NUESTRA ARQUITECTURA INDIVIDUAL

ALDO LAVAGNINI

La Vida en sí misma (la vida orgánica en sus diferentes manifestaciones) puede y debe considerarse como una inmensa Obra de Construcción, que continuamente se levanta sobre la materia bruta o inerte, con la cooperación de todas las inteligencias, de todos los seres conscientes o inconscientes, cada uno de los cuales busca una expresión apropiada a su naturaleza interior que debe elevarse constantemente, en la misma medida de ésta.

El Universo es una inmensa construcción en la que infinidad de obreros trabajan bajo las órdenes y siguiendo los planes de un mismo Gran Arquitecto.

Nuestra Arquitectura orgánica es una expresión particular de esta Obra Constructora que se manifiesta universalmente, según los mismos principios, en las formas más diferentes de la vida vegetal, animal y humana, en distintas razas u órdenes apropiados para las distintas categorías de seres.

Nuestra arquitectura vital se distingue de la de los animales con los cuales ofrece más puntos de contacto por su posición vertical, que también la acerca a la de los vegetales, pues, como en éstos, el progreso o crecimiento individual procede verticalmente, o sea en sentido opuesto a la fuerza de gravedad de la tierra, por lo que se refiere a la constitución y al crecimiento material; y a la ley de gravedad de los instintos, errores, vicios y pasiones, en cuanto a la constitución moral y al crecimiento espiritual.

Así como las plantas crecen y se elevan en la dirección del cenit, así también nosotros debemos crecer y elevarnos según nuestro cenit espiritual. La plomada es así uno de los utensilios indispensables en la arquitectura individual, pues sin ella, o sea sin un Ideal elevado sobre el cual fijar nuestra mira, la construcción se desplomaría, curvándose hasta la más supina obediencia y pasiva esclavitud a los instintos, pasiones y necesidades materiales que caracterizan a los animales.

A diferencia de éstos, que son como plantas que se han libertado de la inmovilidad vegetal –pues el impulso fundamental de la vida vegetal es hacia el crecimiento y la expansión, mientras en los animales se les añade la doble capacidad de sentir y moverse- para dirigirse horizontalmente llevando hacia adelante la cabeza que corresponde a las “raíces” vegetales, el hombre ha vuelto nuevamente a la línea vertical, pero como una planta invertida, elevando hacia arriba la raíz que, como centro unificador y director de la existencia individual, se ha transformado en “cabeza”.

Y así como la planta tiene que sostener constantemente el esfuerzo de su crecimiento por una continua producción interior de nuevos estratos concéntricos y la paralela extensión de sus ramas en suficiente amplitud, así también nuestro crecimiento individual se hace efectivo en la medida en que llegamos a realizar nuestros ideales y manifestarlos en la vida, por medio de la más fecunda actividad de todas nuestras facultades productivas.

De esta manera, por sus propios esfuerzos activos nuestra construcción orgánica y moral crece y alcanza la suficiente amplitud, que le permite elevarse alcanzando el nivel que corresponde a la efectividad de dichos esfuerzos.

Nuestra Arquitectura Individual es, pues, una construcción compleja que se ejerce igualmente en el campo de la materia orgánica, en donde tiene su pedestal y en la estructura interior en donde tiene su fuste para elevarse hacia el cielo que constituye el cenit de todos los esfuerzos y aspiraciones: crecemos en la medida de la elevación de éstas y de la efectividad de aquellos, cooperando con la naturaleza exterior y con las Leyes de nuestra estructura orgánica y espiritual para que el Templo que levantamos diariamente sea digna y perfecta expresión del Espíritu que en nosotros mora para hacer manifiesta su Gloria.

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