La Tétrada Sagrada

OSWALD WIRTH

Geométricamente Uno encuentra su representación en el punto, Dos en la línea, Tres en la superficie (triángulo) y Cuatro en el sólido, cuya medida es el cubo.
Pero Uno, el punto sin dimensiones, es el generador abstracto de todas las formas imaginables. Es la nada que contiene el todo en potencia, digamos el Creador, el Principio anterior a toda manifestación, el Arcano, el Obrero por excelencia.
Dos, la línea, no es otra cosa que Uno en movimiento, o sea la acción, la irradiación, la expansión o emanación creadora, el Verbo o el Trabajo.
Tres, la superficie, sirve como base donde se precisan las intenciones, donde el ideal se determina y se fija. Es el dominio de la ley necesaria que gobierna toda acción, y que impone a todo Arte sus reglas inevitables.
Cuatro, el sólido, y más especialmente el Cubo, representa la obra realizada, a
través de la cual se nos revela el Arte, el Trabajo y el Obrero o el Artista.
En todo caso es preciso, pues, saber distinguir un cuaternario, cada vez que se le examina desde un punto de vista objetivo, pues el ternario sólo se refiere al dominio de lo abstracto o de lo subjetivo.
Pero el Compañero no debe contentarse ya con concepciones teóricas, está llamado a trabajar y a luchar incesantemente con las dificultades prácticas. En su carácter de incansable trabajador, el Cuatro es su punto de partida, así como el Aprendiz veía en el Tres el número característico de su grado.
Cuatro signos fundamentales se encuentran además, en la base del ideografismo alquimista: son el Círculo, la Cruz, el Triángulo y el Cuadrado.

Estos signos se relacionan con la Unidad, el Binario, el Ternario y el Cuaternario. Se combinan entre sí para constituir una serie de ideogramas, cuyo sentido se descubre por el análisis de sus elementos componentes (Ver a este respecto nuestra obra sobre “El Simbolismo Hermético en sus relaciones con la Alquimia y la Franc-Masonería”).

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