ALDO LAVAGNINI
Esta digresión sobre uno de los puntos fundamentales de la Masonería nos ha parecido necesaria para mostrar el carácter iniciático, ecléctico y universal de la Orden en sus mismos conceptos y símbolos en apariencia más vulgares, pero que encierran en sí un propósito y una profunda doctrina.
Volviendo a nuestro tema de los orígenes masónicos, nos queda por trazar sumariamente la historia de las corporaciones constructoras desde las primeras civilizaciones hasta nuestros días.
Las huellas de las antiguas corporaciones constructoras se encuentran en todos los pueblos que nos dejaron alguna noticia de su experiencia. Entre los más antiguos e importantes monumentos que nos quedan de antiguas civilizaciones, debemos poner en primera línea las pirámides de Egipto. Al principio se consideraron como tumbas magníficas de los reyes, pero un estudio más atento ha revelado que se trata más bien de monumentos simbólicos, en los cuales y cerca de los cuales con toda probabilidad se desarrollaban ritos y ceremonias iniciáticas.
Esto parece particularmente cierto con respecto a la Gran Pirámide, cuyas medidas y proporciones calculadas escrupulosamente han revelado en sus arquitectos conocimientos geográficos, astronómicos y matemáticos no menos exactos que los que se consideran exclusiva conquista de nuestros tiempos. Es suficiente decir que la unidad de medida de esta pirámide, el codo sagrado (que puede identificarse con la regla masónica de 24 pulgadas) es exactamente la diezmillonésima parte del radio terrestre polar –una medida más justa y más exactamente determinada que el metro, base de nuestro sistema-. Su perímetro revela un conocimiento perfecto de la duración del año; su altura, la exacta distancia de la Tierra al Sol, y el paralelo y el meridiano que se cruzan en su base constituyen el paralelo y meridiano ideales, dado que atraviesan el mayor número de tierras. Por otro lado, la precisión con la cual están cortados y dispuestos los enormes bloques de piedra de que se componen, daría mucho que pensar a un ingeniero moderno que quisiera imitar estas obras.
A pesar de que el Egipto ha sido siempre considerado como la tierra clásica de la esclavitud, ya que realmente, en épocas posteriores, los obreros, dirigidos por los sacerdotes, no tenían ninguna libertad o iniciativa, es muy difícil pensar que una obra como la Gran Pirámide –obra característicamente masónica- hay podido ser otra cosa que la Obra Maestra de la más sabia y celebrada corporación constructora de todos los tiempos. Además, es posible que nuestra Era Masónica (que empieza en el año 4000 a.C., y que nos viene desde antiguas tradiciones) date precisamente de la construcción de la Gran Pirámide, que algunos, sin embargo, hacen más reciente, y otros mucho más antigua.
Otra importante construcción de la antigüedad (además de los templos, cuyas trazas se encuentran dondequiera) parece haber sido la Torre de Babel, de bíblica memoria, diferenciándose esta construcción de la precedente por el empleo de ladrillos en lugar de piedras cortadas y de otra materia en lugar de cal. El mito de la confusión de las lenguas antes de que se acabase la obra, y de la consecuente dispersión de las corporaciones de constructores que se habían reunido para ejecutarla, da mucho que pensar al estudiante de las tradiciones antiguas.
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