Respeto a la Ley

OSWALD WIRTH

Por sobre las leyes convencionales hay una Ley ideal, escrita en el corazón de los hombres de bien. A esta Regla Soberana es a la que el Iniciado se somete sin reserva. En cuanto a las leyes positivas, por imperfectas que sean, no son menos respetables. Ellas constituyen el elemento fhndamental de toda civilización, nos dan garantías contra las arbitrariedades, aseguran el orden y se imponen como una sanción necesaria del pacto social. Un Iniciado se somete, pues a las leyes aun cuando fueran injustas. El se inclina ante la voluntad general aunque ésta esté equivocada. Sócrates prefirió beber la cicuta antes que sustraerse a la sentencia legal, pero inicua que lo humillaba. Robespierre cayó rehusando llamar al pueblo a la revuelta. Son éstos grandes ejemplos.
Los francmasones se someten escrupulosamente a la legislación de todos los países en que se les permite reunirse libremente. Ellos no conspiran contra ninguna autoridad legalmente constituida. Su acción humanitaria, no puede, pues, hacer sombra sino a los gobiernos que tienen conciencia de tener contra ellos el derecho. En lo que concierne a la ley masónica, los masones observan sobre todo su espíritu. Los reglamentos no les son impuestos con una inflexibilidad tiránica, sino que preconizan una línea de conducta que tiene la autoridad de una larga experiencia. Pero no hay que perder jamás de vista que estas prescripciones reglamentarias están dirigidas a hombres que piensan y que están guiados por la lógica. Para el Pensador, la razón es la ley suprema, contra la que no podrá invocarse ninguna estipulación escrita. El Iniciado goza de entera libertad, porque es plenamente razonable y, por consiguiente, no puede hacer sino un buen uso de su voluntad. En este sentido el Masón debe ser libre en la Logia libre. Cuando Rabelais resumió la regla de los Telemitas diciendo: “Haz lo que desees” él entendía que: “hombres libres, bien nacidos, bien instruídos, que frecuentan compañías honestas, tienen por naturaleza un instinto y una tendencia que siempre los impulsa a hechos virtuosos y alejados del vicio; eso es lo que llaman honor. Pero cuando están vilmente sujetos y constreñidos, se sienten deprimidos y esclavizados; desvían la noble afección que los hace amar la virtud y procuran sacudir el yugo de semejante servidumbre, porque emprenden siempre lo que es prohibido sin justicia y codician lo que se les niega en razón”.

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