LAS CORPORACIONES CONSTRUCTORAS

ALDO LAVAGNINI

Ninguna actividad, arte u obra importante puede ser el resultado de los esfuerzos y de la experiencia de un individuo aislado. Por consecuencia, los primeros constructores debieron necesariamente
agruparse, sea para el aprendizaje y el perfeccionamiento (en los que se aprovecha la experiencia de los demás), como para el ejercicio y la práctica ordinaria del Arte, agregándose cada cual a otros miembros como ayudantes o aprendices, quienes debían cooperar en las más rudas tareas sin conocer todavía los principios y secretos que se adquieren con el tiempo, el esfuerzo y la aplicación.
La división en Aprendices, Compañeros y Maestros hubo de ser espontánea en cualquier agrupación de obreros para un intento constructivo, debiéndose distinguir los manuales y novicios, que no podían poner más que su fuerza, su buena voluntad y sus facultades todavía indisciplinadas, de los obreros que ya conocían los principios del arte, cuya actividad podía ser utilizada más provechosamente, y éstos de los obreros consumados o perfectos que ya lo dominaban y estaban capacitados para ejecutar cualquier obra, así como para dirigir y enseñar a los demás.
Como la unidad de una tarea requiere siempre una correspondiente unidad de concepto y de dirección, es claro también que estas tres categorías tuvieron que estar fielmente disciplinadas (en el doble sentido intelectual y moral de la palabra disciplina, es decir, tanto en la teoría como en la práctica) bajo una Autoridad reconocida como tal, por su experiencia y conocimientos superiores, elegida o propuesta sobre ellos, el Magíster por excelencia, o Arquitecto, a cuya iniciativa y directa responsabilidad se encomendaba evidentemente la obra, un Maestro Venerable entre los Maestros del Arte, al cual todos los demás debían respeto y obediencia.
Así toda corporación constructora o agrupación de obreros para un fin determinado debió constituirse espontáneamente a semejanza de nuestras Logias, necesitándose, además del Maestro Arquitecto, director de la Obra, uno o dos Vigilantes que lo ayudaran y pudieran sustituirlo en caso de necesidad, y otros miembros que tuvieran cargos y atribuciones especiales, distintos de los demás.
La primera logia fue constituida, consecuentemente, por el primer grupo de constructores que juntaron disciplinadamente sus esfuerzos para alguna obra importante, o para la realización de un Ideal común. Y como las reglas morales son necesarias para el orden, la disciplina y la eficiencia en toda actividad material, es evidente que éstas debieron ser inseparables de las normas y reglas propias del Arte. El conjunto de estas normas y reglas, que constituían una necesaria disciplina para los que se admitían para tomar parte en la Obra, o como miembros de la corporación, formó la característica de la Orden, pues sin ella no hubiera podido haber ningún orden verdadero y la aceptación de esta disciplina debió naturalmente exigirse como condición preliminar para ser admitido en la Orden.

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