ALEGRIA, FERVOR, LIBERTAD

ALDO LAVAGNINI

Cualquiera sea su obra o actividad, el Compañero debe hacerlos con alegría, fervor y libertad.

He aquí tres condiciones que no deben olvidarse nunca, pues de lo contrario viviremos constantemente defraudados de nuestro mejor salario. Según sepa el Compañero alejar de sí toda preocupación relativa a su salario material, concentrando toda la atención en la obra, y haciéndola a la Gloria del Gran Arquitecto, o sea como expresión de su ser más elevado y de sus internas facultades, y como cooperación con el mismo Principio Constructor del Universo y del Ser, como individual aportación para la expresión de uno de los planes perfectos de esa Gran Inteligencia: cualquiera que sea la naturaleza humilde o elevada de su obra, mejor sabrá cumplir con su tarea, y se encontrará capaz de hacer frente a todas sus necesidades y deberes, dado que el G.•. A.•. jamás se olvida de sus fieles obreros.

La alegría es una expansión natural de nuestra alma, una luz que se hace interiormente alejando de sí toda sombra e iluminando nuestro mundo interior, un rayo de sol que penetra en la estancia más íntima de nuestro ser.

Y ¿qué mejor expansión y alegría puede existir en nuestra alma, que la que acompaña la expresión de nuestras facultades más elevadas? El trabajo hecho a la Gloria del Gran Arquitecto, es pues, Fuente inagotable de Paz, verdadero Gozo y Alegría, remedio soberano para toda forma de tristeza, melancolía y enfermedad moral.

El fervor nace del empeño y de la atención que pongamos en la obra: es un fuego que se enciende en nosotros, un calor que invade toda nuestra alma y aleja el cansancio, la pereza y el aburrimiento, como el benéfico calor que se produce en nuestro organismo por su armónica actividad.

¿Qué mejor fervor puede, pues, producirse en nosotros que el que procede naturalmente del conocimiento y de la realización interior de que estamos cooperando con el mismo Gran Arquitecto del Universo para la expresión de uno de sus planes? ¿Cómo puede haber un entusiasmo sano, equilibrado, sereno e imperturbable, que aleje de sí toda preocupación moral y material, sino haciendo del mismo trabajo la más práctica entre las religiones?

Este reconocimiento nos liberta igualmente de toda forma de esclavitud, interior como exterior, económica como moral: nos da aquella perfecta y soberana libertad que no nos sería posible conquistar efectivamente de otra manera.
Sea nuestra personal actividad independiente, o sujeta a las órdenes de un patrono o superior, ¿cuál es en realidad nuestro verdadero Jefe, Maestro y Superior, sino el mismo Gran Arquitecto del Universo, nuestro Padre y el Principio de Vida que mora en nosotros? ¿Qué otra libertad más absoluta de las preocupaciones materiales podemos conseguir, fuera de la que se realiza por medio del reconocimiento profundo de nuestra alma que, al trabajar bajo sus órdenes y para la expresión de su Plan Perfecto en el mundo, tiene que proveernos de todo lo que necesitamos para nuestro mismo trabajo, así como para la vida material, exigiéndonos sólo poner en El la confianza más completa, absoluta, serena e imperturbable?

La afirmación que nace de la unión de las dos palabras sagradas del Aprendiz y del Compañero, complemento éste necesario de la primera, establecerá en nosotros aquel perfecto estado de conciencia que nace de la Fe y de la Esperanza que se unen en una sola Fuerza Omnipotente e Invencible, siendo el acto de fe de la Religión del Trabajo que todo verdadero Masón debe esforzarse por realizar y hacer efectivo en su vida.

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