OSWALD WIRTH
Primitivamente todo revestía un carácter sagrado; pero el arte de construir estaba más particularmente rodeado de un carácter divino. Los hombres que a él se dedicaban ejercían un sacerdocio. Eran sacerdotes a su manera. Tallando las piedras y arreglándolas para construir los edificios, creían rendir un culto a la divinidad.
Toda construcción útil era santa, destruirla era un sacrilegio, y las más antiguas inscripciones amenazaban con la venganza divina al hombre impío que destruyera o atacara los monumentos.
Los constructores tenían una religión propia, enteramente basada en el arte de construir. El Universo era, a sus ojos, una inmensa cantera de construcción donde cada ser estaba llamado a contribuir con sus esfuerzos a la edificación de un monumento único. Figurábanse un trabajo incesante, que no había comenzado jamás y no debía terminar nunca, pero que construía por todas partes, según las indicaciones de un mismo plan. De ahí viene la idea de La Gran Obra, dedicada a la construcción de un Templo Ideal, cada vez más y más perfecto. De ahí el uso tradicional entre los Masones de Consagrar sus trabajos A∴ L∴ G∴ D∴ G∴ A∴ D∴ U∴.
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