiguos usos de la Franc-Masonería, descartan las superfetaciones parasitarias, las fantasías injustificadas y conciben así el conjunto por reedificar. Esto es lo que se llama viajar en todas las direcciones para descubrir, finalmente, los despojos mortales del Maestro asesinado.
Pero el cadáver no se levanta por sí solo: no responde al llamado hecho a la vitalidad que habría podido conservar y es en vano que se intente galvanizarlo. La antigua vida no lo hará revivir: es preciso infundirle un soplo nuevo puesto al servicio del ideal imperecedero de la iniciación.
Tal es sentido de la cadena de vida regeneradora. Los que la forman no se contentan con contemplar la Tradición muerta reconstituida. Poniendo sus almas en común, combinan en haz sus más altas aspiraciones y sus más fervientes deseos. Desprenden así una fuerza psíquica operante, que reanima el cadáver a medida que lo levantan los vivientes, ligándose a él por los cinco puntos del Compañerismo.
La aproximación de los pies, de las rodillas, de los pechos, de las manos derechas y el gesto simultáneo de la mano izquierda, afirman en este caso la absoluta comunión de los obreros firmemente resueltos a marchar hacia un objeto único (pies), a profesar el mismo culto del trabajo (rodillas), a compartir idénticos sentimientos (pechos), a unir estrechamente sus esfuerzos (manos derechas) y a sostenerse mutuamente (manos izquierdas).
Una vez en pie, con la organización renovada, es decir, funcionando fisiológicamente, falta hacerle tomar conciencia de sí misma. Es preciso que se dé plena cuenta de su razón de ser, de su destino, de su verdadero carácter y de sus medios de acción. Este completo llamado así es el efecto de la Palabra Perdida, recobrada bajo la aspiración de las circunstancias.
La palabra mágica, por otra parte, importa poco en sí misma; pero es bueno que el Hijo sepa que emana de la Putrefacción. ¿No nos agitamos aquí abajo sobre el estiércol del Porvenir, donde todo se disuelve sin cesar, donde todas las formaciones efímeras se derrumban para proveer de materiales a las construcciones vitales perpetuamente renovadas?. Es preciso haber penetrado el secreto de la Muerte transformadora para formarse una idea justa del Nacimiento y de la Vida.

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