USO DE LA PALABRA

ALDO LAVAGNINI

La Palabra se hace efectiva por medio de su aplicación en oportunas afirmaciones y negaciones entendidas para conducir nuestro ser interno al reconocimiento o percepción de la Verdad que la misma Palabra quiere revelarnos. Muy explícitas y oportunas son sobre este punto las palabras del más grande Iniciado que conocemos: Si perseveráis en mi Palabra (o en la Palabra) conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres.
La Palabra debe, pues, afirmarse y repetirse con fidelidad y perseverancia para que pueda conducirnos a la conciencia de la Verdad que encierra. Entonces esta Verdad se hará efectiva en nuestra vida, convirtiéndose en verdadero poder que nos libertará del error, del mal y de la ilusión.
Además todas nuestras palabras, indistintamente, tienen un poder constructivo o destructivo sobre nuestro ser, nuestro carácter, nuestra vida y nuestras relaciones: las palabras positivas tienen un poder constructivo, las negativas destructivo; las primeras unen y atraen, las segundas desunen y alejan. Es, pues, de importancia esencial que elijamos muy cuidadosamente lo que pensamos y lo que decimos, pues detrás de cada palabra o pensamiento está aquel mismo Poder del Verbo que se halla en el principio de toda cosa: Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que es existiría.
Afirmar el Bien, negar el Mal; afirmar la Verdad, negar el Error; afirmar la Realidad, negar la Ilusión: he aquí en síntesis cómo debe usarse constructivamente la Palabra. Como ejemplo damos una afirmación característica que debe leerse y repetirse individualmente, en íntimo secreto, y a semejanza de la cual muchas otras pueden formularse.
Existe una sola Realidad y un solo Poder en el Universo: Dios, el Principio, la Realidad y el Poder del Bien, Omnipresente y Omnipotente.
En consecuencia, nada hay que temer fuera del mismo temor: como no existe ningún Principio del Mal, éste no tiene realidad y poder verdaderos, y es sólo una imagen ilusoria que debe reconocerse como tal para que desaparezca.
Existe una sola Realidad y un solo Poder en mi conciencia: Dios, el Principio, la Realidad y el Poder del Bien, la Omnipresencia, Omnisciencia y Omnipotencia del Bien.
Por consiguiente, el mal no puede tener sobre mí y sobre mi vida poder alguno, si yo mismo (dándole vida o combatiéndolo) no le reconozco y confiero temporalmente realidad y poder: es un dios falso que se antepone al Verdadero Dios, que es Bien Infinito, una sombra ilusoria que impide que resplandezca la Luz de lo Real.
El Espíritu Divino es en mí, Vida Eterna, Perfección Inmortal, Infinita Paz, Infinita Sabiduría, Infinito Poder, Satisfacción de todo justo deseo, Providencia y Manantial de todo lo que necesito y se manifiesta en mi vida: mis ojos abiertos a la Luz de la Realidad ven doquiera Armonía y Buena Voluntad: el Principio Divino que se expresa en todo ser y en toda cosa.

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