LA MASONERIA EN FRANCIA

ALDO LAVAGNINI

Después de Inglaterra ha sido Francia el primer país en el cual hincó sus raíces la Masonería Moderna. Logias masónicas aisladas fundadas por ingleses, parecen haber existido en este país desde antes de 1700; pero de esto no se tiene la seguridad histórica.

Las primeras cuatro Logias parisienses, sobre las que se hallan noticias ciertas, se reunieron en 1736, estando presentes cerca de 60 miembros, y procediéndose por primera vez a la elección de un Gran Maestre en la persona de Charles Radcliff, conde de Derwentwater, fundador que fue de la primera Logia en la hospedería Au Louis d'Argent. Debiendo éste abandonar el país, fue elegido en 1783, en una segunda asamblea, como Gran Maestre ad vitam, Louis de Pardaillon, duque de Antin, quien aceptó el cargo, a pesar de que el Rey Luis XV hubiera amenazado con la Bastilla al francés que la aceptara.

Empiezan en esta época las primeras graves hostilidades en contra de la Masonería, tanto de carácter político como religioso. Las primeras sospechas nacieron cuando ésta ya no se limitaba a reunir entre sí a elementos extranjeros, sino que admitía igual-mente a miembros de la nobleza y ciudadanos ordinarios, fraternizando mutuamente con toda apariencia de conspiración. Entonces las Logias fueron vigiladas y se llegó hasta a suspenderlas, aprehendiendo a los Masones y a los que los hospedaban; sin embargo, todo esto no obstaculizó su proceso, y las Logias siguieron reuniéndose, aumentándose las precauciones y hasta el trance a que se exponían hizo más atractivo el pertenecer a ellas.

Tampoco impidieron su progreso la bula de Clemente XII y los medios que se usaron para difamar a la Masonería y ponerla en ridículo, como ya se había hecho en Inglaterra; cuando en 1743 murió prematuramente el duque de Antin, había en Francia más de 200 Logias, 22 de las cuales actuaban en París.

Se remonta a esta época, y precisamente al 21 de marzo de 1737, el famoso discurso de Andrés Miguel Ramsay, Gran Orador de la Orden, pronunciado durante una recepción, y que tanta importancia tuvo después por sus múltiples repercusiones, las que ocasionaron por un lado la concepción y creación de aquella famosa obra que fue la Enciclopedia, y por el otro movimiento conocido con el nombre de Maestros Escoceses, que empezaron por juntar un cuarto grado privilegiado (esto también había sido hecho por la Gran Logia disidente fundada en Inglaterra en 1751, con el nombre de Real Arco), que después se multiplicó en una serie de grados suplementarios que querían reproducir las antiguas Ordenes caballerescas, creciendo hasta los 33 grados actuales del Rito Escocés Antiguo y Aceptado4.

Esta última novedad no fue al principio muy bien acogida, y un artículo de las Ordenanzas Generales de la "Gran Logia Inglesa de Francia" (como así se llamaba entonces) no reconocía a los Maestros Escoceses derecho o privilegio por encima de los tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro. Sin embargo, doce años más tarde, repudiándose el nombre de Gran Logia Inglesa por el simple de "Gran Logia de Francia", y revisándose los Estatutos, se reconoció a los Maestros Escoceses, igual que a los Maestros de Logias, el privilegio de permanecer cubiertos en las tenidas, así como el derecho de inspeccionar las Logias restableciendo el orden cuando fuera necesario.


El Conde de Clermont, que en 1743 había sido elegido en substitución del duque de Antin, no tomó seriamente el cargo aceptado, y hasta transcurridos los primeros cuatro años no se atrevió a ostentar el título de Gran Maestre. Para esquivar su responsabilidad eligió al principio un substituto que no fue más activo que él, y después a un intrigante maestro de baile que levantó vehementes protestas, rehusando la mayoría de los componentes de la Gran Logia a reunirse bajo su presidencia. A pesar de haber sido, en 1762, revocado de su cargo y substituido por el Diputado Gran Maestre y no obstante la buena voluntad de éste, no se pudo evitar la anarquía, que llevó a las Logias a la autonomía más completa, disolviéndose prácticamente la Gran Logia; ésta, por mandato del rey, quedó en suspenso en 1767, cuatro años antes de la muerte del conde de Clermont.

En esta ocasión fue nuevamente convocada, siendo elegido Gran Maestre el duque de Chartres. Y como desde un principio no se hacían demasiadas ilusiones los masones franceses sobre sus funciones esencialmente honoríficas, se nombró también, como Administrador General, al duque de Luxemburgo, destinado a substituirlo efectivamente.

El duque de Luxemburgo, que tenía entonces 33 años, tomó con mucho celo y ardor su cargo, elaborando un plan completo de reorganización, convocando en Asamblea, para aprobarlo, a los representantes de todas las Logias de Francia. Quedó así consti-tuida la Gran Logia Nacional, siendo representadas permanentemente en la misma, por medio de diputados, todas las Logias, junto a la autoridad central directiva que tomó el nombre de Gran Oriente de Francia. También se puso fin al privilegio de los Maestros de Logias, que se consideraban hasta entonces vitalicios, estipulándose que todos los talleres eligieran anualmente a sus oficiales.

Como no todas las Logias reconocieron estas reformas, se formó también, en oposición con el Gran Oriente, la Gran Logia de Clermont, que reconocía igualmente como Gran Maestre al Duque de Chartres.

También tuvieron existencia en Francia, en esta época, varios ritos y órdenes más o menos relacionados con la Masonería, entre los cuales el rito de los Elegidos Cohenes5 fundado por Martínez de Pasqualis, que tuvo entre sus adeptos al celebrado Louis Claude de Saint Martin llamado el Filósofo Desconocido. Igualmente debe ser notado el rito de Menfis-Misraim o Masonería Egipcia fundado por José Bálsamo, más conocido con el nombre de Conde de Cagliostro; que admitía a la mujer y comprendía 96 grados.

Varias asociaciones destinadas para dar a la mujer participación en los trabajos masónicos fueron creadas cerca de la mitad del siglo XVIII; y en 1774 la Masonería acordó oficialmente reconocer a la Masonería de Adopción, con un rito especialmente elaborado para la mujer, constituyéndose entonces muchas Logias femeninas.

Desde el 1773 al 1789 tomó la Masonería en Francia un impulso formidable, pasando de 600 el número de las Logias, sin contar cerca de 70 Logias regimentales.

Se hicieron iniciar en ella los hombres más conocidos de la época, entre ellos Voltaire, a la edad de ochenta años, que fue recibido en 1778, presentado por Franklin y Court de Gebelin, siendo la asamblea presidida por el célebre astrónomo Lalande.

Con la Revolución la Masonería suspendió en Francia sus actividades. Se le atribuye erróneamente haber tomado en ésta una participación directa, si bien es cierto que la tuvo en la revolución intelectual que la precedió, con la afirmación del trinomio libertad-igualdad-fraternidad que, interpretado profanamente, pudo haber sido causa indirecta de muchos excesos. Pero un conocimiento más profundo de la verdadera esencia de la Institución, y de cómo deba realmente interpretarse ese trinomio, pone a ésta por encima de toda efectiva responsabilidad en aquel cataclismo, del que fue también una de las víctimas.

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