EL IDEAL

ALDO LAVAGNINI

Los dos Vigilantes representan también, respectivamente, el nivel y la plomada. Esta última principalmente concierne al Aprendiz, en cuanto muestra la dirección vertical de sus esfuerzos y de sus aspiraciones, para realizar lo que hay de más elevado en su ser y en sus potencialidades latentes.
Este esfuerzo, en sentido opuesto a la gravedad de los instintos, es el que caracteriza al masón en su deseo de mejoramiento. Su mira debe, pues, dirigirse constantemente hacia el Ideal más elevado de su alma, para realizarlo en cada pensamiento, palabra y acción.
Así como la planta crece y progresa por medio de sus esfuerzos verticales, así también nosotros, fijando nuestra mirada en el Ideal que nos revela la verdadera luz, creceremos en su dirección y llegaremos a encarnarlo, adelantándonos en la senda de nuestro progreso individual.
Este es el uso que debemos hacer de la plomada para levantar el simbólico Templo a la Gloria del Gran Arquitecto, de que proceden nuestras más elevadas aspiraciones: el Templo que construimos o levantamos en nuestro interior con nuestra propia vida, la actividad constructora que obra en nosotros según los planes de la Inteligencia Creadora o Principio Evolutivo del Universo, a la cual tenemos el privilegio de cooperar conscientemente con nuestro entendimiento y buena voluntad.
El Templo y la piedra cúbica son una misma cosa: el Ideal que debemos realizar individualmente y en nuestra vida esforzándonos en superar nuestros defectos y debilidades, y en vencer y dominar nuestros vicios, instintos y pasiones, que son las asperezas de la piedra bruta que representa nuestro estado de imperfección.
El perfeccionamiento de sí mismo: he aquí la parte esencial y fundamental en la Obra del Aprendiz. Un perfeccionamiento que consiste en educar, o sea educir: sacar fuera y manifestar a la Luz las gloriosas posibilidades de nuestra Individualidad, despojándonos de los defectos, errores, vicios e ilusiones de la personalidad, el antifaz que esconde nuestra más verdadera naturaleza.
Caminar y esforzarse hacia la Luz, buscar la Verdad y establecer en su dominio el Reinado de la Virtud, libertarse progresivamente de todas las sombras que oscurecen y nos impiden la manifestación de esta Luz Interior que debe brillar siempre más clara y firmemente, esclareciendo y destruyendo toda tiniebla, es, en síntesis, la noble tarea de todo verdadero masón.
Una vez que hayamos abierto los ojos a este superior estado de conciencia y que la hayamos directamente reconocido, esta Luz que está en nosotros se manifestará naturalmente alrededor de nosotros en la vida toda, así como en nuestros pensamientos, palabras y acciones.

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