ACTIVIDAD MASONICA

ALDO LAVAGNINI

La puntual y fiel asistencia a los trabajos simbólicos que se realizan en la Institución, constituye la primera y fundamental actividad masónica. No puede, pues, considerarse masónicamente despierto o activo quien limite su actividad masónica al envío regular de la contribución que la Logia a la que pertenece haya fijado para sus miembros, evadiendo el primero y más esencial deber de su presencia en las tenidas del Taller del que se hizo miembro.
En ningún lugar, y especialmente en nuestra Orden y en la condición de masón, como lo indica este mismo nombre, puede uno recibir sino en la medida en que dé. Primero precisa dar, después puede uno esperar de la Ley el premio o salario correspondiente, a condición de que no se preocupe demasiado de lo que puede o debe recibir, dado que, de otra manera, pudiera defraudarse a sí mismo de la compensación merecida.

Todo Masón debe, pues, preocuparse únicamente de lo que puede y debe dar, y por lo que se refiere a su salario o resultado de sus esfuerzos, sea personalmente o como obra realizada, debe dejarlo por entero a la Ley de Compensación.

El Compañero debe especialmente ocuparse en cumplir su deber de dar a la Institución el tributo de su actividad y de sus talentos individuales, pues en esto especialmente consiste su trabajo de ayudar a los Maestros: el Camino que conduce al Magisterio es precisamente el desarrollo de la cualidad y capacidad de dar los mejores esfuerzos y la constante colaboración de una buena voluntad, para hacer una eficiente labor constructora.

Cuanto más se desenvuelve en la capacidad de dar, tanto más se acerca el Compañero a la cualidad de Maestro, en que se realiza la plenitud masónica, exaltándose en el Magisterio las capacidades activas y los talentos operativos que en el segundo grado simbólico deben de ser reconocidos y expresados.

Por el contrario, quien en la Masonería se esfuerza únicamente en sacar algún beneficio, ya sea de orden moral, intelectual o material, quedará para siempre en estado de Aprendiz y, además, difícilmente conseguirá efectivamente lo que busca, especialmente si se trata de ventajas y provecho personales.

Aquí, como en todos los campos, antes de poder recibir algo precisa haber aprendido a dar lo más posible y lo más desinteresadamente que se pueda.

Si toda la actividad de un Masón debe realizarse a la Gloria del Gran Arquitecto, con mayor razón lo ha de ser nuestra individual actividad dentro de la Institución, en la cual debemos estar constantemente animados e inflamados por los ideales elevados y las sublimes finalidades de la Orden, haciéndonos dignos paladines, obreros y mílites fieles en su pacífica y constructora batalla en pro del Progreso de la Libertad y del Bien de la humanidad.

Los trabajos masónicos deben tener por fin esencial encender esta llama de entusiasmo benéfico y constructor, que caracteriza al verdadero masón, por medio del conocimiento de los Ideales y finalidades de la Institución. Por esto es necesario que los trabajos se hagan con fidelidad y fervor verdaderamente religiosos. Aunque la Masonería no sea una religión, cuando menos en el sentido ordinario de la palabra, no debe por esto practicarse menos religiosamente. El Masón debe compenetrarse del carácter realmente sagrado de la Orden, y la primera condición para que esto pueda realizarse será una constante observancia religiosa del deber de puntual y asidua asistencia a las tenidas.

La eficiencia de la actividad masónica se hallará constantemente disminuida toda vez que sus miembros falten al deber de puntual asistencia hallándose en su lugar justamente a la hora en que se haya fijado abrir los trabajos; además, todos los miembros de un Taller deberían estar presentes desde la apertura hasta el término de los mismos, permitiéndose únicamente a los visitantes ingresar a la Logia después que los trabajos se hayan abierto, lo mismo que cubrir el Templo (si lo desean), antes del término ritual.

En toda actividad colectiva es, pues, necesaria, una disciplina a la que todos los que participan a la misma deben someterse, si no se quiere que sean estériles los esfuerzos y pobres los resultados. Esta disciplina es la que representa simbólicamente la regla, según la cual debe guiarse y proceder cada masón, y que aquí consiste en que todos estén presentes precisamente a la hora indicada, cumpliendo además cada cual fielmente con su particular deber, tarea o misión. Así los compañeros que componen una Logia serán realmente tales en la obra común de hacer siempre más efectiva y fecunda la actividad de la misma y de la Orden.

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