CONCEPTO DE LA MASONERÍA

FORD NEWTON

Temo que no veáis su importancia substancial, para lo cual se exigen ciertas condiciones que no todo el mundo posee. Creedme, no se trata de un montón de piedras insensibles, sino de una cosa viviente.

Cuando se cruza su umbral se oye una música parecida a la de un gran poema; pero, si se escucha más atentamente, se verá que allí cantan los corazones de los hombres entonando la música de las almas humanas. Y, si tenéis ojos para ver, contemplaréis su templo, misterio de formas y sombras múltiples, que se yerguen del pavimento a la cúpula, obra maestra de la arquitectura.
Sus pilares se levantan a manera de recios torsos heroicos; en torno a sus baluartes, se moldea, se fortifica e impregna de aire libre la suave carne de los hombres; ríen rostros de niños en cada piedra angular; las enormes arcadas y bóvedas son manos entrelazadas de cama-radas; y, en las alturas, están grabados los innumerables pensamientos de todos los soñadores del mundo. Y todavía se sigue construyendo, cada vez más arriba, más hacia las nubes.
A veces se continúa el trabajo en densas tinieblas; a veces, a la luz cegadora del sol; ora bajo la presión de una angustia inexplicable; ora al compás de grandes risas o de griteríos heroicos cual voces de trueno. A veces, en el silencio augusto de la noche, se percibe el lejano martilleo de los compañeros que trabajan en la cúpula, de los camaradas que han escalado primero el templo.
C. R. Kennedy, The Servant in the House.

CAPÍTULO I
CONCEPTO DE LA MASONERÍA
I

Qué es, pues, la Masonería, y qué labor realiza en el mundo? Según las Antiguas Obligaciones, la Masonería es “una institución honorable y antigua: antigua, porque existe desde tiempo inmemorial; honorable, porque por natural tendencia, sus miembros obedecen sus preceptos. Tan elevado ha sido su crédito que en todas las épocas han intervenido en sus trabajos los grandes monarcas, quienes no se han rebajado cuando tomaron la paleta en vez del cetro para patronizar nuestros misterios y asistir a nuestras asambleas”.
Y si bien los mismos hechos justifican este elogio, no nos dicen qué es la Masonería, ni mucho menos cuál es su misión y ministerio en la humanidad. Ahora bien, según una definición antiquísima, la Masonería es “un sistema de moral velado con alegorías e ilustrado por medio de símbolos”; lo que, si bien se acerca a la verdad, no nos da una idea exacta de su fraternidad ni de su influencia. También se la define diciendo que es “una ciencia que tiene por objeto buscar la verdad divina” (Symbolism of Freemasonry, Dr. Mackey), lo que no nos satisface por su vaguedad y porque considera como carácter exclusivo de la orden el que sea una ciencia que busque la verdad divina, cuando todas las ciencias la buscan también.
Otro autor define la Masonería afirmando que es “Amistad, Amor e Integridad: Amistad por encima de las ficticias distinciones de la sociedad, de los prejuicios religiosos y de las condiciones pecuniarias de los individuos; Amor que no decae ni conoce límites, ni desigualdades; Integridad, que liga al hombre a la eterna ley del deber” (History and Philosophy of Masonry, por A. C. L. Arnold, cap. XVI: Decir que un hombre, por ejemplo, Sócrates, fue masón porque sentía la amistad es verdad en cierto sentido, pero no lo es en otro. Sin embargo, no se es masón hasta tanto que se tiene este espíritu, a pesar de que se haya llegado al grado treinta y tres). Tal es, indudablemente, la esencia primerísima y el espíritu de la Masonería; pero hay que tener en cuenta que la Masonería no monopoliza ese espíritu, y que su carácter único consiste, principalmente, en la forma con que trata de encarnar y expresar el espíritu elevado inspirador de toda vida humana superior. La Masonería no lo es todo; es una cosa tan clara y precisamente modelada como una estatua de Fidias o un cuadro de Angelo. Las definiciones son a veces perjudiciales, pero, viéndonos obligados a definir, adoptamos las palabras del Handbuch o Manual alemán (Vol. I, pág. 320. El Handbuch es una enciclopedia de la Masonería, publicada en 1900) por considerar que son las más acertadas:
“La Masonería es una actividad emprendida por hombres íntimamente unidos que, empleando formas simbólicas sacadas principalmente del oficio de albañil y de la arquitectura, trabajan por el bienestar de la humanidad, esforzándose por mejorarse a sí mismos y mejorar a los demás, con objeto de constituir una liga universal de la humanidad, de la cual creen 3er actualmente una pequeña representación”.
La civilización no empezó hasta que el hombre supo construir sus viviendas, de modo que el arte de la construcción es el más antiguo de los oficios y artes humanos. La Religión tomó forma externa cuando los hombres erigieron por primera vez un altar para hacer sus ofrendas, lo circundaron de un santuario de fe y de temor y depositaron un montón de piedras para señalar el lugar en que reposaban sus muertos. La Historia es más moderna que la arquitectura. La idea y el arte de la construcción han constituido la base de una Orden cuyo único objeto consiste en eregir el templo de la Fe, de la Libertad y de la Amistad humanas; de una Orden que, al tratar de ennoblecer y embellecer la vida, encuentra en la constante labor del hombre su sentimiento de unidad, su visión de que la vida es como un templo en construcción y sus emblemas de las verdades constituyen la pureza de carácter y la estabilidad de la sociedad. De este modo labora la masonería íntimamente relacionada con el genio constructor de la humanidad, invulnerable a todos los ataques mientras sea fiel a su Ideal.
Una de las cosas que más nos conmueven e impresionan de la historia humana es que todos los pueblos han venerado ciertos ideales. Las Guildas se fundaron para cultivar los intereses del arte, la ciencia, la filosofía, la fraternidad y la religión; para conservar el preciado patrimonio de la humanidad con tanto esfuerzo conseguido; para educar a los hombres en su servicio; para aportar su fuerza al sostenimiento de la vida común humana e infundir en ella la gloria luminosa del Ideal, del mismo modo que el sol, al atravesar una nube sombría con sus rayos, evoca la magia del color y esparce por la tierra parda un haz luminoso. Tal es la Masonería, que une todos estos elevados intereses y aporta a su servicio una gran fraternidad de hombres libres y abnegados constituida sobre los cimientos de la fe espiritual y del idealismo moral, cuya misión es hacer amigos a los hombres, refinar y exaltar sus vidas, intensificar su fe y purificar sus sueños, para que rindan homenaje a la verdad, a la belleza, a la justicia y al carácter. La Masonería es una de las formas que toma la Vida Divina en la tierra, y no una institución, ni una tradición, ni una sociedad, y nadie podrá definir su espíritu exaltado, su orden benigna, su influencia que levanta el edificio de la raza.
Generalmente se cree que la masonería es una sociedad secreta, porque, tanto los ritos empleados en las iniciaciones como los signos y toques con que sus miembros se reconocen entre sí, son secretos. Y así se ha llegado a suponer que los objetos fundamentales de la Orden se enseñan ocultamente (Sobre el secreto de la Masonería se ha escrito muchísimo. Hutchinson lo explica diciendo que es un medio de hacer más suave la caridad - Spirit of Masonry, X conferencia -. Pero Arnold está más acertado al citar en su “Filosofía del Misterio” las palabras escritas por Carlyle en el Sartor Resartus: “Las abejas sólo trabajan en la oscuridad; los pensamientos, no se despiertan más que en el silencio, y la virtud, sólo labora en secreto” -History and Phílosophy of Masonry, cap. XXI -. Pero ninguno de ellos parece comprender la psicología y pedagogía del secreto, el valor de la curiosidad, la maravillosa expectación ante las grandes verdades, que se consideran, por su antigüedad, lugares comunes. El verdadero secreto de la Masonería sigue siendo indescifrable para muchos en este aspecto, a manera de un sol que oculta las profundidades del cielo), cuando lo cierto es que su único secreto consiste en que no tiene ningún secreto, puesto que sus obras han difundido sus principios. Sus propósitos y leyes son conocidos de todo el mundo, como asimismo sus locales de reunión. La orden, para la que han transcurrido ya los días de persecución en que todas las ideas elevadas se amparaban en el misterio, no se adhiere ahora a los ritos secretos para ocultar la verdad, sino para enseñarlos de modo que causen mayor impresión, para educar a los hombres en su servicio puro y para promover la unión y la amistad en la tierra. Sus signos y toques forman un lenguaje universal, y son un pretexto para practicar la caridad y facilitar la ayuda prestada sin herir la dignidad humana (Léase el hermoso capítulo sobre “La oración como obligación masónica” de la obra de Samuel Lawrence Practical Masonic Lectures -Décima conferencia -). Y si algunos ingresan por curiosidad en ella se quedan en ella para orar y no la abandonan porque todos se saben miembros de una gran fraternidad histórica constituida por los que buscan y encuentran a Dios. La Orden es antigua, porque es verdadera, pues ya habría desaparecido si hubiese sido falsa. Cuando los hombres practiquen sus sencillos preceptos, serán descubiertos los inocentes secretos de la Masonería, porque su misión se habrá ya 'realizado y su labor habrá terminado.

II

Si se recuerda el énfasis de las precedentes páginas, no creemos que se necesite añadir que la Masonería no es un partido político y menos aún una sociedad organizada para producir agitaciones sociales. Los hombres irreflexivos, impacientes y ambiciosos han ridiculizado la Masonería, porque se mantiene apartada de todo partidismo y de todo plan particular de reforma social. Podemos dividir a sus críticos en dos categorías: Primera: los que sostienen que el ideal humanitario es un error, diciendo que la naturaleza humana no tiene aptitudes morales y que sólo puede salvarse si se somete a un definido sistema dogmático; y Segunda: los que buscan la salvación exclusivamente en la acción política y social y viven con la ilusión de que los hombres pueden mejorarse emitiendo leyes y contando votos. La Masonería no tiene para estos últimos atractivo alguno, porque no permite la política y menos aún los rencores de partidos. Los que defienden el primer punto de vista han combatido a la masonería acremente, mientras que quienes sostienen el segundo la miran con desprecio como a cosa inútil a la que no vale la pena de combatir (Léase la meditada Exposition of Freemasonry del Dr, Paul Carus, Open Court, mayo de 1913).
Ninguna de las dos categorías de adversarios comprende lo que es la Masonería ni su culto al amor creador de la humanidad, al amor de cada hombre a su camarada, por encima de todos los dogmas. Pongamos ahora las cosas en su sitio. Todo el mundo está conforme en que debemos laborar por la rectitud, en que debemos tener sed de una vida social verdadera y pura, justa y misericordiosa; pero es ceguera creer que todo se pueda hacer en un santiamén. ¿Qué es lo que retarda tan trágicamente la marcha del hombre hacia un orden social mejor? Ahora como siempre se hacen numerosos planes de reforma y mejoramiento de la humanidad. ¿Por qué no triunfan estos planes? Algunos, fracasan por su imprudencia y por fiarse demasiado de la naturaleza humana sin tener en cuenta los hechos innegables. Pero ¿por qué motivo los planes bien elaborados realizan tan poco de lo que se propusieron quienes los concibieron? Porque no existe un número suficiente de hombres que poseen alma delicada y suficiente largueza de simpatía, dulzura de carácter y nobleza de naturaleza para que el sueño se pueda realizar.
El único argumento contra la realización de una justicia elevada es que los hombres no la quieren e interponen los obstáculos de su indolencia, impureza, codicia, injusticia, mezquindades de espíritu, agresividad a la autoridad y, sobre todo, sus celos, envidias y desconfianzas contra la noble aspiración social de la humanidad. Muchos hombres tratan de levantarse más arriba que nadie, sin tener en cuenta a los demás, para buscar su propia gloria. Ibsen ya dijo que los Pilares de la Sociedad que descansan sobre frágiles fundamentos, se desploman hiriendo a los inocentes al caer. Ya hace mucho tiempo que se dijo que “con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará; y con ciencia se henchirán las cámaras de todo bien preciado y agradable” (Proverbios, XXIV, 3-4). La experiencia ha demostrado que la Casa de la Sabiduría debe edificarse sobre cimientos de rectitud, justicia, pureza y carácter, como asimismo en la fe en Dios y el amor humano, porque de lo contrario se derrumbará en cuanto las aguas la azoten y la sacuda el viento. Para que nuestras ideas sociales se realicen no hay que hacer más leyes, ni fundar más dogmas, ni cohibir la libertad, sino formar hombres mejores, de alma más pura y más fiel, que sientan ideales más elevados y sean más íntegros; hombres que amen la justicia, que honren la verdad, que adoren la pureza y aprecien la libertad, para asegurar la virtud y estabilidad del orden social.
Por lo tanto, la Masonería realiza su obra fundamental en pro de todas las elevadas empresas, cuando dedica sus energías e influencias benignas a ennoblecer las almas de los hombres, en vez de identificarse con proyectos particulares de reforma de la humanidad y verse envuelta en el estruendo interminable de las disputas, lo cual haría que se apartaran de su seno quienes trata de redimir. Mientras la Masonería triunfe, todas las causas nobles triunfarán; cuando la Masonería fracase, fracasarán todas las causas nobles. La Masonería rinde su mejor servicio a la humanidad y al Estado (Si bien la Masonería abjura de toda cuestión política dentro de sus logias, trata al mismo tiempo de crear buenos ciudadanos, influyendo en la vida pública por la calidad de sus miembros, como por ejemplo, Washington, Franklin y Marshall, los cuales encarnaron el espíritu de la Masonería en la ley orgánica de la república americana. La política no es lo que corrompe el carácter; por el contrario, es el mal carácter el que corrompe la política. Por esto, cuando la Masonería forma caracteres, está levantando el edificio de un estado perdurable, edificio más noble que los fabricados de mármol - The Principles of Freemasonry in ihe Life of Nations, por Findel -) al comprender a los individuos dentro del círculo de su gran fraternidad, al exaltar su fe, refinar sus ideales, ampliar sus simpatías y colocarles en el gran sendero blanco. La Masonería no es un reformatorio, sino un centro de fuerza espiritual y de moral que, no sólo emplea su fuerza en proteger a las viudas y a los huérfanos, sino también en la empresa más importante aún de acabar con la causa de su dolor, haciendo generosos, justos y buenos a los hombres. ¿Quién podrá medir esta silenciosa, persistente e incansable labor? ¿Quién describir su valor en este mundo de odios, disensiones, amarguras y tristezas?.
Ni que decir tiene que nos encontramos en el pináculo, en el centro de una revolución desconcertante de la vida social e industrial, que hoy conmueve a Inglaterra; mañana, hace temblar a Francia, y la próxima semana alarma a América. Los hombres piden menos horas de trabajo, sueldos mayores y mejor habitación; pero, aunque todo esto es muy necesario, es más preciso aún que se amen entre sí; porque las divergencias de las disputas no se arreglan en ambientes de hostilidad. Si alguna vez se llega a un acuerdo justo, ha de ser en un ámbito de amistad y respeto mutuos, como el que trata de crear la Masonería. Por la dignidad del hombre hay que hacer un llamamiento al sentido moral y a la inteligencia, para resolver los conflictos entre las naciones y las luchas de clases. Y en medio de la amargura de estas luchas la Masonería une, por ser hombres, a todos los humanos ante el altar en que pueden hablar y no luchar, discutir y no disputar, aprendiendo cada uno el punto de vista de su compañero, porque nosotros sólo esperamos del espíritu de amistad y la equidad, de la democracia y de la fraternidad. Y, una vez que este espíritu se haya inculcado en la humanidad, se producirán grandes reconstrucciones, provechosos actos de abnegación, hazañas fraternales y generosas que conviertan la vida humana en una cooperación triunfante, bella y alegre en todo el planeta.
Obra en esto la Masonería con gran sensatez, porque, en lugar de aspirar a ser un factor más de este mundo de feudos faccionales, trata de acabar con todas las hostilidades originadas por las diferencias religiosas, sociales y nacionales; ayuda a calmar la altivez del rico y apaciguar la envidia del pobre, y tiende a establecer la paz en la tierra templando los fanatismos y los odios, resultado de la variedad de lenguajes, razas, credos y colores, mientras se esfuerza al mismo tiempo en que la sabiduría antigua sea provechosa para la época moderna. La Masonería no es un partido, ni una secta, ni un culto, sino una gran orden de hombres escogidos, iniciados y juramentados para hacer prevalecer la razón y la voluntad de Dios, una orden que combate infatigable contra las antiguas enemistades .e inhumanidades, sin venganzas ni violencias, suavizando los corazones de los hombres e induciéndoles a mejorar su carácter. ¿Tiene comparación acaso nuestra lucha trivial e impotente con la guerra encarnizada que emprendió la Orden venerable desde hace siglos y que seguirá desarrollando cuando hayamos caído nosotros en el polvo?.

III

Así como la Masonería es más que un partido político o un culto social, también es más que una iglesia, a menos que definamos la iglesia con las palabras de Ruskin: “La verdadera iglesia se encuentra doquiera que una mano se tienda para ayudar a un semejante, y esta es la única y verdadera madre iglesia que existió, existe y seguirá existiendo indefinidamente”. La Masonería no es una religión, es la religión, es un culto en que pueden unirse todos los hombres, para que cada cual participe de la fe de los demás. Se ha objetado con frecuencia que hay quien abandona la Iglesia y entra en la Logia Masónica, encontrando en ella su morada religiosa; pero en este caso la culpa no es de la Masonería, sino de la Iglesia, tanto tiempo difamada por la intolerancia y distraída por su odio sectario, que ha aceptado dogmas abstractos imprescindibles para pertenecer a su fraternidad (No pocas confusiones han existido y existen respecto a la relación de la Masonería con la religión. El doctor Mackey opina que el antiguo Oficio masónico era sectario - Symbolism of Masonry -; pero no lo era tanto como el mismo Dr. Mackey quien sostiene que la religión de los hebreos es la legítima y que la de los egipcios es espúrea. No existiendo pruebas evidentes de que el antiguo Oficio masónico fuera sectario, sino, todo lo contrario, como se habrá podido ver por las invocaciones de las Antiguas Obligaciones. Y, aunque fuera así, la masonería dejó de ser sectaria desde que se organizó la Gran Logia de Inglaterra. Más tarde, algunos sacerdotes de la orden trataron de que la Masonería se identificase con el Cristianismo. Todas estas confusiones provienen de la incomprensión de lo que es la religión. Las religiones son muchas; la Religión, una sola, es la vida de Dios que se expresa en el alma del hombre en todas las formas del amor, de la vida y del deber. Este concepto de la religión quita todas las espinas de las flores silvestres y nos muestra que es la inspiración de toda investigación científica, de toda lucha por la libertad, de toda virtud y caridad. La religión es el espíritu de todo pensamiento, el motivo de toda gran música, el alma de toda la literatura sublime. La iglesia no tiene el monopolio de la religión, ni ésta se inventó con la Biblia. Todo lo contrario, la religión, esa confianza sencilla y natural del alma en un Poder que está por encima de ella y dentro de ella, fue la que creó la Biblia y la Iglesia, como todas las manifestaciones superiores de la vida humana. El Alma del hombre es superior a todos los libros, más profunda que todos los dogmas, más duradera que todas las instituciones. La Masonería trata de libertar a los hombres del concepto limitativo de la religión acabando de este modo con una de las causas principales del sectarismo. Y como es en sí una de las formas de belleza modeladas por el alma humana inspirándose en la Belleza Eterna también es religiosa). Muchos hombres religiosos se han visto obligados a salir de la Iglesia porque se les exigía que creyesen lo que no podían aceptar, y, antes que sacrificar su integridad, preferían separarse de donde jamás deben apartarse los hombres. La parte más bella de la masonería es su llamamiento a la fraternidad, y no a la tolerancia; a la unidad de espíritu entre las variedades de opinión, y no a la uniformidad. En vez de criticar a la Masonería, deberíamos dar gracias a Dios de que haya un altar ante el que no se pide al hombre que renuncie a su libertad de pensamiento para que sea un átomo más en la masa de sectaria aglomeración. ¿Qué mayor testimonio del valor de la orden que el que una a hombres de todos los credos en las verdades que están por encima de toda secta y de toda doctrina y que son la gloria y esperanza de la humanidad?.
A pesar de que la Masonería no es una iglesia, ha conservado religiosamente algunas cosas importantes para la Iglesia, entre ellas el derecho de toda alma individual a tener su propia fe religiosa. Manteniéndose por encima de las sectas y los credos, ha enseñado a todos ellos cómo deben tolerarse y respetarse, sosteniendo un principio más amplio que los suyos: el de la santidad del alma y el deber de reverenciar o de considerar, por lo menos caritativamente, todo cuanto los demás hombres creen sagrado. La Masonería es como las criptas de las antiguas catedrales, el lugar en que se reúnen y encuentran hombres de todos los credos, que anhelan algo más profundo, más verdadero, más nuevo y más antiguo de lo que hasta entonces conocen. Al desechar todas sus ideas pueriles, los hombres se encuentran unidos por una fe profunda e infantil, aportando cada uno su propia perla de gran precio a la cripta sosegada:
“El indo su innata incredulidad en este mundo y su inquebrantable creencia en el otro mundo; el buddhista su percepción de una ley eterna, su sumisión a ella, su mansedumbre y su compasión; el mahometano su sobriedad; el judío, su adhesión, tanto en los buenos como en los malos días, al Dios único, que ama la justicia y cuyo nombre es “Yo Soy”; el cristiano, nuestro amor a Dios, llámesele como se quiera, manifestado en nuestro amor humano, nuestro amor a los vivos, nuestro amor a los muertos y nuestro amor al amor inmortal. ¿Quién sabe si la cripta del pasado llegará a ser la iglesia futura?” (Virutas de un Taller alemán, Max Müller).
La Masonería, que no es obra exclusiva de ninguna época, pertenece a todas las épocas y, sin adherirse a religión alguna, encuentra grandes verdades en todas las religiones. La Masonería ostenta la verdad común a las religiones superiores, la verdad básica de todas ellas, la fe subyacente en todas las sectas, que forma la bóveda de todos los credos, de igual modo que el cielo arriba y el lecho del río abajo ve el fluir de los años mortales. La Masonería no trata de explicar o dogmatizar sobre los misterios que la mente humana no puede comprender, pues no va más allá de los hechos de fe, y no tiene, por lo tanto, nada que ver con las sutilezas de investigación concernientes a estas verdades y las envidias y disputas que originan. Ahí empiezan las divisiones, y la Masonería no se fundó para dividir a los hombres, sino para unirlos, dejando que cada hombre piense libremente en lo que quiera y que forme por sí mismo su concepto de la verdad. La Masonería no hace hincapié más que en dos principios extremadamente sencillos y profundos: el amor a Dios y el amor al hombre. Por esto ha sido y es en todas las épocas un lugar en donde convergen todos los hombres sean cuales fueren sus ideas y una profecía de la unión final de todas las almas abnegadas y reverentes.
Hubo un tiempo en que un hombre concebía un dogma y sostenía que era la verdad eterna. Otro hombre hacía lo mismo, pero con dogma diferente, y, entonces, empezaban a odiarse mutuamente, y cada cual trataba de imponer su dogma a su rival. Este es el epítome de algunas de las páginas más sombrías de la historia. La Masonería levantó su protesta contra estos viejos sectarios que substituían la intolerancia por la caridad, la persecución por la amistad y no amaban a Dios porque odiaban a sus prójimos. Un cambio inmenso producido por el intercambio de pensamientos y de relaciones personales se está realizando en el mundo religioso. Las sectas, que hasta ahora se consideraban enemigas, están aprendiendo a unirse en cosas de verdadero valor y se sienten, por lo menos, abiertas a los debates y a la discusión. Es decir, que se están colocando en la posición masónica, y cuando esto suceda, la masonería será testigo de un suceso que había profetizado hace siglos.
Las antiguas rivalidades existentes entre las sectas han de terminarse al fin y al cabo, olvidadas. Cuando se descubra que los hombres justos y de buen corazón pertenecen a una sola religión y cuando caigan las máscaras de la incomprensión, los hombres se amarán mutuamente y nuestros pequeños dogmas dejarán de existir, perdidos en la visión de una verdad, tan grande, que todos los hombres se sientan uno en su pequeñez y, también, uno en su certidumbre de la divinidad del alma y de “la bondad del misterioso Padre de los hombres”. Entonces, no se preguntarán los hombres cuál es su credo, sino cuál es su necesidad.
Y sobre todos los dogmas que dividen, sobre todas las intolerancias que ciegan, se escribirán las sencillas palabras de la única religión eterna: la Paternidad de Dios, la fraternidad humana, la ley moral, la ley de oro y la esperanza de una vida eterna.
Nota.-No hemos creído pertinente tratar aquí de la tan debatida cuestión de los Landmarks o límites que no debe traspasar la Francmasonería sobre los cuales la literatura existente es más voluminosa que luminosa. El número de Landmarks, que, según Findel, deben ser cuatro (Spirit and Form of Freemasonry), son veinticinco según el Dr. Mackey (Lexicón of Freemasonry), como pudieran ser sesenta, pues depende del punto desde donde se considere la Orden. Un Landmark no quiere decir otra cosa que un límite allende el cual no puede ir la Masonería y dentro del cual debe trabajar, una línea dibujada contra toda innovación subversiva del espíritu y propósito de la Fraternidad. Los Landmarks de la Francmasonería son, sin duda alguna, sus principios fundamentales más importantes, y no un uso o costumbre, ni mucho menos meros detalles de organización, salvo en el caso de que sean idénticos a su misión e indispensables para la realización de la misma.
Con frecuencia se han elevado al rango de Landmarks costumbres o tradiciones de uso relativamente reciente, sirviéndose de ellas como de barrera para excluir a nuestros hermanos. De ahí que algunos masones de cierta parte del mundo se nieguen a reconocer a sus compañeros, porque no usan las mismas palabras exactamente. Este es un exótico producto del libre espíritu de la Masonería, cuyo objeto es, o por lo menos, debería ser, hacer de los hombres amigos y compañeros de trabajo. Si se quieren los lectores informar de la literatura del asunto desde el punto de vista legal, no encontrarán cosa mejor que las conferencias del Hermano Roscoe Pound (Masonic Jurisprudence); y. si es de un modo general, el capítulo publicado en Speculative Masonry, del Hermano A. S. MacBride, de la Logia Progreso de Glasgow, noble y sabio maestro, cuyo libro es una de las joyas de la literatura masónica.

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