GRADOS MASÓNICOS

ALDO LAVAGNINI

Se diferencia la Masonería de las demás sociedades profanas por el hecho de ser una Orden a la vez progresiva y gradual: un camino ceremonial y simbólico de progreso, que se verifica por medio de etapas o grados sucesivos, cada uno de los cuales es un conjunto simbológico, y se confiere observando determinadas re¬glas y ceremonias alegóricas.
Las ceremonias que acompañan cada grado constituyen una parte inseparable del mismo, en cuanto definen simbólicamente, en una forma exterior, la naturaleza del progreso interior, espiri¬tual y moral que ese grado indica y señala. En otras palabras, el ceremonial de cada grado es una especie de fórmula iniciática, cuyo significado y valor trasciende la importancia del momento, y también su colección puramente formal, presentándole al reci¬piendario todo el programa de una vida renovada, que será su privilegio y deber reconocer y realizar.
La adquisición exterior de un determinado grado tiene un valor muy relativo, cuando no se comprenda su verdadero significado interior y no se ponga todo esfuerzo para vivir a la altura del ideal y de la nueva orientación espiritual que nos indica: es una fórmula que, en ese caso, no se aplica, usándola con referencia a nuestros propios valores vitales internos, con objeto de levantarlos y ponerlos siempre más en evidencia, una oportunidad de progreso que se nos depara, sin que la aprovechemos, y también una responsabilidad que podemos tomar muy ligeramente, sin conformarse con los requisitos y cumplir con los deberes que la acompañan.
Adquirir un grado masónico cualquiera es algo más que tener derecho a ciertos privilegios, o bien la vanidad de adornarse con sus insignias, sino que se trata en realidad de nuevos deberes y nuevas responsabilidades que precisa reconocer y cumplir y sin los cuales el grado verdadero —-aquel que se halla simplemente sim¬bolizado en la fórmula exterior— tampoco es conocido.
La vida humana es, pues, un camino, una senda de progreso constante que se efectúa superando continuamente determinados estados y condiciones interiores y exteriores. El progreso es la ley a la que siempre se halla sujeta, dado que cada etapa y toda condición de nuestra existencia, son sólo la base y la oportunidad para un nuevo paso adelante, por medio de su utilización y supe¬ración.
Todo progreso se efectúa, en cualquier campo, por medio de etapas o grados sucesivos, que son como las jornadas de un viaje y los pasos de un camino que nos es menester percurrir, Y los grados masónicos indican simbólicamente estas etapas progresivas de la existencia individual, en la que se nos abren siempre nuevas y mejores posibilidades, en proporción de corno sepamos utilizar de la mejor manera nuestras actuales oportunidades y capacidades.
El ceremonial de cada grado debe imponerse a nuestra más atenta consideración, por cuanto nos da, de una manera alegórica las lecciones que más necesitamos aprender en el momento actual, haciéndonos ver la naturaleza verdadera de los obstáculos y difi¬cultades que en cada paso hemos de superar, mientras nos indica las cualidades positivas o virtudes, desarrollando las cuales, única¬mente nos es dado superar y vencer. Aunque el significado de ese ceremonial pueda muy bien explicarse de una manera general, su significado y valor individual y actual, sólo pueden descubrirse por medio de su aplicación a la vida y a las experiencias que nos confrontan en cada momento, esforzándonos por hacer en ésta operativas todas las enseñanzas que podemos sacar de aquél. Así entendiéndolo se nos hará evidente su valor verdadero, siendo el conjunto simbólico de cada grado un manantial inagotable en que se nos descubren, por medio de la meditación, significados siempre nuevos y más vitales.
Cada uno de nosotros, como ya lo dejamos dicho, ha de ser en la vida primero y fundamentalmente aprendiz. Cuando cese de serlo, creyendo saberlo todo, esa misma creencia se hace una venda de ignorancia que le cubre los ojos, impidiéndole dar iluminadamentc aquellos pasos que pudieran hacerle progresar: su marcha se retarda y queda atrasado en el uso provechoso de sus mejores posibilidades, hasta que sus ojos no se abran, nuevamente en un más claro y profundo discernimiento de lo Real.
En cualquier etapa, fase y condición de la vida, el progreso estriba sobre todo en nuestra capacidad de aprender, reconociendo la finalidad interior de cada experiencia exterior, y esforzándonos en llenar las necesidades de ésta, por medio del desarrollo y empleo de nuestros propios valores, cualidades y talentos morales y materiales.
Es necesario, en cada paso, aprender y poner en práctica lo aprendido: adelantar nuestra facultad filosófica o capacidad de aprender (el pie izquierdo en la marcha simbólica del primer grado), para luego avanzar al mismo punto reclámenle nuestras facultades activas y volitivas (que representan el pie derecho), poniendo en práctica nuestros propósitos y conformando y apare¬jando la acción con el pensamiento.
Sobre esta base de constante aprendizaje, firmemente establecido en nuestra actitud y en nuestro carácter, que nos enseña en cada momento a desbastar nuestra piedra para estar a la altura de todas las condiciones que se nos presenten externamente, podemos levantar con seguridad la superestructura de nuestro progreso ulterior; mientras sin esta fundación, perfectamente sólida e inamovible; todo esfuerzo exterior carecería de valor y estabilidad, y toda tentativa de hacer progresar la elevación del edificio de la vida individual, representaría un nuevo peligro para nuestro estable equilibrio. Por esta razón el grado de aprendiz es destinado a ser siempre la base firme y segura de cualquier progreso masónico, de todo adelanto constructivo: cualquier labor masónica individual y colectiva, realmente proficua estriba en su reconocimiento.
El compañerismo que se levante sobre la base de este apren¬dizaje incesante puede compararse con la parte visible de un edificio, concebida con armonía de acuerdo con un pían hermoso y realizada con genial habilidad, que se vaya elevando sobre los firmes cimientos que se pusieron y que siguen soportándola. De nada serviría la genialidad artística, para producir obras perdurables, cuando se descuidara la solidez de la base destinada a sostenerla; de la misma manera, el progreso intelectual que re-presenta el grado de compañero, para ser constructivamente fecundo y productivo, tiene que levantarse sobre los firmes cimien¬
tos del carácter, por medio del progreso moral, que simboliza el desbastamiento de la piedra individual en el grado de aprendiz.
Los beneficios innegables de la cultura, de la ciencia y del arte, sólo pueden fomentar el progreso humano y ser factores de real mejoramiento social como individual, cuando se apoyen sobre un grado correspondiente de firmeza, solidez y seguridad moral. Cuando no hubiera esta base, todo nuevo adelanto puramente cultural se hará un factor más bien destructivo de la solidez del edificio que se quiere levantar.
Ciencia, cultura y genialidad han de ser compañeras del pro¬greso de las costumbres y de los ideales éticos de la vida; deben acompañarse con un siempre mejor desarrollo del individuo y de su sentido de solidaridad humana que lo hacen socio solidal de la propia solidez de la sociedad a que pertenece. El hombre ha de ser homo humanus en toda la nobleza de este término; o sea miembro de la humanitas, cuya esencia y razón de ser estriba en el esfuerzo constante, incansable de concebir un ideal siempre más elevado y trabajar sin cejar para realizarlo.
El grado de Compañero es, pues, un grado que no puede existir de por sí: sólo tiene valor en cuanto se acompaña con el de Aprendiz, sin embargo, elevando su mirada hacia el porvenir, hacía el magisterio de la perfección, por medio del dominio y de la superación de todas las debilidades y deficiencias humanas. Siendo el grado de Maestro aquel que concentra en sí y representa la realización de todos los anhelos y de todas las aspiraciones ideales del hombre.
En el edificio simbólico del progreso humano, el grado de Maestro debe parangonarse a la parte arquitectónica que corona y cubre la elevación de los esfuerzos y progresos intelectuales, só¬lidamente establecidos sobre la fundación del carácter y de las cualidades morales. Este techo, arquitrabe o coronamiento, es el progreso espiritual, o sea el reconocimiento y desarrollo de las potencialidades divinas que se hallan ocultas y latentes en el hombre y que precisamente esperan el crecimiento interior que representan los dos grados anteriores, para poderse despertar y manifestarse a la luz de la conciencia.
Hiram, símbolo del principio espiritual y divino de la vida individual, muerto o dormido por el dominio adquirido indebi¬damente por las tendencias inferiores del hombre —su Ignorancia y demás malos compañeros que se le unen como factores destructivos de sus mejores posibilidades— ha de ser levantado o exaltado en
la propia conciencia íntima, adquiriendo nuevamente el dominio que por derecho le pertenece, y orientando así nuevamente la vida del hombre en su elevación del Templo de la Sabiduría, que es el propio Magisterio.
La rama de acacia que abre esta nueva etapa de progreso, indica la pureza y nobleza de las aspiraciones que únicamente la hacen .posible: todo aquel que haya puesto firmemente sus pies en la senda del Magisterio, se reconoce por su medio.
El magisterio simbólico de la Masonería es un emblema mara¬villoso de las sobrehumanas posibilidades que esperan al hombre, según camina fielmente y progresa con su mejor discernimiento en la senda del deber constituida por la vida ordinaria, eligiendo en todo momento lo que sea de por sí más noble, digno y ele¬vado, en lugar de ceder a las tentaciones ilusorias de las consi¬deraciones materiales, de lo que aparece más agradable o de mayor utilidad personal. No puede, pues, uno progresar en una etapa más elevada de la vida individual, mientras no haya des¬arrollado el correspondiente discernimiento de los valores en que se apoya y que sólo tiene el poder de conducirnos hacia la misma.
Así como la fe en el Bien es básica actitud o virtud que guía el progreso moral del Aprendiz y la esperanza en lo Mejor ilumina al Compañero en sus esfuerzos ideales e intelectuales, tan sólo el amor de lo que sea en sí más noble, digno y elevado puede conducir al maestro a realizar las divinas posibilidades; que representan dentro de su corazón, y en el anhelo que interiormente lo impulsa, la semilla y la promesa de su más glorioso porvenir.
En estos tres grados se encierra la substancia de toda la Doctrina Masónica, así como los medios que sirven para realizarla en la comprensión y en la vida individual, iluminando y guiando al que siga fielmente su simbólica enseñanza, aplicándola en sus propias experiencias y necesidades, en un camino de progreso constante e ininterrumpido. Esto no quiere decir que los grados sucesivos o superiores (que se llaman también filosóficos), constituyan una adjunta inútil y sin valor; sino que su valor e importancia, tanto individual como para la Orden, estriba en que realmente se levanten y se apoyen sobre los primeros, y sirvan para mejor comprender y vivir constructivamente sus enseñanzas. Coleccionar grados puede ser una inocente manía, comparable a la pasión filatélica; pero, entender y vivir, con el esfuerzo de llegar a ser lo que significan y encierran en alegorías hermosas y no siempre muy claras, es algo muy distinto. Llevar una con¬
decoración no es realmente poseer determinado grado, hasta que la enseñanza de esto no se ha hecho parte integrante del carácter y fíe la conciencia individual Es un privilegio que impone un deber, sobre el que descansa y que no puede ni debe tomarse a la ligera, pues noblesse oblige.
Por esta razón la solidez de la construcción masónica está precisamente en razón inversa de la rapidez con que se quiere y se pretende recorrer la serie de los grados; tanto más rápido sea el progreso, menor será la comprensión y más fácil la des¬ilusión. Los caminos demasiado fáciles pierden al mismo tiempo atractivo y valor, que estriban en el propio esfuerzo que nos per¬miten y promueven.
En el llamado rito escocés antiguo y aceptado 1 en 33 grados, los 30 grados que siguen a los primeros tres son en su mayoría puramente nominales. Aunque posean cada uno de ellos su propio ritual, su emblema, sus signos y ceremonias característicos, en realidad se han reducido prácticamente a los seis que describimos a continuación, que son aquellos que ordinariamente se trabajan, dentro de los cuales los demás pueden también comprenderse.
El cuarto grado, que lleva el nombre de Maestro Secreto es muy importante por su simbología, así como por sus enseñanzas y valor educativo: es un complemento de la maestría simbólica, enlazándose especialmente con la tradición hermética egipcia.
EÍ maestro se halla perdido entre los instrumentos que repre¬sentan las dos facultades superiores del Juicio y de la Compren¬sión, y busca un guía que pueda conducirle fuera de ese estado de oscuridad lleno de dudas y de temores. Para buscar a ese guía se le lleva a reflexionar dentro del sepulcro piramidal que guarda las cenizas del muy sabio y venerado arquitecto del Templo Salo¬mónico. Claro está que el guía que se busca no puede ser otra cosa sino la facultad de la Intuición que se acompaña con el Discernimiento de la Verdad, y que nos hace penetrar la realidad espiritual que se esconde en el propio corazón de la apariencia
1 El nombre escocés se deriva de la denominación de Maestros Escoceses, sinónimo de perfectos, con la que se designaron a sí mismos, en el siglo XVIll, algunos Maestros que pretendían estar en posesión del verdadero secreto masónico y de las más puras tradiciones de la Orden. En cuanto a' los atributos de "antiguo y aceptado" tienen su origen en la Gran Logia disidente de Inglaterra de los "ancients", activa especialmente en la segunda mitad de aquel mismo siglo.
fenoménica.
Ese corazón vital es un centro indestructible y permanente que se halla en toda cosa y en todo ser: cuando se descubra y se reconozca por medio del estudio, de la reflexión y del discerni¬miento, tenemos en nuestras manos la llave de marfil que nos hace .penetrar en el misterio de la naturaleza, abriéndonos el místico Santuario de la Eterna Realidad.
La propia Realidad Suprema y Divina (y por ende luminosa), está representada por un Delta o triángulo reluciente que encierra una estrella pentagonal, en cuyo centro o corazón encuéntrase la décima letra hebrea que, también representa el valor numérico
10. Esta letra es la primera del Nombre inefable de la Divinidad, que simboliza como "Mano" o poder creador. Aquí reconocemos el número diez, emblemático de la Perfección Divina, contenido dentro de la Unidad de la letra, de cuyo significado deben enterarse y penetrar todos los Maestros Secretos; y en el pentagrama vemos los cinco tanmatras en que se expresa ese Poder Creador. En cuanto al Delta indica la Divina Esencia y Substancia Primordial, de la cual todas las cosas derivan y en la cual están contenidas.
En el grado de Gran Elegido y Perfecto Masón (14º en la nomenclatura del Rito Escocés), la misma Divina Realidad se busca penetrando dentro de una bóveda subterránea, que repre¬senta aquella que según la tradición hizo construir el patriarca Enoch, después de otras ocho dispuestas la una sobre la otra, para preservar en aquélla el nombre secreto del Ser y el conoci¬miento de todas las ciencias y de todas las artes.
Este nombre secreto está grabado o formado, por medio de signos misteriosos que representan la Tétrada Sagrada de Pitá¬goras, en un triángulo de oro incrustado dentro de una piedra cúbica de ágata transparente y luminosa, emblemática de la propia perfección del hombre, cuya luz interna de esta manera puede revelarse, haciéndonos conocer o reconocer la Divina Realidad y su nombre, así como la manera exacta en que debe pronunciarse, o sea expresarse en cada uno de nosotros. En cuanto al conocimiento de las ciencias y de las artes, encuéntrase igualmente grabado en dos columnas, una de mármol (reconstruida de los pedazos en que se había encontrado) y la otra de bronce (que, tiene una forma algo torcida, a raíz de las catástrofes a las que hubo de quedar expuesta desde la época de las perdidas civilizaciones humanas hasta el día de hoy). La primera representa las ciencias y el estudio de la naturaleza, que tiene que reconstruirse continuamente de los muchos pedazos de la observación y de la experiencia, que se basan sobre la presentación fenoménica de la realidad, cuyos resultados son constantemente parciales y analíticos; la segunda es igualmente simbólica del arte o industria del hombre, que trabaja paralelamente con sus estudios, experiencias y conocimientos, esforzándose en imitar y perfeccionar la obra de la naturaleza. Está torcida a raíz de la imperfecta visión humana, hasta que no aprenda a ver y considerar las cosas en su luz más verdadera.
El grado de Caballero del Águila y del Pelícano, más cono¬cido con el nombre de Rosacruz o 18°, es una exaltación de la doctrina mística e iniciática del cristianismo, considerado desde su punto de vista más universal, por encima de toda limitación y estrechez dogmática. Su símbolo fundamental, la rosa en la cruz es maravillosamente fecundo por la variedad de interpretaciones y significados que puedan atribuírsele, por medio de la intuición y del discernimiento individual.
Representa a la vez el Anima Mundi extendida sobre la cruz del espacio y del tiempo o de los cuatro elementos, según la ex¬presión platónica; el .principio de la Vida que anima universal¬mente la materia, sólo en apariencia inerte y sin inteligencia; la propia Inteligencia Universal que se expresa en los tanmatras (los cinco pétalos de la rosa eglantina) o Mens que agitat molem; el Árbol de la Vida y de la Ciencia, en el medio de los cuatro ríos edénicos (los brazos de la cruz, que son corrientes de esa vida) ; la división zodiacal, por medio de la cruz de los solsticios y de los equinoccios, del círculo tiempo y de espacio, en cuyo centro hállase el Manantial Eterno de la Vida y de la Realidad; el Cristo
o principio redentor que se manifiesta o brota en el corazón del hombre o cristóforo que representa la cruz; el propio camino o sendero de la existencia y del progreso (el brazo vertical de la cruz), en cada etapa del cual el hombre debe enfrentarse con la pasividad de las condiciones negativas que derivan de su pasado (el brazo horizontal), esforzándose para manifestar y expresar la perfección divina (la rosa) que se halla latente en su corazón; la armonía y progreso espiritual que han de buscarse y hacerse efectivos en el medio de las contrariedades y adversidades externas; la unión filosófica y mística de la Religión y de la Ciencia, del Arte y de la Vida, de las experiencias del pasado y de las esperanzas e ideales para el porvenir.
En cuanto al Águila y al Pelícano son emblemáticos, respec¬tivamente, de la elevación intelectual y de las aspiraciones idealesdel hombre, que le dan las alas para subir filosóficamente a lasregiones más exaltadas de la Verdad; y la elevación moral que se manifiesta como benevolencia y altruismo. Pues, el pelícano está representado abriéndose el pecho, para alimentar con su propiasangre a sus siete hijuelos. Son los símbolos de la Sabiduría y delAmor, de la luz de la Verdad y del perfume de la Virtud, que solospueden conducir al hombre a reconocer y expresar lo mejor de sí mismo.
Las tres virtudes teologales —la Fe, la Esperanza y el Amor— que también caracterizan los tres primeros grados masónicos, ilu¬minan el Capítulo Rosacruz, por medio de las tres columnas trans¬parentes que se refieren a cada una de ellas. Y la espada que llevan los Hermanos y Caballeros, es el arma de la pureza y el poder de la Verdad, con las cuales únicamente se preparan a comba-tir y vencer.
La cena mística o ágape fraternal en que se reúnen ritual¬mente al terminarse cada tenida, es una expresión filosófica del mismo Misterio celebrado por Jesús con sus apóstoles en la tradi¬cional última cena: la comunión que íntimamente se realiza, por medio del místico entendimiento, con la substancia universal que simboliza el pan de la Verdad,, y con la conciencia, universal que representa el vino de la Vida, En el pan se halla, pues, presente el esfuerzo evolutivo de la materia o Madre Universal, que sube de la obscuridad del seno de la tierra para germinar y madurar enlaluzdeldía; yenelvinoo jugo de los frutos, la propia linfa de la tierra, animada por la vida vegetal, que la convierte en sangre.
En el grado de Caballero Kadosh (esta palabra quiere decir en el idioma hebreo santo o perfecto), relacionado con la leyenda histórica de la supresión de la Orden de los Templarios, y que los enemigos de la Masonería consideran como un grado exclusiva¬mente consagrado a la venganza y a todo género de conspiraciones y maquinaciones secretas, hay en realidad la exaltación del discer¬nimiento (cuya penetración victoriosa simboliza el puñal) y el esfuerzo hacia la perfección individual {que indican, a la vez, el nombre del grado y la doble escalera de la perfección moral y filosófica), por medio de los cuales el hombre se supera a s! mismo, vence sus propias pasiones —sobre todo la Ignorancia, el Fanatismo y la Ambición—, y de esta manera, se hace superior a cualquier tentación exterior. Con su aparato sombrío, en fuerte contraste con el grado de rosacruz, y con su negro color sobre el cual se destaca el argénteo de la luz, su simbolismo trágico es, sin embargo, muy apropiado para significar el vencimiento de la ilu¬sión y el triunfo sobre la muerte, el temor y cualquier condición negativa de la existencia.
El Príncipe del Real Secreto (grado penúltimo de la serie) se halla relacionado con el místico secreto de los alquimistas medioe¬vales, así como con las tradiciones relativas a la Mesa Redonda y el Santo Grial. Estudia las tradiciones religiosas de la antigüe¬dad aria y moralmente se empeña en ser un fiel y leal caballero, paladín de los principios ideales de la Orden; también estudia la organización del Rito Escocés, representada por un campamento filosófico, en el que se trata de coordinar y unificar —según su comprensión relativa lo permita— el significado y la enseñanza de todos los grados anteriores.
Soberano Gran Inspector es el título del 339 y último grado, cuyo objeto es especialmente el gobierno y la inspección de la Orden y del Rito en su conjunto. Representa simbólicamente la soberanía individual que el hombre adquiere como resultado de todos sus esfuerzos para progresar en el sendero de la Verdad y de la Virtud, realizando de esta manera la finalidad de regirse a sí mismo: pues, únicamente entonces puede estar el hombre capa¬citado para sabiamente regir y dirigir a los demás.
El poder se adquiere pues, leal y dignamente, sólo como resul¬tado del esfuerzo hecho individualmente, para elevarse y ennoble¬cerse intelectual y moralmente, llegando a la altura interior necesaria, para merecerlo y ejercerlo como es debido, o sea con objeto de servir y ayudar a nuestros semejantes. El cumplimiento de este deber es el único camino para llegar a tener ese divino derecho de la Soberanía, que nos da el uso del poder y la capaci¬dad de merecerlo, lograrlo y conservarlo.
La calificación de ilustres y poderosos, quese ledaalosHH.∴ a los que se haya conferido este grado, es, pues, como .toda la Ma¬sonería, simbólica: representa el primer atributo, la Verdad, a la que se supone hayan llegado, por medio de sus esfuerzos y del discernimiento adquirido; y el segundo la Virtud de obrar recta¬mente en la que estriba y se ejerce todo poder real.

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