EL TEMPLO DE LA VIDA

ALDO LAVAGNINI

El Templo Masónico no es simplemente una imagen del Universo, sino también una representación del Templo de la Vida Individual, que cada uno de nosotros, por sus esfuerzos, levanta en sí mismo para la gloria o expresión del Supremo Principio o Gran Arquitecto.

Esta gloria del Gran Arquitecto, que cada Masón debe esforzarse constantemente en encarnar, es otro significado de la letra G, no menos importante que los siete sentidos de que hemos hablado al interpretar el significado de la ceremonia de recepción. Y nos conduce muy cerca de la interpretación que los masones anglosajones dan a esta misma letra, es decir God o Dios.

Nosotros somos otras tantas manifestaciones de la Vida Divina, que busca constantemente una siempre más perfecta expresión de sí misma en nuestra conciencia y personalidad, en todo lo que somos y hacemos. Por esta razón, toda nuestra vida y actividad es un esfuerzo constructor que, una vez bien dirigido, se resuelve en un conjunto armónico que revela una arquitectura particular, que bien puede llamarse Templo, individualmente levantado a la Gloria del Divino Principio que mora “en los cielos” de nuestro ser, y del que somos al mismo tiempo constructores, sacerdotes y devotos.

Esta alegoría que considera al ser humano y a su vida y actividad como un Templo, es antiquísima. Encontramos particulares referencias sobre la misma en los Evangelios, cuyo conjunto puede considerarse como la más explícita declaración de todo lo que se halla expresado, en forma más oscura y de difícil interpretación, en los libros del Antiguo Testamento, y en las Escrituras de otras religiones, ya que todas indistintamente tienen un valor simbólico.

Jesús habla muchas veces de su propio cuerpo como de un Templo, y promete reconstruirlo en tres días después de su destrucción, y San Pablo hace referencia a ese mismo Templo en su primera epístola a los Corintios (3-16) en los términos siguientes: “¿No sabéis que sois el Templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”.

Dichas palabras muestran cómo este simbolismo del Templo, considerando como tal al hombre mismo, debía ser entonces bastante conocido y difundido, y es de creer que San Pablo habló de ello a iniciados, más bien que a profanos, como de cosas que ellos podían y debían entender perfectamente.
Reconozca pues el Compañero esta gloriosa cualidad de su vida individual que, cualquiera sea su apariencia exterior, nunca puede devenir indigna o mezquina, una vez que la reconozca como directa expresión del Único Principio del Universo, que es su Vida, Omnisciencia y Omnipotencia, expresión de la Universal Estructura del Cosmos, como lo es siempre, en diferentes grados, la vida de toda cosa y de todo ser.

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