LOS INSTRUMENTOS DE LA CONSTRUCCIÓN

ALDO LAVAGNINI

Para toda construcción se necesitan instrumentos adecuados. Sin embargo, dado el carácter especial de nuestra arquitectura individual, dichos instrumentos han de buscarse, como se nos enseña, en lo interior de la misma.

Efectivamente, las columnas de bronce que caracterizan el grado de Compañero, están huecas para contener los instrumentos de la construcción y guardarlos junto con el salario que constituye la recompensa de sus esfuerzos. Por lo tanto, tampoco la recompensa o salario debe buscarse en un resultado exterior, sino más bien en aquel crecimiento interior, a raíz del cual el resultado exterior tiene que madurar inevitablemente, como el fruto en la rama cuando llegue la estación oportuna.

Estos instrumentos son los mismos que adquirió el Compañero, el conocimiento y el uso, en el curso de sus viajes, instrumentos mentales y espirituales que sólo pueden encontrarse y desarrollarse en el hueco de su columna individual. Al martillo, el cincel, la regla, la palanca, el compás y la escuadra se suele agregar la plomada y el nivel, de los cuales ya hemos aprendido la simbólica función, y además una llana, una espada, una plancha para trazar y una cuerda con nudos. Un total de doce instrumentos o facultades cuidadosamente guardados en el interior de las columnas, como el verdadero tesoro individual del Obrero.

La llana es el instrumento constructor que el cumplido obrero tendrá constantemente en su mano derecha, con el objeto de fijar o establecer en su lugar definitivo, por medio de cemento o argamasa, las piedras elegidas y oportunamente elaboradas para la construcción, después de haberse asegurado (con el auxilio de la plomada y del nivel) que su disposición sea justa y perfecta. Representa, por lo tanto, el espíritu de unión y solidaridad y aquella benevolencia iluminada, con los cuales tenemos que fijar las piedras del simbólico edificio que levantamos por medio de nuestros esfuerzos individuales y colectivos.
Espíritu que se hace tanto más necesario cuanto menos perfectas son las piedras o materiales con los que tenemos que contar para la construcción.

En cuanto a la espada, se trata del arma de vigilancia por cuyo medio el Iniciado tiene que defenderse de toda intrusión violenta del mundo profano en los augustos trabajos de la Orden. Este instrumento debe tenerse con la mano izquierda, por hallarse la derecha ocupada constantemente con la llana en la labor activa de la construcción; además, la mano izquierda simboliza la facultad pasiva del pensamiento, con la cual únicamente puede relacionarse el uso masónico de un arma que podría aparecer fuera de su lugar en una Institución eminentemente pacífica como la Masonería.

También la espada es para el masón una facultad, indicando su discernimiento, o sea la capacidad de penetrar dentro de las apariencias y reconocer la Realidad, el corazón y la naturaleza más íntima y profunda de todas las cosas. Es el pensamiento iluminado y el Poder de la Verdad, con el que se vence, se destruye y se disuelve la ilusión en cada uno de sus aspectos; es el místico instrumento que le ha sido dado en su quinto viaje, mientras contemplaba la Estrella de la Individualidad, delante del cual todo fantasma y toda sombra desaparecen como por encanto.

La plancha para trazar es un utensilio en cuyo uso se revela el Maestro, y con el cual traza los planes de la Construcción. Sin embargo, el Compañero debe conocerlo y adiestrarse en el uso que le corresponde, pues sólo así se hará capaz de interpretar esos planes y cooperar con inteligencia a su realización; aunque sin llegar a dominarla completamente, debe ejercitarse en los principios de aquella Geometría que explica la génesis individual y universal, desarrollando el Genio iniciático que conduce a la sublimidad de la Gnosis. Y esto no puede hacerse sin la plancha simbólica que, por su naturaleza delicada, debe guardar con especial cuidado en el tesoro de sus instrumentos o potencialidades latentes.

Finalmente, la cuerda con nudos tiene, como el círculo mágico, la doble función de aislar a los Iniciados de las influencias profanas y de estrechar más íntimamente el lazo de unión invisible exteriormente que los une en lo interior, por medio de sus mismos ideales y aspiraciones. Perfectamente tensa, sirve además a los masones para asegurar la rectitud de las paredes de su simbólica construcción.

Pero en su significado más verdadero y profundo, representa nuestra propia conciencia interior, o sea la capacidad de relacionar todas las imágenes y concepciones mentales, las ideas interiores y las percepciones exteriores, el mundo de los sentidos con el dominio de la Suprema Realidad, nuestra propia personalidad con la Individualidad que en la misma se expresa, lo que permanece eternamente con lo que constantemente aparece.

Es algo así como el "hilo de Ariadna" de la Intuición que nos da el sentido de la Unidad, nos pone en armonía con el Plan, Divino, y nos permite dirigir justamente todos nuestros pasos en el laberinto de la vida, haciendo al mismo tiempo armónica y feliz la construcción de la existencia.

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