LA MASONERÍA LIBRE

OSWALD WIRTH

Entre los obreros sometidos a la disciplina monástica, los mejor dotados adquirieron los conocimientos suficientes que les permitían dirigir ellos mismos el trabajo de sus compañeros. Se formaron así los arquitectos laicos, con un espíritu mucho más independiente, que les daba más conciencia de sus capacidades y de sus talentos. Su autoridad no tardó mucho en primar sobre la de los monjes, que vieron pronto a “las hermandades constructoras” sustraerse a su tutela. Las asociaciones autónomas, recordando a ciertos colegios romanos, pudieron constituirse.
Esta evolución, parece haberse realizado, desde luego en Lombardía, donde las tradiciones antiguas permanecían siempre vivas, y han podido, por lo tanto, más fácilmente ser revividas, por la mediación de Venecia, donde la influencia bizantina se hacía sentir poderosamente.
Lo que es seguro es que la villa de Como, flie por mucho tiempo el centro donde afluían los artistas, deseosos de perfeccionarse en el arte de construir. Sus ambiciones eran la de ser iniciados en el secreto de los Magistri Comacini, título extendido en el siglo XI, de una manera genérica a todos los constructores.
Se pretende que en el deseo de consagrar su independencia, las asociaciones arquitectónicas laicas, unidas entre ellas por los vínculos de una estrecha solidaridad, habrían solicitado del Papa el monopolio exclusivo para la construcción de todos los edificios religiosos de la Cristiandad. Deseando impulsar una empresa tan piadosa, la Corte de Roma, habría tomado las confraternidades de constructores bajo su protección especial, declarando que sus miembros debían ser en todas partes eximidos de los impuestos y del vasallaje. Estas serían las franquicias que se dicen otorgadas por Nicolás III en 1277 y confirmadas por Benito XII en 1334, que habrían valido a los protegidos de la Santa Sede el nombre de Francmasones (hasta aquí, la prueba documentada de estas afirmaciones atrevidas, no ha sido proporcionada).
El amparo del Soberano Pontífice, explicaría el favor que la Masonería libre encontró entre todos los príncipes cristianos. En estos tiempos de fervor religioso, éstos no podían experimentar, por otra parte, más que simpatías por los constructores de iglesias, que se repartieron progresivamente en Francia, en Normandía, Gran Bretaña, en Borgoña, después en Flandes y a orillas del Rhin, penetrando desde aquí en todo Alemania. En todas partes, estas asociaciones han dejado monumentos de un estilo particular llamado gótico, o más exactamente ojival. Obras maestras, en que la uniformidad del estilo parece ser el indicio de un acuerdo internacional, mantenido durante siglos entre los constructores, extendidos en toda la Europa occidental.
Esto es lo que ha hecho decir a M. Hope en su historia de la Arquitectura: “Los arquitectos de todos los edificios religiosos de la Iglesia latina, habían sacado su ciencia de una misma escuela central; obedecían a las leyes de una misma jerarquía; se dirigían en sus construcciones bajo los mismos principios de conveniencia y de gusto; mantenían entre sí, en todas partes, donde se les enviaba, una correspondencia asidua, de manera que los menores perfeccionamientos llegan a ser inmediatamente de propiedad de la Corporación entera y una conquista del Arte”.

1 comentario:

  1. Según otras investigaciones conocidas,se llamó francmasones a los miembros de los gremios especializados en la construcción que obtuvieron la exención o franquicia de determinados impuestos. Véase el "Libro de los Oficios", del francés Boileau (siglo XIII). En tiempos de Felipe IV de Francia, los francmasones solo tributaban a su protector y cliente principal: la Orden del Templo (para exasperación adicional del rey Hermoso).
    Otra interpretación del término "francmasón" se basa en que los artistas del Arte constructura utilizaban casi exclusivamente piedra caliza o blanda, a la que se llamaba "piedra libre" (o franca) por la mayor facilidad que ofrecía para su trabajo.
    Saludos cordiales.
    ASmando Hurtado

    ResponderEliminar