El Ideal Constructivo

OSWALD WIRTH

Cuando se ha tratado de iniciar constructores en ciertas concepciones superiores, ha sido necesario recurrir a imágenes que les fueran familiares. No han tenido ningún inconveniente en figurarse el Universo como un inmenso taller de construcción y explicarse la vida universal como un trabajo incesante, deseado y dirigido por una suprema Inteligencia.
Evitando con el mayor cuidado el escollo del antropomorfismo, nos corresponde, por lo tanto, como Masones reflexivos, no rechazar a la ligera tradiciones filosóficas muy respetables. La vida en los seres está ciertamente ligada a un trabajo constructivo, al cual atribuimos tres fases que corresponden a los tres grados de la Iniciación. El Aprendizaje con el desbastamiento de la Piedra bruta se compara con la juventud, durante la cual la vida exuberante brotando del germen, construye al individuo, armándolo progresivamente de todos los órganos necesarios a las funciones que ha de llenar. La edad adulta o de la madurez, se prolonga tanto como los órganos se mantengan en estado de buen funcionamiento. Estamos, entonces, en pleno estado de Compañero: una vez terminada la construcción del individuo, puede consagrarse a un trabajo constructivo, que procura el beneficio del ser colectivo, del cual no es sino una célula. Tal es el trabajo propio del Compañero: debe olvidarse de sí mismo en bien de la especie, del género humano, tal como el buen ciudadano, que llegado el caso, se sacrifica por la Patria. Y cuando venga la vejez, con el desgaste fatal de los órganos, entonces el Iniciado no trabajará menos, aunque no en el mismo plano ni por los mismos medios: llegado a Maestro, poseerá la experiencia y sabrá dirigir. Pero, en cualquier grado en que trabaje, el Masón está al servicio de la inteligencia universal que preside la evolución de los seres. Se hace el agente, el ministro de la Inteligencia, el ejecutor de sus intenciones. El es el órgano activo, el constructor que no sigue su capricho, sino que se conforma al plan general según el cual todo se construye.
Así a lo menos lo entendieron los antiguos Iniciados, que se decían adeptos del Gran Arte, a la vez Sacerdotal y Real. Como ellos pretendían conocer la voluntad divina (el plan del Grande Arquitecto) y consagrarse a su cumplimiento, se confirmaron Sacerdotes, considerando como indignos de ese título a los explotadores de la credulidad popular. Además si se proclamaron Reyes era porque la alta superioridad de su instrucción les permitía reinar verdaderamente sobre las inteligencias.
Sepamos nosotros también elevarnos hasta el Gran Arte a fin de llegar a ser Masones en toda la fuerza de la palabra.

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