OSWALD WIRTH
Los datos nebulosos del misticismo antiguo se aclaran de una manera neta y precisa gracias a los descubrimientos de la ciencia moderna. Las ideas de los antiguos no deben, pues, ser desdeñadas. Métodos con los cuales estamos poco familiarizados han podido conducirlos a soluciones singularmente aproximadas a las nuestras. ¡No debe ésto sorprendernos!. No hay más que una Verdad y ella es la que inspira todas las meditaciones. Pero la Verdad fundamental se altera por la expresión. Desde que se la reviste de una forma su augusta desnudez se disfraza y se manifiestan las divergencias de vista. Corresponde, pues, al Iniciado hacer abstracción del signo exterior. En materia de fórmulas, de teorías, de sistemas, debe el pensador ejercitar su penetración de espíritu a fin de desentrañar el pensamiento primitivo que casi siempre le aparecerá como una verdad resplandeciente sumergida bajo una acumulación de errores. Las alegorías de la Cámara de Reflexiones se relacionan plenamente con esta búsqueda del pensamiento puro, tomado en un estado anterior a toda concreción. Este pensamiento generalizado, que escapa a toda expresión, corresponde a la Materia Primera de los Sabios, punto de partida de la Gran Obra. Pero miremos las cosas desde otro punto de vista. Consideremos el óvulo materno que acaba de fijarse en la pared uterina. Es una simple vesícula acuosa en el seno de la cual la fecundación parece haber encendido un foco de iniciativa (columna B), de suerte que en ella se unen el Fuego y el Agua, o el Azufre y la sal, como lo querían los antiguos ritualistas. El Candidato permanece alegóricamente encerrado durante nueve días en el seno de la tierra. Esto recuerda los nueve meses de la gestación humana. Mientras dura la prueba el postulante sólo se alimenta de pan y agua; además no habla con nadie. Estas austeridades han podido sugerir la idea de los retiros religiosos y las novenas.
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