MASONERÍA OPERATIVA Y ESPECULATIVA

ALDO LAVAGNINI

Es evidente, pues, que el elemento espiritual (especulativo o devocional) y el material (operativo o constructivo) se hallan íntimamente unidos desde el momento en que primero se concibió y se realizó la idea de un Templo, como signo exterior de un reconocimiento interior, y que la Masonería surgió espontáneamente de esta idea de levantar o establecer un signo a la Gloria del Principio o Realidad interiormente reconocidos, pues si los masones en el sentido material fueron “constructores” en general, siempre han sido más particularmente los que han elevado Templos para el espíritu.
Teniendo presentes estas consideraciones, no hay nada de sorprendente en la transformación de la masonería operativa en especulativa, es decir, de cómo una Institución Moral y Filosófica haya podido desarrollarse sobre un arte material, tomando el lugar de las corporaciones medievales y continuándolas.
Ambos elementos –operativo y especulativo- estuvieron juntos desde un principio, y ello se evidencia en el desarrollo cíclico que hace prevalecer, según los momentos históricos y las necesidades de una época, una u otra tendencia, uno u otro de estos dos aspectos de nuestra Institución, tan inseparables como las dos columnas que dan acceso a nuestros Templos.
Además de que constituye el sello de su origen, la construcción en general –y la de un templo en particular- se ha prestado siempre y se presta admirablemente como símbolo interpretativo de la actividad de la Naturaleza, pudiéndose considerar el Universo como una Gran Obra, como un Templo y al mismo tiempo un Taller de Construcción, dirigida, inspirada y actualizada por un Principio Geométrico, cuyas diferentes manifestaciones son las leyes naturales que lo gobiernan y las fuerzas que, según estas leyes, producen diferentes efectos visibles.
Esta Obra de Construcción puede el hombre observarla en sí mismo, en su propio organismo físico (muchas veces parangonado con un templo), así como en su íntima organización espiritual, en el mundo interior de sus ideas, pensamientos, emociones y deseos. Todo hombre viene a ser así un microcosmo o “pequeño universo” y un Templo (análogo al Gran Templo del Universo que constituye el Macrocosmo), individualmente levantado “a la Gloria” del Principio Divino o espiritual que lo anima.
A esta Obra universal que se desarrolla igualmente dentro y fuera de nosotros, en la cual todo ser participa por lo general inconscientemente con su propia vida y actividad, el Masón –o sea el iniciado en los Misterios de la Construcción- tiene el privilegio y el deber de cooperar conscientemente, convirtiéndose en obrero inteligente y disciplinado del Gran Plan que constituye la evolución.
Así pues, el Ars Structoria es, para quienes saben interpretarla y realizarla, la verdadera Ciencia y Arte Real de la Vida, el divino privilegio de los iniciados que la practican especulativa y operativamente; dos aspectos íntimamente unidos e inseparables, aunque puedan manifestarse en diferentes formas, según la evolución particular del individuo. Y no hay altura o elevación del pensamiento o del plano de conciencia individual que no pueda ser interpretado, o al cual no puedan útilmente aplicarse las alegorías, los emblemas y los instrumentos simbólicos de la Construcción.

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