El Aprendizaje

OSWALD WIRTH

El mejor dotado de los neófitos tiene por delante una ruda tarea si desea prepararse seriamente para ser Compañero.
Para ser aceptado como Aprendiz, sólo es necesario tener aptitudes, buena voluntad, con la energía necesaria para ponerse a la obra. Ahora se exige más que promesas. Es necesario saber trabajar, y haberse convertido prácticamente utilizable, como colaborador de la Gran Obra de la Construcción Universal. No es una cosa fácil. El buen Obrero del Progreso no se improvisa, es necesario haberlo formado con método sin que nada se descuide en su instrucción. Mal instruido, se convierte en perjudicial, en razón del descrédito que su mala obra echa sobre la corporación.
Es altamente importante cuidar del aprendizaje, velando porque todas las prescripciones del ritual sean efectivamente puestas en práctica. Es así como el Maestro, que es responsable de la instrucción del Aprendiz, deberá, ante todo, asegurarse que su alumno está realmente despojado de sus metales, ¿Cómo podrá el futuro pensador reconcentrarse en sí mismo y hundirse en la noche del misterio, a fin de profundizar los principios necesarios del ser, si permanece adherido a un vasto saber superficial?. Es necesario encerrarse de veras en el gabinete de reflexión y abstraerse del mundo exterior si se desea descender al pozo donde se oculta la verdad. Estos son símbolos que deben ser tomados en serio, de otra manera el neófito permanecerá tal como era: no muere para su existencia profana, y no renace jamás a la vida iniciática, abierta, sin embargo ante él.
Pasa lo mismo con todas las pruebas iniciáticas. No son vanas formalidades mantenidas en vigor sólo por un amor un poco pueril de la Arqueología. Ellas son indispensables en las iniciaciones. Es menester sufrirlas integralmente en su realidad efectiva, para que la luz termine por brillar ante nuestros ojos en forma distinta al aspecto simbólico de una llama de licopodio.

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