OSWALD WIRTH
La Masonería moderna, respondía a una necesidad sentida en toda la Europa, por los espíritus más nobles. Se esparció con tanta rapidez que parecía un prodigio. Así, cuando más tarde se ha querido remontar hasta su origen, no se pudo escapar a la idea de que, semejante a Minerva que surge armada del cerebro de Júpiter, la concepción masónica ha debido ser ideada por algún pensador genial.
A fin de descubrir el fundador de una tan maravillosa institución, los Masones ingleses del siglo XVII fueron pasados en revista. Se supo así que el 16 de Octubre de 1646, un sabio anticuario adepto al hermetismo y a los conocimientos secretos, en ese entonces en boga, fue recibido Masón en Warrington, pequeña villa del condado de Lancaster. No hubo necesidad de más para erigir a Elías Ashmole, era el nombre del personaje, en héroe de leyendas. Se le atribuyó todo el mérito de la reforma verificada. Según el H.: Ragon, y otros historiadores, sería él, el Rosa-Cruz, que habría impreso un carácter iniciático a los primitivos rituales obreros. Esto no es verdad; la influencia que este aficionado a las ciencias ocultas ejerció sobre la Francmasonería es nula. Desengañado, según parece, por la naturaleza de los “misteños” que le fueron revelados en la iniciación, no reapareció en la Logia sino al cabo de 31 años después, el 11 de Marzo de 1682, por la segunda y última vez de su vida, como lo atestigua su “diario” que jamás dejó de llevar con una escrupulosa minuciosidad.
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