EN LA PENINSULA IBERICA

ALDO LAVAGNINI

La península ibérica tiene, indudablemente la primacía en el martirologio masónico, aunque el privilegio de haber iniciado la persecución en contra de los masones corresponda más bien al clero católico de Holanda que, desde 1734, incitó con sus calumnias a las masas ignorantes, haciendo que fuera invadida una Logia en Amsterdan, destruyéndose los muebles y cometiéndose violencias sobre las personas.

Por causa de la persecución de que fue objeto, aunque las primeras logias fueran constituidas en 1726 y 1727, respectivamente en Gibraltar y Madrid, se tardó en España casi medio siglo antes de que pudiera constituirse una Gran Logia, bajo el reinado de Carlos III, más liberal que su predecesor, el cual había autorizado el destierro de los masones y dado carta blanca a la Inquisición.

Casi al mismo tiempo que en España (1727) fue introducida la Masonería en Portugal por el capitán escocés sir George Gordon; pero desde 1735 se empezó a derramar sangre de los masones por la obra de un fraile fanático que denunció a 17 hermanos por conspiración y herejía. Desde entonces los pedreiros livres fueron cazados, condenados a muerte y atormentados en las formas más bárbaras, hasta el reinado de José I.

En Madrid, los primeros masones fueron arrestados y conducidos a las cárceles de la Inquisición en 1740: ocho de ellos fueron condenados a galeras, los demás a diferentes penas. La Masonería fue tolerada y pudo prosperar únicamente durante el mencionado reinado de Carlos III (1759-1788), después del cual se prohibió todo trabajo masónico hasta la entrada de los franceses en 1808.

En el año de 1750 también floreció la Masonería por algún tiempo en Portugal, siendo primer ministro del rey José I, Sebastián de Carvalho, después marqués de Pombal, que había sido iniciado en Londres en 1744. Este ministro fue muy benéfico para el país al cual dio una constitución más liberal, aboliendo la Inquisición y desterrando a los jesuitas. Pero a la muerte del rey, éstos se vengaron haciéndolo caer en desgracia con la reina María I y, después de haber sido condenado a muerte y amnistiado tuvo el ex-ministro que abandonar Lisboa a la edad de 78 años.

Renovando la reina María la ley de Juan V en contra de los masones, éstos fueron nuevamente perseguidos: algunos pudieron escaparse, pero otros tuvieron que sufrir por varios años las penas de la Inquisición. A pesar de esto algunas Logias siguieron trabajando en ciertos barcos ingleses anclados en el puerto, uno de los cuales se hizo célebre como Fragata Masónica. Aunque no se osara proceder de una manera directa a la ejecución de los masones aprehendidos, muchos de éstos murieron en las mazmorras.

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