COOPERACION

ALDO LAVAGNINI

Elemento inseparable de toda actividad masónica es, además, el espíritu de cooperación, que sobre todo debe caracterizar la cualidad de Compañero. Aunque haya también una obra individual que a cada masón le incumbe llevar a cabo, de acuerdo con su particular comprensión de los ideales y objetos de la Institución, la Obra de la Masonería es esencialmente colectiva, y precisamente se hace posible y resulta realmente efectiva por medio de la individual y universal cooperación de sus miembros, unidos en su corazón por la fidelidad a esos ideales.

Cooperar es "obrar unidamente", o sea - trabajar en unidad - de espíritu, de intentos, de finalidades y de esfuerzos. Esto no significa que deba de haber una absoluta uniformidad en el punto de vista y en la visión individual de las inteligencias -o sea, la unidad planeada e impuesta de afuera y caracterizada por la unilateralidad y el fanatismo- sino más bien aquella unidad que se realiza por medio de la elevación de los puntos de vista individuales y limitados, y por la superación de estas limitaciones.

La cooperación masónica ha de ser, sobre todo, el resultado natural de tratar de elevar nuestra mirada ideal hacia los planes perfectos del G.•. A.•., cooperando a la realización de esos planes, según sean individualmente comprendidos, precisamente como lo muestra el signo del Compañero. Más bien que impuesta de afuera, tiene que ser, cuando menos hasta que sea posible, espontáneamente aceptada, deseada y reconocida de adentro, como aquello que nos pone en armonía con el Plan y nos depara el privilegio de cooperar para su realización.

Los puntos de vista son, pues, más divergentes en cuanto sean imperfectos y alejados de lo que es espiritualmente verdadero y real; se acercan y se unifican cuando éste sea el objeto esencial de la búsqueda y del esfuerzo. Buscando lo ideal y lo real, encontramos la Unidad; buscando la perfección de nuestro propio ideal encontraremos la unidad con el ideal también de nuestros compañeros y hermanos. Esta es la cooperación iluminada que se hace efectiva por medio de la cooperación, y que se realiza por medio de la Fe, de la Esperanza y del Amor.

Encontramos un ejemplo de esta cooperación ideal en la simbólica Construcción del Templo en la que se resumen y unifican todas las aspiraciones masónicas. El Plan de esta fábrica alegórica no puede sernos dado sino por la misma Inteligencia Creadora que ha planeado todo el universo en su conjunto, y establecido las leyes que rigen la existencia, actividad y evolución de cada ser, de cada átomo y de cada cosa. Si nos ponemos interiormente en armonía con esta Inteligencia (nuestro primer deber en la iniciación como aprendices) encontraremos también nuestro lugar en ese Plan, y también adquiriremos el conocimiento de aquella parte del mismo Plan que particularmente nos concierne.

Identificando por el momento la construcción de ese Templo con la actividad masónica, sabemos que empezamos con participar en la misma por medio del trabajo que logramos hacer sobre nuestra propia piedra individual, "desbastándola y acercándola a una forma en relación con su destino". Únicamente cuando las piedras individuales hayan sido así trabajadas (rectificadas por lo que se refiere a sus ángulos y aristas, alisados con relación a sus caras), pueden tomar un lugar estable y cumplir con su finalidad constructora en el edificio al que naturalmente pertenecen, y con el cual así se identifican. Las piedras que toman su lugar y mutuamente cooperan a la estabilidad del edificio: he aquí el verdadero sentido de la cooperación masónica.

Cada obrero tiene asignada una tarea particular que consiste, al inicio; en "desbastar la piedra bruta, ajustándola a una forma en relación con su destino". Se trata aquí de un trabajo individual, hecho por cada cual según su visión particular y por medio de sus propios esfuerzos, en el que tiene que desarrollarse, y manifestarse libremente su genialidad artística.

Cada cual trabaja su piedra según su propio Ideal y visión particular, que no es otra cosa que el modelo y las justas medidas que le han sido asignados por el Arquitecto, que él ha aceptado libremente por estar conformes con su especialidad o facultad de visión individual.

Todas las piedras labradas se transportan así al lugar de la Construcción, en donde hay Obreros expertos y Maestros Constructores que conocen perfectamente el Plan del Arquitecto o la parte del mismo que particularmente les concierne y que se encuentran en condición de poner cada piedra en el lugar previamente determinado. Así el edificio se levanta con la cooperación de todos, y se hallan a la vez expresados el Plan General del Arquitecto y la habilidad y genialidad individual de cada obrero, igualmente factores necesarios e indispensables de su actual realización.

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