FORT NEWTON - La Religión de la Masonería
CAPÍTULO IV
EL LIBRO DE LA SANTA LEY
I
Ninguno de nosotros ha de olvidar que entre las primeras cosas que vimos al recibir la luz en la Masonería fue la Santa Biblia abierta sobre el Altar, y encima de ella la escuadra y el compás. Desde el Altar difunde la Biblia por Oriente, Mediodía y Occidente la luz de la verdad espiritual, de la ley moral y de la esperanza en la inmortalidad.
Escucharemos palabras de la Biblia al entrar en la Logia de cada grado y su luz añadirá esplendor a todos los útiles y símbolos masónicos. Sobre la Biblia contraemos nuestras obligaciones de masón, sellamos nuestras promesas con un sencillo acto de afecto y se nos exhorta a hacer del antiguo y familiar Libro la regla de nuestra fe y nuestra guía en la práctica del amor fraternal, de la beneficencia y de la fidelidad.
A cada paso de nuestro adelanto se nos recuerda que la Biblia es el más sabio instructor y el mejor amigo del hombre cuyos pies dirige, si él quiere seguir, al Templo de la Virtud donde únicamente podremos hallar la liberación y la paz.
Defender, conservar y obedecer la Biblia es el primer deber de todo masón, desde el más alto dignatario hasta el más humilde obrero. Aunque corporativamente la Masonería declara que no tiene por dogma la infalibilidad de la Biblia, en la práctica adopta el espíritu de la antigua expresión anglosajona infallhein, que en la primitiva lengua inglesa significa perpetuo. No se necesita argumento que así lo pruebe, porque los hechos lo comprueban. Siglos de experiencia atestiguan la fortaleza y sabiduría de la Biblia como el Libro de la Voluntad de Dios en la vida del hombre, y transciendan a cuantas enseñanzas se han trazado para defenderla.
La Masonería mantiene una verdad cuya luz la guía para edificar su templo de acuerdo con el orden moral del mundo y las necesidades y esperanzas del hombre, y su fe, su filosofía y su fraternidad descansan en la revelación de la verdad espiritual. Porque por mucho que difieran los hombres en creencias, los más sabios de cada credo reconocen que en la Biblia se hallan las verdades de fe y las leyes morales en que fundan un carácter integérrimo y un estable orden social.
Como quiera que el propósito de la Masonería es conducir a los hombres a la rectitud de conducta, abre la Biblia sobre su Altar y exhorta a todos los masones a que la estudien diligentemente y fieles la obedezcan para que aprendan cual es-el deber del hombre en este mundo y su esperanza en la vida del más allá.
También obra muy sabiamente la Masonería en no aceptar ningún dogma, aparte de las fundamentales verdades de la fe en Dios, del cumplimiento de ley moral, del deber de fraternidad y de la esperanza de una vida allende las sombras de la muerte (2). Tampoco permite la Masonería discusiones en sus Logias sobre temas sectarios “que no redundan ni redundarán nunca en bien de la Logia”, según dice la antigua Constitución. Por el contrario, la Masonería alienta a cada miembro a que se mantenga firme en la religión preferida, en la que encuentre auxilio para hoy y esperanza para mañana, con tal que reconozca el mismo derecho en sus hermanos. Como madre prudente, nos conduce de la mano al Altar y nos enseña la abierta Biblia, instándonos a ser fieles a la luz que en ella hallaremos y tal como la hallemos.
II
Conviene referir brevemente la historia de la Biblia en la vida de la Masonería para saber cómo el Santo Libro tuvo en la Logia el preeminente lugar que ocupa. Según dijimos, en la Edad Media fue la Masonería una orden cristiana que actuaba en servicios de la Iglesia romana, como así lo comprueban los más antiguos documentos existentes, entre ellos el Poema Regio. Como otros gremios medievales, nuestra antigua Confraternidad tenía sus peculiares santos patronos y observaba las festividades religiosas en que oraban los hermanos ante altares alumbrados con cirios.
Seguramente había dentro y fuera de la Iglesia romana diversas escuelas culturales dedicadas al ocultismo, misticismo y varias clases de simbolismo que pudieron influir algún tanto en la Masonería; pero el conjunto era fiel a la única Iglesia entonces existentes, y fiel permaneció mientras la construcción de las catedrales.
Recordemos que en la Iglesia romana de aquel tiempo, como en la de hoy, la Biblia era la suprema autoridad y fuente de luz en materia de dogma y moral. La Iglesia romana y no la Biblia era el supremo Tribunal de apelación, según demuestran los documentos masónicos, pues aunque los antiguos manuscritos de la Orden mencionan la Biblia, y tenían en la Logia puesto de honor como el Libro sobre el cual prestaba juramento el masón, en ninguna parte se dice que fuese la Gran Luz de la Logia. Por ejemplo, en el manuscrito Harleiano, del año 1600, el juramento del masón termina diciendo: “Así me ayude Dios y el santo texto de este libro”. En un antiguo ritual existente en la Real Biblioteca de Berlín, cuya copia publicó Krause, no se mencionaba la Biblia como una de las luces de la Logia.
Tan pronto como el estupendo solevantamiento de la Reforma estremeció al mundo religioso, mudóse el centro de gravedad, y en los países que aceptaron la Reforma, el cetro de la autoridad religiosa pasó de la Iglesia a la Biblia, según comprueba la historia de la Masonería. De la propia suerte que en la Iglesia protestante, fue en la Logia suprema autoridad la Biblia, y su tardía elevación, análoga a la de la escuadra en nuestro ritual, dio un fundamento de fe a la Masonería, colorido a sus ritos y consagración a sus trabajos.
Entre documentos tan escasos e incompletos no podemos señalar las varias influencias cuyo resultado fue la revolucionaria reviviscencia que transformó a la Masonería en 1717, y algunos de nosotros daríamos cuanto pudiéramos por conocer la historia exacta de aquel período, especialmente en su aspecto religioso.
Aunque la Constitución de 1723 no menciona la Biblia ni aun en el título: “Dios y Religión”, salvo en las notas puestas al pie por Anderson, sabemos que la Biblia figuraba en las Logias y estaba tan seguramente entronizada y su existencia y autoridad tan presupuestas, que no era necesario mencionarla. Sin embargo, hasta los rituales de 1790 no encontramos la Biblia descrita como una de las Grandes Luces de la Logia, y durante el gran cisma que dividió a la Masonería por más de medio siglo, el Santo Libro mantuvo su puesto de honor en el Altar de la Logia y su luz brilló más intensamente entre los rencores sectarios. Hoy es soberana, suprema, una central fuente de luz, un foco de fraternidad, y su poderío ha ido aumentando hasta llegar a ser símbolo de la siempre creciente revelación de Dios en la vida de la humanidad: una columna de nube de día y de fuego por la noche.
III
Así es que todo masón, de cualquier rito, debe saber cuándo y cómo la Santa Biblia ocupó su trono en la Logia, y porqué está abierta sobre el Altar. Además, y esto no es menos importante, tales hechos nos ayudan a comprender la actitud de la Masonería respecto de la Biblia, y el uso que de ella hace. En nada es nuestra Orden más singular, más estratégica que en su sabio y feliz arte de unir a los hombres en honor y amor de la Biblia. Porque como todo el mundo sabe muy bien, ha habido más controversias sobre la Biblia que sobre cualquier otro libro, tomándola por tema de división y debate en el que gentes honradas se apedrean con amargas frases y se infaman unos a otros como enemigos de Dios. ¿Cómo, pues, toma la Masonería el Santo Libro y hace de él “el centro de unión y el medio de conciliar la verdadera fraternidad” según enseña la antigua Constitución?.
La respuesta está en que la Masonería conoce cierto secreto, casi demasiado sencillo para descubrirlo, por medio del cual evita el sectarismo y la intolerancia, porque infunde en el alma humana la luz, la fuerza, la ley moral, la visión espiritual de la Biblia y su inherente majestad y poderío, dejando que cada cual la interprete según pueda (3). Dicho de otro modo, la Masonería acepta la verdad por más santa o más sutil, y no se entretiene en tratar de hipótesis acerca de su origen. La Masonería se ocupa en realidades, no en dogmas, y así no expone hipótesis alguna sobre la inspiración de la Biblia, en lo que obra prudentemente, puesto que ninguna hipótesis iguala en valor a los hechos, ya que para suponer una adecuada teoría de la inspiración sería necesario estar inspirado, y entonces de ninguna utilidad fuera la teoría.
Si quisiéramos indagar la profundidad, la energía, el esplendor y la facundia del admirable genio de Shakespeare, y remontáramos su línea genealógica en busca del manantial originario de tan copiosa corriente no lo encontraríamos. Nadie es capaz de decir de donde fluyó la creadora magia con que se valió de una antigua y cruda leyenda de sangre y lujuria, y evocó la majestuosa y lastimera figura de Hamlet, símbolo de la humanidad con su acosadora vacilación y su anhelante perplejidad. Nadie sabe con qué secreto dio forma a la divina Desdémona cuya alma era tan blanca como la nieve, tan delicada como una flor, tan tierna como una plegaria. Nadie puede encontrar en las orillas del Avón la cuna de Miranda, la dulce hija del prodigio. El genio es un misterio. Lo alienta Dios.
Si somos incapaces de explicar el genio de Shakespeare ¿cómo sondear los profundos misterios de la Biblia cuyos pensamientos son revelaciones y hechos sus palabras?. Unos creen que Dios dictó la Biblia palabra por palabra a los que la escribieron. Otros sostienen que Dios moraba en el corazón y guiaba la conducta de los escritores bíblicos de tal manera, que cuanto gozosos escribieron y tristes habían aprendido es una revelación para nosotros, porque nos ayuda a transmutar en alegrías nuestras tristezas. No importa la teoría que mantengamos, puesto que unos y otros admiten que Dios está en la Biblia, moviéndose en sus ritmos como el viento en las hojas del moral según lo escuchó David en otro tiempo. La Biblia es un misterio; pero sus antiguas y familiares palabras llenan la vacuidad del Tiempo en formas de verdad y belleza, y los días grises con divino valor y significado, que es todo cuanto necesitamos en esta vida mortal (4).
Pronto o tarde llegará el día en que el sencillo secreto de nuestra Orden sea la sabiduría de un mundo hoy desgarrado por coléricas disputas tan inútiles como interminables. Bástenos saber que si estamos en tinieblas respecto de Dios, la Biblia nos dice lo que es y lo que de nosotros demanda. Si nos extraviamos en el laberinto del mundo, su luz será lámpara para nuestros pies por mucho que caminemos. Si recibimos uno de aquellos rápidos y terribles golpes que de pronto desvanecen nuestros sueños y quebrantan nuestro corazón, la Biblia nos hablará con acentos de infinita simpatía. Al terminar el día, cuando se extiendan las sombras y emprendamos el camino por el oscuro sendero que conduce al más allá, la Biblia es la única luz que no se extinguirá. Seguramente es justo abrir la Biblia con reverentes manos y dejar que cada cual la lea como desee y su intuición le dicte, para concertarnos en una necesidad, una esperanza y una perdurable fraternidad.
Por esta razón, la Masonería no intenta determinada interpretación de la Biblia, pues si tal hiciera la envolvería en una interminable exégesis y exposición que confundiría a nuestra Orden con quebranto de la fraternidad.
Por mucho que los instructores religiosos difieran en sus doctrinas, se reúnen en la Logia con mutuo respeto y buena voluntad. Ante el Altar de la Masonería aprenden los masones la tolerancia y la estimación. En el fraternal ambiente de la Logia descubren que las cosas que los unen son mayores que las que los separan. Timbre de gloria de la Masonería es enseñar la unidad en lo esencial, la libertad en los pormenores y la caridad en todas las cosas, y por esto debe prevalecer al fin su espíritu. Su propósito es unir a los hombres, desvanecer las falacias del prejuicio y de la intolerancia, de suerte que se conozcan unos a otros y trabajen juntos en la práctica del bien (5).
IV
Como todo en la Masonería, la Biblia, tan copiosa en simbolismos, es de por sí un símbolo, una parte tomada por el todo. Es el símbolo del libro de Verdad, del Pergamino de la Fe, del Registro de la Voluntad de Dios, como el hombre la ha aprendido en toda época y país; la perpetua revelación que de sí mismo ha hecho Dios y está haciendo a la humanidad.
Así, por el honor que la Masonería tributa a la Biblia, nos enseña a reverenciar todo Libro de Fe en que el hombre ha hallado luz, esperanza y auxilio. En una Logia de judíos, podrá colocarse en el Altar tan sólo el Antiguo Testamento, y en una Logia de musulmanes, se colocará el Corán, según lo dispuesto por la Gran Logia Madre.
Pero sea el Evangelio de los cristianos, el Libro de la Ley de los hebreos, el Corán de los musulmanes o los Vedas de los hinduistas, todos simbolizan la Voluntad de Dios revelada al hombre, y expresa cada cual la fe y la visión halladas en la fraternidad de los siervos de Dios (6).
Este espíritu de tolerancia nos ayuda a ver lo que verdaderamente es la Masonería que proclama y profetiza un espíritu de fraternidad, que nos descubre que la humanidad es una en naturaleza, en fe, en necesidades, deberes y destino y que Dios es el Padre de todos nosotros.
No en nuestros días ni quizás en mucho tiempo, pero con tanta seguridad como el sol sale y se pone, la visión de la confraternidad humana irá creciendo en términos superiores a los que ahora vislumbramos, por remotos que todavía estén. La confraternidad humana resplandece en la Biblia y vive en el corazón.
Pero aunque honramos todo Libro de Fe en que el hombre ha encontrado consuelo y guía, para nosotros la Biblia es el libro supremo, a la par el libro madre de nuestra literatura y el libro maestro de la Logia. No hay otro libro que le iguale ni siquiera que se le aproxime en profundidad, belleza, abundancia de verdades morales. Su presencia en la Logia es una prueba contra la mezquindad, contra las bajas aspiraciones e indignos ideales, y una promesa de la moral hombría que procuramos alcanzar. Su verdad está forjada en el simbolismo masónico y en las fibras de nuestro ser, con cualquier otro bien y verdad que nos dieron los tiempos pasados. Sus palabras entrañan el eco de voces hace largo tiempo enmudecidas. Santas son sus páginas, obligatorias sus leyes, y su espíritu y es el aliento de Dios.
En mi breve estudio The Great Light in Masonery, me esforcé en describir los primores literarios de la Biblia, su gracia espiritual, su majestuosa moral, su divina belleza y su humana piedad. Mis palabras balbucen y fallan por deficientes para semejante tarea. Mucho mejor de cuanto se diga acerca de la Biblia son las palabras de la misma Biblia, tan sencillas, tan penetrantes, tan sublimes como el refulgente esplendor de su poesía y la granítica solidez de su prosa, y leyéndolas sabemos por qué aquí estamos, de dónde vinimos y a dónde vamos. Leedla, seguidla fielmente, obedecedla honradamente, confiad por completo en ella y aprended lo que la religión de un masón es capaz de hacer en justicia, de amar en misericordia y caminar humildemente con Dios.
NOTAS AL CAPÍTULO IV
(1) En uno de los Diálogos de Platón hay un notable pasaje que conviene recordar. Le preguntan a Sócrates que cómo podría un hombre tener una guía respecto del magno problema de la vida en este mundo y en el más allá. Sócrates, con perfecta ingenuidad y mucha tristeza, responde que así como el que emprende un viaje consulta a quienes lo hicieron antes que él y escucha sus consejos, así hemos de afrontar la vida con el mejor conocimiento que podamos adquirir, pues en alguna parte ha de haber una palabra de Dios. El completo significado de la Biblia es que tenemos en ella la Palabra de Dios hasta el extremo en que es posible expresarla, y tal es la fe del masón en el Libro de la Santa Ley y Amor existente en el Altar de la Logia.
(2) Un perspicaz instructor de nuestra Orden, John G. Gibson, expresó concisamente el mismo concepto al decir en su obra: Constructores de Hombres: “La Masonería es una religión práctica con un sencillo credo”. Por esta razón podemos decir que también es una ciencia, pues trata de los hechos de la vida moral y espiritual. La fe en Dios, la ley moral y la esperanza en la vida eterna son en nuestro mundo psíquico hechos tan reales como las montañas, ríos y mares en el mundo material. Son parte de la naturaleza humana y deben reconocerse como valores humanos, cuya interpretación puede diferir según el temperamento, educación, ambiente y experiencia de cada intérprete; pero los hechos subsisten y sobré ellos construye la Masonería la unidad como un hecho, y la libertad y tolerancia como significado y aplicación. En mi obra: Los Arquitectos expuse hace años y ahora subrayo la afirmación de que “la Masonería no va más allá de los hechos de fe. Nada tiene que ver con las especulaciones y sutilezas concernientes a dichas verdades ni con las envidias y rivalidades que de ellas derivan y provocan divisiones. Pero la Masonería no nació para dividir a los hombres, sino para unirlos”.
(3) Aquí tenemos otra prueba, si acaso la necesitáramos, de la sabiduría de la Orden Masónica al subrayar la frase de “Religión práctica”, pues cada época interpreta a la religión de distinta manera. Así fue en los días de Abraham y así en nuestros días. Pero aunque cambian las formas y expresiones de la Religión, la esencia de la Religión subsiste y se renueva en cada generación. Hoy no vemos las estrellas como las veía Tolomeo, cuya astronomía dejó de existir; pero las estrellas siguen brillando como brillaban en el Jardín del Edén. Lo mismo sucede con la Biblia que llega a nosotros con nueva encuadernación, por decirlo así, y la leemos según el contexto de la universal literatura del alma, sin dejar de ver la misma Biblia (Understanding the Bible, por W. G. Ballantine).Materia de profundo interés para todo pensador es como se interpreta la Religión en nuestra época, y las dificultades de ajustar su antigua fe al nuevo y vasto mundo descubierto por la ciencia (Religion in the Making, por A. N. Whitehead). Pero la Religión permanece tan eterna como el alma humana y sus hechos son tan reales como lo han sido en toda época. Al basarse en los hechos de la Religión y conceder la más amplia libertad de interpretación y exposición, la Masonería conserva sus preciosos valores y evita enmarañados y disolventes debates.
(4) Huelga todo panegírico de la Biblia, pero conviene transcribir las siguientes palabras del eminente escrituario Benjamin W. Smith: “La variada música de la Biblia, solemne y pavorosa aun en sus cantos triunfales, ha ido difundiéndose como olas oceánicas por todo el globo, siguiendo y precediendo al sol, omnipresente como el aire, elevándose hasta el cielo desde el valle y la colina, desde la humilde iglesia hasta la grandiosa catedral, doquiera sentó su pie el anglosajón, musitando paz y gozo y esperanza y el cese del dolor y la aflicción en el ánimo de millones de seres que salpican la tierra con las huellas del trabajo. La Biblia ha inundado el mundo angloamericano como ningún otro libro en el pasado, el presente y el futuro. Profundamente impregnados del pensamiento y del lenguaje de la Biblia, durante trescientos años hemos venerado el sacro volumen como la autoritativa norma de estilo y excelencia literaria así como la divinamente inspirada guía de conducta, fe y doctrina”.
(5) El espíritu de tolerancia es la verdadera esencia de la Masonería en todos los ritos y grados, y nadie lo ha interpretado con más intuición y elocuencia que Albert Pike en su exposición del grado 15 del rito escocés (Morals and Dogma, págs. 160-175). En la Constitución de 1723 de la Masonería simbólica está afirmado el espíritu de tolerancia que ha sido una gloriosa corona en toda la historia de la Fraternidad. Todos debieran leer y considerar el magnífico alegato de Jefferson en pro de la tolerancia subyacente en su prolongada lucha por la Iglesia libre en el Estado libre. Es uno de los más hermosos documentos de nuestros anales (Life and Letters of Jefferson, por J. W. Hirst). Desde 1640 hasta nuestros días se han publicado seis notables libros sobre la tolerancia; pero todos ellos están resumidos en el preciso volumen Tolerancia, de Phillips Brooks, un predicador iluminado por Dios cuyo nombre es como una fragancia de fe, liberación y fraternidad. Debiera leerse este libro, tan claro en su análisis como elocuente en sus instancias, hoy que la intolerancia vuelve a atormentar a la Orden en algunos países, y hay masones que intentan valerse de la Masonería como de un arma de batalla en vez de un caduceo de bendición. Quienes tal intentan quizás ignoran que su intento significa la destrucción de la Masonería o herirla tan gravemente que no pueda recobrarse. (Véase también The Essential American Tradition, por Jesse Bennett).
(6) Quienes hayan leído El príncipe de India, del maestro masón Lew Wallace, no olvidarán la escena en que el Príncipe, ante una Biblia abierta, exclama: “Esta es la Biblia, la Santísima Biblia. Yo la llamo la roca en que están encastilladas vuestra fe y la mía. También estas otras son Biblias sagradas que se nos dieron, como este imperecedero monumento se dio a Moisés y David, porque también son revelaciones de Dios y ciertamente son Dios mismo. Este es el Corán, y éste los Reyes de los chinos y éste el Avesta de los magos de Persia, y éstos los Sutras budistas y éstos los Vedas de los pacientes hinduistas, mis compatriotas. “Aunque éstas son materias secundarias, hay tanta luz en ellas con respecto a mi principal argumento, que prefiero demostrar su bondad con pruebas, temeroso deque mis reverendos hermanos me despidan por inhábil en las palabras”. (Libro I, caps. 1, 2, 3; y Libro IV, caps. 15, 16). Tal es la verdadera doctrina masónica; puesto que Dios es luz, ninguna época ha quedado en completa tiniebla y ningún país sin el testimonio de la divina Palabra. En cuanto a la historia de las seis principales Escrituras sagradas de la humanidad, para saber cuándo, dónde, cómo y quiénes las escribieron, en lo que concuerdan y en lo que deciden, lo que enseñan respecto a los grandes problemas de la vida, al deber y el destino, y a la unidad de fe subyacente en todas
ellas véase: Comparative Religion and the Religión of the Future, por A. W. Martin, libro tan valioso por su técnica como por su erudición y su hermoso estilo.
La Masonería Mexicana respalda las acciones del Ejercito Mexicano en contra del Narcotráfico en México, a pesar de que Amnistía Internacional este a favor del Narcotráfico y en contra de la acciones contra el Narcotráfico.
ResponderEliminarAmnistía Internacional convocó a una movilización para que en los
próximos días se manifiesten en las embajadas mexicanas de 150 países
para expresar la consternación por la violencia de los soldados en la
lucha contra el narco
Amnistía Internacional aseguró que los abusos y violaciones a
Derechos Humanos por parte del Ejército ha tomado dimensiones a nivel
de "escándalo", luego que en los últimos dos años los excesos de las
Fuerzas Federales se han incrementado.
Al presentar: "México: nuevos informes de violaciones de derechos
humanos a manos del Ejército", Alberto Herrera, representante de
Amnistía Internacional en México, convocó a una movilización
internacional de las secciones de ese organismo para que en los
próximos días se hagan manifestaciones en las embajadas mexicanas de
150 países en el mundo para expresar la consternación por la violencia
del Ejército, en la lucha en contra del narcotráfico y la delincuencia
organizada.
Informó que en los últimos dos años las violaciones a los derechos
humanos, como la desaparición forzada y el uso de la tortura ha tomado
"niveles escandalosos".
Alberto Herrera enfatizó que las denuncias "no son aisladas, sino
frecuentes y rutinarias por parte del Ejército".
El integrante de Amnistía recordó con ésto la postura que fijó desde
que el presidente Felipe Calderón anunció que sería con el Ejército
como se enfrentarían las condiciones de inseguridad del país, pero
"eso implica un riesgo y por ello debiera ser de carácter temporal, ya
que no se cuenta con un mecanismo que ponga límites a la intervención,
ni medios para la rendición de cuentas ante las denuncias de abuso".
En los cinco casos expuestos, que se registraron entre octubre del
2008 y agosto del 2009, estuvieron involucradas 35 personas en Ciudad
Juárez, Nuevo Laredo y Baja California.
http://groups.google.com/group/secreto-masonico