Los Grados de Capacidad

OSWALD WIRTH

El prestigio del número tres reside verosímilmente en el hecho de que se impone a toda organización.
Una vez fecundado el óvulo, que se segmenta en células, no tarda en disponer éstas en tres películas, a las cuales se ligará el desenvolvimiento ulterior de todos los órganos del cuerpo. La sociología constata, por su cuenta, una tendencia natural de los hombres en constituir tres grupos primitivos, los mozos, los hombres mayores y los viejos. Este ternario reaparece en seguida en todas las instituciones humanas que implican una iniciación bajo cualquier forma que sea. En todas partes, el iniciable se distingue del iniciado, como éste del iniciador; de ahí las jerarquías de Aprendiz, Compañero y Maestro; de Bachiller, Licenciado y Doctor; de Paje, Escudero y Caballero, etc.
El primer grado se confiere al candidato reconocido como apto para instruirse y desenvolverse para hacerse digno del segundo grado. A éste puede aspirar el obrero cuyo aprendizaje esté terminado tan bien que sepa trabajar y pueda, en lo sucesivo, ejercer convenientemente su oficio o profesión. El tercer grado, en fin, está reservado al artista que posee integralmente su arte después de haberse asimilado todos los secretos de éste, tanto de la práctica como de la teoría.
Por más hábil que sea el obrero, permanece Compañero mientras no haya comprendido todo lo que se refiere a su arte. No pasará a ser Maestro sino cuando sepa razonar la práctica, llegando a justificar racionalmente las reglas a las cuales todo artista está obligado a conformarse. Así esclarecido por sí mismo, el iluminado puede esparcir la luz y esto es enseñar, instruir e iniciar con fruto.
Pero la Maestría no está jamás completa; nadie podría alabarse de haberla alcanzado. El más experimentado de los Compañeros es escogido para dirigir los trabajos y formular la instrucción. Llamado así a llenar las funciones de Maestro, lo hace muy bien, pero no se ilusiona por su carácter efectivo, porque ninguna elección, ninguna ceremonia iniciática, tiene el poder de hacer un Verdadero Maestro.
El ser superior que tiene derecho a este título, es de una extrema rareza entre los hombres, a tal punto que se puede dudar si existe en carne y hueso. Los Rosa-Cruces habían imaginado sabios muertos para todas las ambiciones y sustraídos por este hecho a los desfallecimientos del cuerpo, del alma y del espíritu. Iniciados en todos los secretos de la naturaleza, estos filósofos alcanzarían edades prodigiosas, por haber vivido siglos y por poseer un saber universal. El conde de Saint Germain, en el siglo XVIII, se daba por uno de estos adeptos; pero sus pretensiones caen ante el principio según el cual un verdadero Maestro no trata jamás de deslumbrar a sus contemporáneos. En nuestros días, ciertos teósofos se esfuerzan por hacer creer en los Mahatmas (Grandes Espíritus) que vivirían en retiros inaccesibles de los Himalayas. Estos místicos poseerían poderes extraordinarios, en particular el de transportarse instantáneamente a cualquiera parte a través del espacio. La materia les está sometida y se transforma al agrado de su voluntad.
Tal vez los masones del siglo XVIII tendrían ideas más sanas cuando revelaron al barón de Hund la existencia de Superiores desconocidos. Desgraciadamente el fundador del régimen de la Estricta Observancia no supo penetrar el misterio y se tornó en el juguete de mistificadores. Goethe fue más perspicaz cuando después de haber participado, el 15 de noviembre de 1814 de una Tenida de Maestros particularmente solemne, compuso las estrofas tituladas “Simbolum”.
El poeta reconoce en los viajes del masón la imagen de la vida humana, con sus aspiraciones y sus luchas. El porvenir nos oculta las pruebas que nos esperan, pero vamos hacia ellas con resolución, sin vacilaciones ni terror. Un telón impresionante intercepta, sin embargo, nuestra vida, mientras que en un silencio respetuoso, brillan en lo alto las estrellas y reposan abajo las tumbas. Pero estemos atentos porque en el corazón de los valientes alternarán los estremecimientos de miedo y los sentimientos graves. Del más allá la voz de los espíritus, la de los Maestros, los exhorta a no descuidar nada en la aplicación de las fuerzas del bien.

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