OSWALD WIRTH
El hombre ilustrado o iluminado es capaz de dominar el fuego del cielo y de ejercitar en esta forma el poder soberano que reside en la voluntad. Pero antes de mandar afuera, es necesario reinar adentro, y reinar efectivamente sobre Sí mismo. Es lo que expresa el Compañero cuando se pone al orden. Su gesto lo invita a dominar su propio corazón, o contener toda efervescencia encaminada a una ambición personal y a ahogar todo sentimiento que no sea absolutamente noble y generoso. Es necesario que llegue a no desear nada que no sea justo. No es sino bajo esta condición cómo podrá manifestar deseos que puedan realizarse.
Nuestra voluntad, en efecto, tiene una acción muy restringida, como que ella emana de nuestro capricho individual. Pero, cuando el individuo se compromete a poner su energía volitiva al servicio de una gran causa, adquiere un poder inmenso, que no deberá jamás usar arbitrariamente. La voluntad nos pone en la mano la Palanca poderosa que permitirá levantar el mundo; pero, como el ritual nos lo enseña, este instrumento no debe emplearse jamás sin la Regla.
En el Tarot el Compañero, sabiendo desear, es comparado con un Emperador que reina sobre un cubo de oro, o, en otros términos, sobre la Piedra cúbica, porque para llegar a ser maestro de todas las cosas, le es necesario comenzar por dominarse a sí mismo en forma absoluta. No deseando nada para sí, autorízalo a desear imperiosamente lo que entra en el orden universal de las cosas y no debe aprovecharlo sino para el bien general.
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