La Francmasonería antes de la Revolución Francesa

OSWALD WIRTH

De 1773 a 1789 la Masonería tomó en Francia un gran desarrollo. Estaba entonces de moda, era de buen tono pertenecer a ella. Sus misterios excitaban la curiosidad general, tanto más cuanto que, se les creía poseedores de la llave de todos los enigmas. Parecía que las nuevas ideas se acreditaban mejor al amparo de formas masónicas. Era por esto que la Masonería servía para las más diversas propagandas. Las iniciaciones secretas daban un atractivo a las abstracciones filosóficas más arduas; inducían a reflexionar sobre problemas científicos, cuando no conferían una esperanza velada, pero mucho más formidable en materias políticas.
La influencia que las Logias ejercieron sobre esta última materia ha sido explicada por Luis Blanc en los términos siguientes:
“Es importante, dice, introducir al lector dentro de la mina que cavaban entonces bajo los tronos, bajo los altares, revolucionarios harto más profundos y activos que los enciclopedistas”.
Después demuestra cómo, la caída del antiguo régimen, fue preparada por las Logias, sin que, con todo eso, hubiera habido complot preparado por ellas. Los Masones de esa época no era ni conspiradores, ni energúmenos que se consumían en vanas declaraciones contra los abusos que sufrían. Eran solamente hombres sinceros que se contentaban con poner en práctica en las Logias las ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Pero la Francmasonería presentaba en sus costumbres la imagen de una sociedad fi.indada sobre principios contrarios a los del medio ambiente:
“En las Logias Masónicas las pretensiones del orgullo hereditario estaban proscriptas y los privilegios de los nacimientos descartados”.
En el Gabinete de Reflexión, el profano leía esta característica inscripción: “Si tu respetas las distinciones humanas sal, no se las conoce aquí”. Por el discurso del orador el recién iniciado aprendía que el fin de la Masonería era el de borrar las distinciones de color, de rango, de patria, de aniquilar el fanatismo, de extirpar los odios nacionales, y era esto lo que estaba expresado bajo la alegoría de un Templo inmaterial, elevado al Grande Arquitecto del Universo por los sabios de todos los climas. Templo augusto cuyas Columnas, símbolo de fuerza y de sabiduría, estaban coronadas por las granadas de la amistad”.
“También, por las mismas bases constitutivas de su existencia la Francmasonería tendía a desacreditar las instituciones y las ideas del mundo exterior que la envolvía. Es cierto que las instrucciones masónicas imponen sumisión a las leyes, observancia de las formas y de las costumbres admitidas por la sociedad profana, respecto al soberano. Es cierto que reunidos en la mesa, los masones beben por el Rey en los Estados monárquicos y por el Magistrado Supremo en las Repúblicas. Pero semejantes reservas, encomendadas a la prudencia de una asociación que amenazaba tantos gobiernos asustadizos, no eran suficientes para anular las influencias naturalmente revolucionarias, aunque en general pacíficas, de la Francmasonería. Los que a ella pertenecían continuaban siendo ricos o pobres, nobles o plebeyos en la sociedad profana, pero en el seno de las Logias, templos dedicados a la práctica de una vida superior, ricos, pobres, nobles, plebeyos, debían reconocerse iguales y llamarse hermanos. Esto constituía una denuncia indirecta, personal y continua, de las iniquidades, de las miserias del orden social; era una propaganda activa, una prédica viva”.

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