OSWALD WIRTH
Lo que acaba de decirse hace resaltar suficientemente que la graduación ternaria está en la naturaleza de las cosas.
Los miembros de cualquier corporación de artes y oficios se dividen necesariamente en Aprendices, Compañeros y Maestros.
¿Quiere esto decir que los tres grados hayan dado siempre lugar a iniciaciones ceremoniales?. Hasta un período reciente, nadie vacilaba en responder afirmativamente, basándose en lo que parece que ha sido práctica desde los orígenes de la F∴ M∴. Pero, estudios históricos activamente seguidos hace treinta años, han venido a cambiar todas las ideas al respecto.
Sabemos, así, que antes de 1730, la M∴ moderna no practicaba sino dos grados, y que los Logias inglesas del siglo XVII parece que no conocieron más que una ceremonia única, que tenía por objeto “hacer masones”.
Los detalles de esta ceremonia están lejos de sernos exactamente conocidos. Ninguna duda hay, sin embargo, sobre los puntos siguientes:
1.- Antes de toda otra formalidad, el recipiendario era despojado minuciosamente de todos los metales que llevaba. Una gran importancia se le daba a este rito, que se cumplía escrupulosamente en una pieza despojada de todo mueble y con las paredes desnudas.
2.-El recipiendario era en parte desnudado, de manera de dejarle al descubierto la tetilla izquierda y la rodilla derecha; además sólo quedaba calzado del pie derecho y el izquierdo con pantufla.
3.- El recipiendario era introducido en Logia con los ojos vendados. Después de haberlo hecho pasear en diversas direcciones, se le enseñaba a avanzar hacia el Oriente con tres pasos misteriosos. Debía entonces doblar la rodilla derecha y colocarla desnuda sobre el suelo, formando una escuadra. Se le colocaba al mismo tiempo en la mano izquierda un compás, una de cuyas puntas debía apoyarse en la tetilla izquierda, mientras su mano derecha estaba extendida sobre la Biblia. En esta postura prestaba el juramento de silencio, a continuación se le acordaba la Luz.
A este ceremonial tan sencillo se agregaba la comunicación de secretos que se reducían a los medios de reconocimiento entre Masones.
En realidad eso no era más que los rudimentos del ritualismo profundamente iniciático de la F∴ M∴ actual. ¿Pero qué más era necesario a una corporación de constructores prácticos cuyas miras no eran muy ambiciosas?. Podían perfectamente contentarse con eso, tanto más que no se trataba sino de perpetuar las costumbres antiguas, consideradas como respetables a titulo de restos de un pasado glorioso.
Bajo el régimen corporativo, no se era Aprendiz M∴ sino en virtud de un contrato especial hecho entre el interesado, sus padres o tutores y el patrón o maestro de aprendizaje. Este, no aceptaba enseñar el oficio a cualquiera. Ponía desde luego a prueba al postulante y sólo después de haberse asegurado de sus disposiciones y aptitudes, lo admitía definitivamente a hacer su aprendizaje de 7 años. Entonces el Maestro hacía inscribir al Aprendiz en los registros de la corporación, lo que en Escocia, le valía el título de “Aprendiz Entrado” (inscrito o matriculado); pero nada sabemos si a esta inscripción se agregaba alguna ceremonia de iniciación.
Semejante solemnidad se ajustaba más al acto realmente importante de la vida corporativa, es decir, a la recepción del obrero instruido entre los Compañeros. Lo que pasa todavía en nuestros días en el ceremonial de Compañero, hace suponer que el antiguo ceremonial destinado a hacer M∴ debía corresponder más bien a nuestro segundo grado actual que al primero.
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