LA GRAN OBRA

ALDO LAVAGNINI

El Plan del Gran Arquitecto está entendido para la realización de una Gran Obra. Esta tiene dos aspectos: individual y universal, a los cuales el masón está igualmente llamado a cooperar con sus esfuerzos y actividad.
Ya hemos visto que la autodisciplina es el medio por el cual el aprendiz se prepara para llegar a comprender y realizar las fases más elevadas de la Gran Obra de Redención y Regeneración Individual, a raíz de la cual el hombre se transformará en un ser que estará en un nivel superior al de la humanidad, en un verdadero sabio o Maestro, en un superhombre.
Pero sus esfuerzos no deben dirigirse exclusivamente hacia lo interior, sino que en lo profundo del alma el masón buscará la Luz que guía y alumbra la conciencia, y es al mismo tiempo inspiración para su actividad exterior, con la que tiene el privilegio de cooperar en el Plan del Gran Arquitecto, en la Gran Obra para el bien y el progreso del mundo y de sus semejantes.
Por modesta que sea la actividad, tarea o trabajo que a cada masón le compete en la vida profana, cesa de ser una carga y se convierte así en una actividad noble y digna en cuanto lo considera como realmente es, es decir, como su parte en el gran Plan para la evolución de todos los seres, como su cooperación individual y consciente a la Gran Obra Universal.
No hay, de esta manera, trabajo humilde que no se halle ennoblecido y dignificado. Por otro lado, no hay dificultad o problema superior a nuestras fuerzas que no nos sea dado resolver, cuando nos demos cuenta de que el Plan del Gran Arquitecto es y tiene que ser perfecto en todos sus detalles, ninguno de los cuales puede haber olvidado la Inteligencia suprema, que además se halla constantemente con nosotros y al alcance de nuestra inspiración para guiarnos e iluminarnos.
La dignificación del trabajo como de toda actividad hecha con la debida disposición de espíritu, es decir, con la mejor inteligencia y buena voluntad de que uno dispone, como cooperación a una Gran Obra Universal, dirigida por la Inteligencia Suprema o Gran Arquitecto del Universo, es sin duda uno de los méritos más grandes de la Masonería. Ningún ser humano, cualesquiera que sean sus condiciones y su posición social, tiene el derecho a vivir ocioso, sino que cada cual debe esforzarse en trabajar constructivamente en servicio, utilidad o beneficio de sus semejantes. Y debe dedicarse a lo que sabe y puede hacer mejor, y al par que sea útil y provechoso al máximo.
La actividad de cada hombre ha de ser pura y simplemente expresión de aquella parte del Plan del Gran Arquitecto que particularmente se le refiere. Esto es, la expresión de su Ideal más elevado de actividad, en relación con sus capacidades actuales, y la que mejor exprese las cualidades, facultades y potencialidades latentes de su ser, que eleve su espíritu y lo haga progresar constantemente.
Por esta razón las profesiones deshonrosas y las que especulan sobre la desgracia de los demás, como las de verdugo, carnicero, usurero, espía, mantenedor de prostíbulos, etc., son indignas de la calidad de masón, mientras las nobles profesiones materiales, por humildes que sean (no olvidando que de una de ellas la Masonería tiene su origen y simbolismo), siempre dignifican su categoría masónica.
En fin, cualquiera que sea su actividad u oficio, el masón deber obrar constantemente en perfecto acuerdo con sus Principios y su Ideal más elevado, anteponiendo las razones y consideraciones espirituales a las materiales, absteniéndose de cuanto no apruebe su conciencia y de lo que no crea perfectamente justo, recto y digno de su cualidad de masón. Pero poniendo cuidado al mismo tiempo de que un juicio superficial no le haga despreciar y considerar como indigno aquello que, en realidad, aporta en su lugar un real beneficio y constituye una actividad útil o necesaria.

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