ALDO LAVAGNINI
A tres pasos de la puerta, que se encuentra al Occidente, están situadas las dos columnas B.•. y J.•., emblema de los dos principios y de los pares de opuestos que dominan el mundo visible. La actividad combinada de estos dos principios aparece manifiestamente en el pavimento de mosaico en cuadros blancos y negros, que se extiende desde la base de las columnas hacia el Oriente, igualmente en forma de cuadrilongo, ocupando el centro del Templo.
El pavimento de mosaico es un hermoso emblema de la multiplicidad engendrada por la dualidad, constituida por los pares de opuestos que se encuentran constantemente el uno cerca del otro: el día y la noche, la oscuridad y la luz, el sueño y la vigilia, el dolor y el placer, las honras y las calumnias, el éxito y la desilusión, la dicha y la desdicha, etc. sobre estos opuestos, que se hallan sobre todos los caminos y en todas las etapas de nuestra existencia, el iniciado que ha gustado la Copa de Amargura debe marchar con ánimo sereno e igual, sin dejarse exaltar por las condiciones favorables ni reprimir por las apariencias desfavorables.
Por encima de esta visión dualística de la vida formada por pares de opuestos, se levanta el ara o Altar (etimológicamente “altura” o elevación), símbolo de la elevación de nuestros pensamientos, por medio de la cual percibimos la realidad trascendente que se esconde bajo la apariencia contradictoria, y llegamos a conocer la palabra, o sea la Verdad, que es propósito íntimamente benéfico de toda experiencia, siempre entendida para nuestro progreso y bien más verdaderos.
Las tres luces que se hallan sobre el ara, formando un triángulo equilátero, representan la necesaria correlación, que debe verificarse en nuestra inteligencia, entre la dualidad occidental (o fenoménica) de las columnas y la Unidad Oriental de la Verdadera Luz, por medio de la cual se realiza el ternario de la armonía y del perfecto equilibrio, sobre todos los extremos y las tendencias dualistas.
Entre estas luces tiene su lugar más conveniente el libro sagrado, símbolo de la Verdad que se encierra en la tradición, cuando sepamos convenientemente interpretarla por medio de nuestras facultades inteligentes, que representan la escuadra y el compás que sobreponemos a ese Libro para poderlo realmente comprender y medir en todo su alcance.
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