OSWALD WIRTH
Recién afianzada la independencia de nuestro país y aún no bien calmada la exaltación patriótica que en todos los ánimos produjera aquella sangrienta lucha, puede decirse que, por lo general, la gran corriente de opinión se dirigía casi exclusivamente en el sentido de darle base indestructible a aquella libertad, a costa de tantos sacrificios alcanzada, y que el primitivo conquistador trataría de amagar a cada instante.
Además, los múltiples problemas que se presentaban a los ciudadanos de una república recién nacida, tenían necesariamente que absorberles todas las energías y todas las preocupaciones, quedando poco o ningún tiempo para la especulación filosófica y para esas labores del espíritu, propias de las épocas de paz y de progreso.
Acaso por estas causas, y otras más ocultas y por tanto más difíciles de señalar, la Francmasonería no pudo constituirse como corporación sino hasta pasados algunos años y cuando y a aquellos urgentes problemas de que hemos hablado habían encontrado su solución o estaban en camino de ser felizmente resueltos.
Fue necesario que un grupo de francmasones franceses se congregara para llevar a la práctica la idea de fundar una Logia masónica en nuestro país.
Al efecto, se reunieron en Valparaíso y, después de los trámites preliminares, establecieron en el vecino puerto una logia simbólica, bajo el nombre distintivo de ‘Etoile du Pacifique”. Este acontecimiento, punto de partida del establecimiento regular de la Masonería en nuestro país, tuvo lugar el 7 de Agosto de 1850. Esta Logia obtuvo su Carta Constitutiva del Gran Oriente de Francia y quedó, en consecuencia, sometida a dicha Potencia Masónica.
Otros francmasones ingleses y norteamericanos, alentados por aquel ejemplo, resolvieron, a su vez, fundar otra Gran Logia; y, al efecto, pidieron sus Cartas Patentes a la Gran Logia de California. Más, como no obtuvieron resultado las gestiones iniciadas en tal sentido, recurrieron, con éxito esta vez, a la Gran Logia de Massachusetts. Obtenida la Carta Constitutiva se instalé solemnemente en Valparaíso el 14 de Diciembre de 1854, bajo el nombre de “Bethesda”.
De estas Logias, una trabajaba en francés y la otra en inglés; y por aquel entonces, en que el estudio de los idiomas extranjeros no había alcanzado el desarrollo que tiene ahora, este hecho constituía una verdadera dificultad para los chilenos que quisieran ingresar como miembros de la institución. No obstante, y aconsejados por el Hermano Manuel de Lima, natural de Curacao y que había sido iniciado en Caracas, algunos chilenos hicieron un esfuerzo y lograron ser admitidos en la Logia “Etoile du Pacifique”. Allí trabajaron con perseverancia ejemplar, hasta obtener su grado de maestros. Entonces pudieron llevar a la práctica una idea acariciada desde tiempo atrás: fundar una Logia Masónica chilena. Esta fue la “Unión Fraternal” que empezó a trabajar el 27 de Julio de 1853 bajo la dependencia del Gran Oriente de Francia.
(*) Inserción del traductor autorizada por el autor.
Con la base de las Logias “Etoile du Pacifique” y “Unión Fraternal”, el Gran Oriente de Francia estableció en Valparaíso un Capítulo del Grado 18 y un Consistorio del Grado 30.
En menos de diez años, desde la fundación de estas Logias, los ideales se propagaron rápidamente en el país. El corazón de los chilenos, todavía conmovido por el recuerdo de los combates de la Independencia, era campo fértil para la semilla de esos sentimientos de Libertad, Igualdad y Fraternidad que propaga la masonería. Y así vemos que hacia el año 1862, en Concepción, se ha constituído la Logia “Fraternidad” y en Copiapó las “Hiram” y “Orden y Libertad”. Datos precisos sobre la fundación de estos Talleres puede decirse que no existen. Cabe suponer que, tanto la “Fraternidad” de Concepción como la “Orden y Libertad” de Copiapó, dependían del Gran Oriente de Francia. En cuanto a la Logia “Hiram”, su historia es completamente obscura. parece que dependía de alguna Potencia Masónica Alemana; pero después de haber cultivado estrechas y fraternales relaciones con la “Orden y Libertad” fue completamente absorbida por ésta.
Tenemos, pues, hacia fines del año 1862, tres Logias chilenas en plena actividad: en Valparaíso, en Concepción y en Copiapó.
Dada la enorme distancia de la autoridad central y debido a que el Gran Oriente de Francia, por lo mismo que no estaba al cabo de la idiosincrasia de nuestra sociedad, no podía trazar programas de trabajo adecuados para cada región masónica, los trabajos languidecían y los más entusiastas hermanos veían con verdadero temor acercarse el momento en que las Logias de Chile tuvieran que abatir sus columnas. En tales circunstancias no se veía más que un camino salvador: independizarse del Gran Oriente de Francia y constituir una potencia masónica autónoma. Pero ¿cómo separarse de aquel poder masónico que les había dado vida, sin caer en irregularidad? ¿Cómo proceder sin faltar a los juramentos de adhesión?.
En tales condiciones y cuando consideraban este problema sin solución posible, se produjo un acontecimiento - único, acaso, en la historia masónica del mundo - que dio ocasión a las Logias de Chile para obtener la independencia a que aspiraban.
Para que nos podamos formar una idea clara de la situación a que nos venimos refiriendo, es preciso conocer algunos antecedentes del Gran Oriente de Francia, del cual dependían las Logias chilenas.
Después del golpe de Estado del 2 de Diciembre de 1852, Napoléon III estuvo indeciso entre suprimir o simplemente vigilar a la Masonería, creyendo que su influencia pudiese manifestarse hostil al nuevo Gobierno. Pero algunos de sus más perspicaces consejeros le hicieron ver que era mucho más conveniente atraerse la simpatía antes que la hostilidad de una asociación, cuyo poder no conocían, pero que se les antojaba temible.
Al efecto, aprovechando la ocasión que la gran Maestría estaba vacante, el gobierno, por una serie de insinuaciones oficiosas logró que se propusiera para tan alto cargo al príncipe Luciano Murat, que había sido iniciado en América. La elección se llevó a efecto y Murat fue elegido Gran Maestre por la unánime opinión de 132 votantes. Pero muy pronto la Masonería francesa comenzó a arrepentirse de semejante elección. El Gran Maestre Murat no poseía las condiciones de carácter, de inteligencia y, sobre todo, de independencia moral, que debe tener el hermano que desempeña tan elevado cargo. Cometió una serie de desaciertos administrativos y trató de someter a la Masonería a un gobierno absoluto, semejante al que pesaba sobre el pueblo francés.
Fácilmente se comprende que el Gran Oriente tuviese vivos deseos de deshacerse de un jefe semejante y que esperara con verdaderas ansias la llegada del día de la nueva elección. Pero no contaba con que Murat insistiría en permanecer en el puesto, tratando de hacerse reelegir por un nuevo período.
Se creyó entonces que la oposición de un rival prestigioso resultaría eficaz y, al efecto, se pensó en el príncipe Napoléon, primo del Emperador. Por aquellos días al votarse en el Senado francés un proyecto relativo al poder temporal del Papa, el Gran Maestro Murat, votaba en favor del poder temporal, en tanto que el príncipe Napoleón manifestaba ideas contrarias al respecto. Este incidente le dio un tinte de liberalismo muy oportuno en aquellas circunstancias.
De si la elección de Gran Maestro, que debía verificarse en Enero de 1861, se efectuó ono, no tenemos seguridad, pues los historiadores de este caso se contradicen. Sólo sabemos que Murat apeló a la violencia; que hizo despejar con la policía la Sala de Deliberaciones del Gran Oriente y que nombró una comisión de cinco miembros para que rigiera los destinos de la Orden hasta el mes de Octubre, fecha en que debía llamarse a nueva elección.
La fraternidad no aceptó semejante disposición y vino la anarquía a complicar más el difícil problema planteado. En este estado se encontraba el asunto cuando intervino Napoleón III. Pero su intervención no se debía al amor por la concordia ni mucho menos al respeto por la Institución, intervino para sujetar la Masonería al poder civil, obligándola a aceptar por Gran Maestro al Mariscal Magnan, que no era masón.
El 11 de Enero de 1862 dicto el siguiente Decreto:
“Napoleón, por la gracia de Dios y la voluntad de la Nación, etc.
“En vista de la proposición de nuestro Secretario de Estado en el departamento del Interior;
“Visto los artículos 291 y 294 del código Penal, la Ley de 10 de Abril de 1834 y el Decreto de 15 de Marzo de 1852;
“Considerando los votos manifestados por la Orden Masónica de Francia, para conservar una representación central, hemos decretado:
“Art. 1° El Gran Maestro de la Orden Masónica de Francia, hasta ahora elegido por tres años en virtud de los Estatutos de la Orden, es nombrado por nosotros por este mismo período.
“Art. 2° Su Excelencia el Mariscal Magnan queda nombrado Gran Maestro del Gran Oriente de Francia.
“Art. 3° Nuestro Ministro del Interior (M. Persigny) queda encargado...” etc.
Ante tan inaudito acontecimiento y en vista de la manifiesta irregularidad en que había caído el Gran Oriente de Francia, al aceptar que rigiera sus destinos un individuo que ni siquiera había recibido el grado de Aprendiz, las Logias chilenas “Unión Fraternal” dirigida por don Manuel de Lima, “Fraternidad” dirigida por Enrique Pastor y “Orden y Libertad” dirigida por Guillermo Gotschal, desconocieron la autoridad del Gran Oriente de Francia y se declararon independientes.
La Logia “Unión Fraternal” dio la voz de alarma. En Tenida del 9 de abril de 1862, aprobó la siguiente proposición:
“Considerando que el nombramiento del actual Gran Maestro de la Orden, hecho por un poder extraño a la Masonería, es atentatorio a la Constitución y a los Reglamentos Generales que hemos jurado respetar, la Respetable Logia Unión Fraternal niega la obediencia al Gran Oriente de Francia, al que ha estado ahora sujeta; y se constituye en Taller independiente hasta el reconocimiento de nuevo poder Masónico que regularice sus trabajos”.
De esa Logia salieron los fundadores de la “Progreso” N2 4 de Valparaíso.
Estas dos Logias se pusieron pronto de acuerdo con la de Copiapó y Concepción, para fundar en Valparaíso la Gran Logia.
El 29 de Abril de 1862, treinta masones, sin contar los que se hallaban representados por delegados, declararon la formación de la Gran Logia de Chile.
Esta nueva Potencia Masónica, “única legisladora y reguladora de la masonería simbólica en el territorio de Chile” quedó solemnemente instalada en Valparaíso en 24 de Mayo de 1862. Los primeros Grandes Dignatarios elegidos fueron: Gran Maestro, Juan de Dios Arlegui, 30Q; Gran Diputado, Melitón Caso, 3O Primer Gran Vigilante, Javier Villanueva; Segundo Gran Vigilante, Manuel de Lima; Secretario General, A.M. Medina.
El Gran Maestro Arlegui, al dar cuenta a los Talleres de la constitución de la Gran Logia de Chile, acompañd una circular en la que explicaba los antecedentes y las causas que habían determinado este nuevo estado de cosas dentro de la Masonería en Chile.
Dicha circular dice en algunos de sus párrafos:
“Un acontecimiento de reciente fecha y, sin duda, muy conocido ya por vosotros, ha venido a marcar un hecho notable para la Masonería en Chile y a cambiar completamente no sólo sus relaciones sino la actitud que ha mantenido hasta hoy en el mundo masónico.
“Nos referimos al nombramiento del Gran Maestro de la Orden Masónica en Francia, hecho en la persona del Mariscal Magnan por decreto del Emperador Napoleón III, fecha 11 de Enero del presente año.
“La Masonería chilena, en su mayor parte sometida a la obediencia del Gran Oriente de Francia, no pudo ver sin profundo dolor y sin muy serios temores para lo futuro, un nombramiento que, rompiendo con la tradición y supeditando las terminantes disposiciones de los Artículos 29 y 30 de la Constitución Masónica, importaba para ella nada menos que el primer paso dado en una senda peligrosa, al final de la cual divisaba claramente la extinción de la inmemorial independencia de la Masonería por la intervención de autoridades extrañas a su objeto y fines, cualquiera que pudiera ser, por otra parte, la responsabilidad de esas autoridades.
“La Masonería chilena abriga la convicción de que no se considerarán exagerados sus temores. A su juicio, basta a justificarlos la ya recordada extrañeza de las autoridades civiles al objeto y fines de la Masonería, los ningunos vínculos que a ella las ligan y la imposibilidad en que se estaría para moderar los avances de esas autoridades en el ejercicio de los altos poderes que hoy se ha arrogado ya el Emperador Napoleón III.
“La Masonería chilena no ha podido ni ha querido consentir en el entronizamiento de tan pernicioso orden de cosas dando forma, por decirlo así, a un pensamiento que abriga largo tiempo, acordó constituir un Poder Masónico en este Oriente y separarse del de Francia. A este paso la impulsaban no sólo las consideraciones aludidas sino también el deseo de dar al elemento masónico el desarrollo que debe tener en esta parte del mundo, desarrollo que había sido trabado hasta aquí no sólo por las dificultades consiguientes a la distancia que lo separaba del Poder de que dependía, sino que también por lo imposible que era muchas veces hermanar el progreso de la Masonería, que en estos países, por ahora, no puede menos que alcanzar una vida muy excepcional, con disposiciones dictadas para Logias de Europa, en posición y circunstancias muy distintas”.
Constituida la Gran Logia de Chile, uno de sus primeros cuidados fhe ponerse en relaciones con las demás Potencias Masónicas Regulares y obtener su reconocimiento como Cuerpo Independiente y regularmente constituido.
Sus esfuerzos se vieron pronto coronados por el éxito:
La primera Potencia Masónica que reconoció a la Gran Logia de Chile fue la Gran Logia de Massachusetts, el 30 de Noviembre de 1862. Después lo hizo la Gran Logia del Distrito de Columbia, el 13 de Diciembre de 1863 y la Gran Logia Central de Francia el 21 de Diciembre de 1864.
Mientras en el exterior se trabajaba para obtener el reconocimiento de los demás poderes, en el interior se desplegaba una labor no menos intensa e importante, para poder dotar a la nueva corporación masónica de sus leyes y estatutos indispensables.
La Constitución y los Reglamentos Generales fueron promulgados por decretos de 18 de Diciembre de 1862 y 30 de Diciembre de 1865.
El Hermano Juan de Dios Arlegui desempeñó su puesto de Serenísimo Gran Maestro durante los siete años que la Constitución señalaba. Pero, como se viera en la práctica que este tiempo no era conveniente, por cuanto los demás oficiales duraban sólo tres años en el ejercicio de sus funciones, se hizo una reforma constitucional, que consistió en fijar también en tres años la duración de las funciones del Gran Maestro. Al término de su primer período de siete años, Arlegui fue reelegido por otro de tres. De modo que el primer Gran Maestro gobernó a la Orden durante los diez primeros años de su funcionamiento, precisamente en la época en que se necesitaba de mayores esfuerzos para consolidar su marcha.
Después de este meritorio Hermano, han dirigido los destinos de la Orden los Hermanos Javier Villanueva, Benicio Alamos González, Evaristo Soublette, José Francisco Vergara, José Miguel Fáez, Enrique Mac-Iver, Ramón Allende Padín, Rafael Barazarte, Alejo Palma, Buenaventura Cádiz, Víctor Guillermo Ewing, Luis A. Navarrete y López, Alfredo Melossi, Adeodato García Valenzuela, Héctor Boccardo, Armando Quezada Acharán, Eugenio Matte Hurtado, David Benavente Sepúlveda, Fidel Muñoz Rodríguez, René García Valenzuela, Orestes Fróden Lorenzen, Alejandro Serani Burgos, Aristóteles Berlendis Sturla, Sótero del Río Gundián, René García Valenzuela.
La primera Constitución de la Orden Masónica en Chile y los Estatutos Generales, que la completaban, establecían bajo la jurisdicción de la Gran Logia, no sólo los tres grados simbólicos, sino también los otros treinta grados del escocesismo, desde el 4° al 33° fue por esta causa, que no quiso ceder la supremacía a un Supremo Consejo del Grado 33°, que con cartas Patentes del Supremo Consejo de Inglaterra, estableció en Chile el Honorable Juan de Dios Merino Benavente, hacia 1871. El fundador del Supremo Consejo para Chile pretendía que la Gran Logia le entregara el gobierno de todos los grados, tanto simbólicos como capitulares y no aceptaba el gobierno de estos últimos, que la Gran Logia le ofrecía ceder. Por dicha causa, el nuevo organismo masónico cayó en completa inactividad a poco de ser establecido.
Después de transcurridos muchos aflos, hacia fines del siglo pasado, el Hermano Eduardo de la Barra estableció nuevamente un Supremo Consejo del Grado 33, con Cartas Patentes concedidas por el de la República Argentina.
Este nuevo organismo se puso de acuerdo con la Gran Logia y mediante un tratado de amistad, han establecido que la Gran Logia gobernara, con absoluta independencia, los Talleres de los grados simbólicos, dejando al Supremo Consejo la organización y gobierno de los Capítulos, Consistorios, etc.
De esta manera, los trabajos se han podido desarrollar sin entorpecimiento.
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