OSWALD WIRTH
La concepción de un ideal (Columna B) permanece estéril mientras falten los medios prácticos para su realización (ColumnaJ). Las aspiraciones generosas de los filósofos, no podían entrar en acción sino bajo la ayuda de una organización positiva. El espíritu o el alma, nada pueden, si no disponen de un cuerpo como instrumento de ejecución.
Allá en la época en que gracias a los rosacruces y a otros místicos una entidad espiritual flotaba en el aire, ansiosa de encarnarse, un organismo propicio vino a ofrecérsele.
No teniendo más razón de ser, las antiguas confraternidades masónicas estaban por todas partes disueltas, salvo en Gran Bretaña y en Irlanda, donde siempre ha reinado un espíritu favorable a la supervivencia de toda tradición antigua y respetable. Por la fuerza de un hábito impregnado en las costumbres, las asociaciones de Masones libres y aceptados, subsistían todavía en el siglo XVII en diversos centros de los tres reinos insulares. Era notoriamente público que los masones libres, se reconocían entre ellos por ciertos signos, que estaban obligados bajo juramento a guardarlos en secreto. Se sabía, igualmente, que en todas las circunstancias de la vida estaban obligados a prestarse ayuda recíproca. Después de su decadencia, bajo el punto de vista del ejercicio del arte de construir, la práctica de la solidaridad vino, en efecto, a ser el objeto esencial de estas confraternidades. Se extendió, entonces, la moda de hacerse aceptar como miembro honorario y las logias masónicas se mostraban tan asequibles a los gentiemen que no manejaban profesionalmente la plan a, que los del oficio se desinteresaban más y más de una institución que no respondía a sus necesidades prácticas. Los Masones aceptados, fueron así, poco a poco tan numerosos como los Masones libres y desde el comienzo del siglo XVIII estaban francamente en mayoría.
Fue en este momento cuando se tomó una resolución de importancia extrema. Esta tuvo por resultado hacer renunciar a las empresas materiales de la antigua masonería profesional llamada operativa, por oposición a la nueva Masonería puramente filosófica llamada especulativa.
Así nació la Masonería Moderna, que tomó de los constructores de la Edad Media un conjunto de formas alegóricas y de signos ingeniosos, de reglas de buena disciplina y tradiciones de fraternal solidaridad, a fin de aplicar ese conjunto a la enseñanza de una arquitectura social, esforzándose en construir el bienestar humano, por el perfeccionamiento intelectual y moral del individuo.
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