LOS CINCO ORDENES DE ARQUITECTURA

ALDO LAVAGNINI

Los cinco órdenes de arquitectura estudiados por los antiguos constructores, caracterizados por sus columnas, según aparecen en la ilustración, pueden servir como una representación material de los cinco estados de la inteligencia, de los que acabamos de hablar.

Estas columnas se distinguen principalmente por los capiteles, o sea por su capacidad sostenedora del edificio mental que las corona, en la que se demuestra una constante evolución, hasta un límite que no puede superarse sin destruir las Leyes o reglas de la Armonía y de la Belleza.

El Toscano y el Dórico –los dos más sólidos y sencillos- muestran la Inteligencia rudimentaria basada sobre las percepciones y la memoria de las mismas, que el hombre tiene en común con los animales. El Jónico indica los conceptos concretos elaborados sobre los primeros, el Corintio y el Compuesto las ideas generales y abstractas que provienen de las ideas más particulares y concretas, expresando respectivamente la imaginación, el juicio y la comprensión.

En cuanto al edificio simbólico, construido por los esfuerzos de la Inteligencia Individual, su forma afecta más bien la imagen de la Pirámide de la cual ya hemos hablado, que apoya su base tetragonal sobre la observación del mundo fenoménico, y desde el estudio de los hechos, por medio de los cuales llega a formarse sus conceptos, pasa a inferir y reconocer las Leyes que los gobiernan, y por éstas los Principios fundamentales y primordiales, representados por las ciencias matemáticas, es decir, en la comprensión de la Realidad Trascendente simbolizada en el punto que constituye el vértice de la Pirámide, el Oriente y el Origen primero de toda Verdad, como de toda Realidad.

Pasamos así desde el dominio de las ciencias naturales, que constituyen la parte inferior de la Pirámide de la Gnosis, al de las ciencias físicas y matemáticas que informan su parte media, y de éstas a las ciencias metafísicas por medio de las cuales se construye su parte superior, y sin las cuales quedaría truncada como la Torre de Babel, ejemplo típico de toda construcción que no se halla dirigida por la Sabiduría que proviene del conocimiento de las Causas y del discernimiento de lo Real.

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