LA LETRA "G"

ALDO LAVAGNINI

Dentro de la Estrella Flameante se encuentra un signo o jeroglífico, que se ha identificado muy bien con la letra G del alfabeto latino, aunque su significado originario fuera tal vez un poco diferente. La letra G se halla exactamente en el centro del pentagrama, y es digno de nota que, inscribiendo en el mismo la figura humana, dicho centro corresponde exactamente a las partes genitales.

Es, pues, en extremo evidente, la relación fundamental de esta letra con el génesis y la "generación" en todos sus aspectos, representando en primer lugar el Centro Creador, origen de toda manifestación y las diferentes expresiones de la Fuerza Creadora, manifiesta tanto en el hombre como en los demás seres vivientes, por medio de los órganos de la generación.

La Fuerza Creadora, que se halla en el centro de todo ser y de toda cosa, y que produce en el orden natural orgánico la generación, tiene una importancia fundamental en el doble proceso de la involución y evolución, como lo demuestra también la leyenda bíblica de la caída del hombre, asociada con el uso indebido de esta Fuerza, procedente del misterioso Árbol de la Vida. Efectivamente, según sea usada, esta Fuerza, puede conducir al hombre tanto a la degeneración como a la regeneración; esta última es privilegio del Iniciado, que habiendo dominado los sentidos, canaliza la fuerza generadora para el objeto supremo de la creación: el engendramiento o producción dentro del mismo hombre de un ser superior, el verdadero Maestro.

Este argumento de la degeneración y regeneración será tratado más extensamente en otro "Manual" de esta Serie, con el cual especialmente se relaciona.

Al compañero únicamente le compete saber que, según su uso recto o torcido, esta Fuerza conduce al hombre a la liberación del Espíritu o a la Esclavitud de la Materia, al dominio en él de la Realidad ó de la Ilusión. Medite pues sobre su profundo sentido, reconociendo en la misma un Principio Divino que, aunque pervertido por la ignorancia, tiene el Poder de ennoblecer al hombre e impulsarlo siempre más arriba sobre la simbólica escalera del sueño de Jacob, que une la Tierra de la materialidad y de la ilusión con el Cielo de la realidad espiritual.

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