LA "GRAN LOGIA" DE LONDRES

ALDO LAVAGNINI

Así fue como en 1717, los escasos miembros que todavía quedaban de cuatro Logias londinenses, que tenían sus lugares de cita (según se acostumbraba entonces), en cuatro distintas hospederías, decidieron celebrar juntamente en la hospedería del Manzano su reunión anual del 24 de Junio (día de San Juan Bautista). En esta reunión, que después se hizo por esta razón histórica sin que sus participantes pudieran darse la menor cuenta de ello, tratando de buscar un remedio para sus condiciones que en los últimos tiempos se habían ido haciendo siempre menos prósperas, los presentes decidieron juntarse en la que después (en 1738) se nos dice llamaran una Gran Logia, eligiendo para presidirla oficiales especiales, que debían de promover su prosperidad.

Estos fueron Antonio Sayer, hombre oscuro y de modesta condición, enteramente extraño al oficio de albañil, que fue nombrado Gran Maestre, y Jacob Lamball carpintero y José Elliot capitano, quienes fueron elegidos Grandes Vigilantes1.

Dado que estas Logias no eran las únicas entonces existentes (algunas de las otras, como la de Preston han llegado hasta nuestros días) no hay duda de que de ninguna manera podía tratarse entonces de elegir a un "Gran Maestre de los Masones", para lo cual no tenían autoridad, sino sólo de esas cuatro Logias, no pudiéndose ni siquiera asegurar si es que tal título fuera efectivamente usado en esa ocasión, aunque puede muy bien haberlo sido, con esa atribución restringida. No fue, sin embargo, sino después, y por mérito de hombres que, bajo diversas circunstancias fueron atraídos a esa "Gran Logia", que las denominaciones de Gran Maestre y Gran Logia adquirieron real significado e importancia.

El desarrollo futuro de nuestra Institución, desde esa modesta reunión, no estaba de ninguna manera implicado en la misma, y sólo se debe a la Fuerza Espiritual que aprovechó y vivificó a esa pequeña y modesta agrupación de la cual ha brotado un movimiento que se ha extendido sobre toda la superficie de la tierra. Siempre son, pues, las Ideas, las que obran en el mundo, por encima de los individuos que se hacen sus medios, vehículos e instrumentos; y a la fuerza de las ideas que animan e inspiran a los hombres, se debe todo progreso y toda obra o institución de alguna importancia, por detrás de los que aparecen exteriormente como sus fundadores y exponentes.

En lo que particularmente se refiere a la Masonería, no hay duda que sus orígenes más verdaderos, más bien que en esos hombres de buena voluntad y de mediocre inteligencia que únicamente se preocuparon de salvar a sus Logias de la decadencia que las amenazaba, por medio de la unión de las mismas, hay que buscarlos en la Idea Espiritual central que oculta en su seno, corno el verdadero secreto masónico, así como de las demás ideas relacionadas con aquélla, de las que se ha hecho, en diferentes momentos y circunstancias, exponente.

A esta Idea Central, aun oculta y secreta para la mayoría de bus adeptos, también le debemos el conjunto de tradiciones, alegorías, símbolos y misterios, que se ha venido apropiando, y en parte creando y modificando, para embellecer y dar mayor lustre a sus trabajos, cuyos orígenes, como los de sus ceremonias, son antiquísimos, habiéndonos sido transmitidos a través de las diferentes civilizaciones que se han desarrollado sucesivamente sobre nuestro planeta. Desde este punto de vista está perfectamente justificado el empeño de los primeros historiadores masónicos, empezando con Anderson, y de los que hicieron o adaptaron sus rituales, para relacionar nuestra Institución con todos los movimientos espirituales y tradiciones místicas iniciáticas de la antigüedad, según también hemos tratado de hacerlo en el Manual del Aprendiz.

Pues si es cierto que la Masonería Moderna tiene su iniciación en esa fortuita agrupación de cuatro Logias que, juntándose, pudieron salvarse de la disolución a la que parecían inevitablemente destinadas -como lo son todas las cosas que no saben renovarse cuando llegue el momento oportuno- y que, de esta manera han prosperado muy por encima de sus expectaciones, no es menos cierto que ha sabido recoger en su secreto la herencia de todos los secretos, misterios y tradiciones, así como ha sabido hacerse el receptáculo de las grandes y nobles ideas que constituyen un fermento vital y un impulso renovador en el medio en que actúa.

Y si por la naturaleza de la Obra puede reconocerse al Artista que la supo concebir y realizar, si juzgamos de la Masonería por la mística belleza de su conjunto simbólico-ritual. a esa Obra no puede dársele otro calificativo que el de magistral.
En su esencia más íntima y profunda, y cualquiera que pueda ser su filiación exterior y aparente, no puede ser sino Obra de Maestros en la acepción más profunda, de la palabra. Esta esencia íntima es el Logos, o verdadera palabra que debe de buscarse en toda Logia justa y perfecta, la Idea Espiritual que en la misma debe de realizarse.

Esta misma Idea, cuyas latentes posibilidades se han venido después desarrollando -y mayores que éstas esperan todavía la oportunidad para poder venir a la luz- ha sido la semilla del árbol poderoso que representa la Masonería Moderna: un medio destinado al reconocimiento y a la práctica de la fraternidad, un crisol de ideas e ideales, y un movimiento libertador de las conciencias y de los pueblos.

1 comentario:

  1. podreis localizarme en la siguiente direccion electrinica: abogaredjr@hotmail.com

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