Franco Peregrino
I Parte
I Parte
Considerando en qué medida desde siempre vienen siendo puestos de relieve los méritos de la hermandad entre la mayor parte de las organizaciones iniciáticas, quizás no resulte ocioso dedicar al respecto algunas palabras a fin de tratar de establecer cuales son las razones que, más allá de cualquier apariencia, pueden hallarse en la raíz de este hecho. Ante todo, es necesario aclarar que hemos elegido enfocar la cuestión desde la óptica particular de las formas iniciáticas occidentales, de manera que la exposición puede resultar más accesible a la mayoría de los lectores, o incluso más o menos familiar a una parte de los mismos, lo cual no quiere decir que, allí donde lo consideremos necesario, no podamos recurrir a datos de fuente oriental, como en efecto haremos en más de una oportunidad, para así ilustrar mejor nuestra argumentación.
Por consiguiente, comenzaremos diciendo que, en lo que se refiere a la tradición francmasónica, es posible descubrir, más o menos velada dentro del conjunto de normas de los Antiguos Deberes, una indicación que resulta de capital importancia a los efectos de nuestra pesquisa: allí se afirma categóricamente que "el amor fraternal (constituye) la piedra fundamental y de bóveda, el cemento y la gloria de esta antigua Hermandad" 1.
Esta formulación, tan concisa y cabal, refleja notablemente la doctrina tradicional, bien que aplicada de manera especial al ámbito del arte de construir propio de la Masonería operativa. La terminología que allí se emplea posee un carácter específicamente técnico que, en el caso de los antiguos operativos, no podía menos que evocar de inmediato una serie de nociones ligadas con el ejercicio de la profesión, al mismo tiempo particularmente susceptibles, al menos para quienes estaban debidamente cualificados, de una transposición igualmente "técnica" al arte de la vida.
Ahora bien, es evidente que el alcance atribuido al amor fraternal cuando se lo equipara con la "piedra fundamental", no puede ser el mismo que éste asume cuando se lo asimila a la "piedra" o "clave de bóveda", mediando entre ambos casos toda la distancia que separa a la "efectividad" de la "virtualidad". En realidad, y desde un cierto punto de vista, tal discriminación no hace más que subrayar el interés primario que reviste el amor fraternal en esta vía, incitando a perseguir su desarrollo desde el mismo comienzo y a lo largo de todo el trayecto de la vía iniciática, dado que el francmasón está llamado a esforzarse por construir en sí mismo el espíritu de hermandad a fin de actualizar, en última instancia, la posibilidad de llegar a establecerse en la "perfecta unión". Además, no cabe duda alguna de que un entrenamiento mental y de comportamiento dirigido a privilegiar en todo momento el espíritu de hermandad por sobre los intereses egoístas, actúa como "cemento" o ligamento entre los componentes de la organización iniciática, consolidando la cohesión del vínculo fraterno en mayor o menor medida según sea el grado de madurez alcanzado en cada caso 2.
Se trata, en resumidas cuentas, de un proceso interior que no puede corresponder sino a una práctica metódica orientada hacia la realización iniciática. Con respecto a esto, conviene recordar que los Antiguos Deberes establecen una cierta regla de vida, a través de la cual se requiere, entre otras cosas, que "se eviten todas las contiendas y discordias, todas las murmuraciones y calumnias, no consintiendo la difamación de cualquier honesto hermano sino, por el contrario, defender su carácter y dedicarle los mejores oficios en la medida que lo consienta vuestro corazón y seguridad" 3.
Pero, más allá de las normas transmitidas por escrito en aquellos documentos que han llegado hasta nosotros y que hoy en día ya es posible consultar en diversas recopilaciones, los Antiguos Deberes contienen también una expresa referencia a "deberes" comunicables "por otros medios", lo que parece aludir a algo muy en consonancia con el carácter estrictamente "reservado" y personal que reviste un método de realización como el aquí indicado, del cual, a lo sumo, pueden aparecer exteriormente, cristalizadas en un escrito, sólo indicaciones genéricas y que, por lo tanto, pueden ser consideradas de algún modo como relativamente exotéricas.
Con el fin de ilustrar mejor este punto, y teniendo en cuenta que entre las formas iniciáticas orientales es posible hallar mayores y más detalladas especificaciones, será oportuno transcribir algunos pasajes extraídos de textos sufíes debidos a la autoridad tradicional de los Shuyukh Muhammad At-Tâdilî y Jâlal-ud-dîn Rûmî:
"Las cualidades propias del carácter del Sufí -dice el Sheikh at-Tâdilî- hacen que, ante la irritación, aquel le responda con la ecuanimidad... También lo llevan a perdonar a quien lo agravia, a esforzarse por reanudar las relaciones de amistad con aquel que las ha interrumpido, a complacer las solicitudes de quien ha rehusado satisfacer las suyas (...). La amistad obliga a la sinceridad entre iniciados, tanto exteriormente como en el propio fuero interior, de acuerdo con la máxima: 'Cuando os encontréis en compañía de los Sufíes, comportaos con sinceridad porque ellos son los testigos de los corazones. Debéis saber que los Sufíes entran y salen de vuestros corazones de una manera para vosotros imprevisible'. En efecto, tú eres el espejo de tus hermanos: ellos ven en este espejo todo cuanto se encuentra profundamente escondido... y hay un adagio que dice: 'Nadie disimula una cosa sin que ella se transparente en su semblante o en las palabras que se le escapan'... Más los Sufíes se hallan al abrigo de toda hipocresía, porque han revestido el manto de la pureza, y es justamente por ello que se llaman así (...)".
"La amistad implica la modestia (en las relaciones) entre hermanos, el control de los ímpetus propios del carácter de cada uno, la convicción de ser menos que los otros hermanos... Esta amistad lleva a ignorar los pasos en falso de los hermanos, a disimular sus defectos... a encontrarles todas las justificaciones posibles, poniendo en práctica la máxima sufí, que dice así: 'Encuentra setenta excusas para tu hermano, y cuando no fueras capaz de hacerlo, entonces vuélvete con sospecha hacia tu alma (nafs), y dile: ¡lo que ves en tu hermano es cuanto se halla escondido dentro de ti!'..." 4.
Este mismo concepto aparece, algo más desarrollado, en el texto de Rûmî:
"Si algo te choca en el proceder de tu hermano, debes saber que lo que te ha ofendido forma parte de aquellos defectos que te caracteriza... Líbrate, pues, de aquello que tanto te lastima: y no digas que no puedes hacerlo, porque la verdadera causa de ello eres tú mismo... Cualquier defecto: prepotencia, odio, celos, codicia, falta de piedad, orgullo, aun perteneciéndote te pasa desapercibido y no alcanzas a tomar conciencia del mismo, pero si bien éste se asoma en algún otro hete aquí que ello te turba y quedas herido 5".
"La amistad -continúa diciendo el Sheikh at-Tâdilî- requiere que nos informemos de las aflicciones de nuestros hermanos, que les brindemos nuestra ayuda, en la medida que nos sea posible, que vayamos a visitarlos a menudo para renovar nuestra alianza ('ahd) (...)".
"La nobleza de carácter es todo el Tasawwuf (la vía iniciática). Ella presupone la renuncia al deseo de mandar entre los hermanos, la renuncia a toda ostentación y a los honores. Un iniciado jamás deberá jactarse de superar a sus hermanos, ya fuere por la ciencia (ilm) como por el conocimiento (ma'arifa) o los estados espirituales (ahwâl), antes bien, mejor será que se dedique a reflexionar sobre la lentitud con la que va despejando las pasiones de su propia alma y con la que procede a la búsqueda de todo cuanto pueda contentar a sus hermanos (...)".
"En una palabra, el Sufí sigue la vía de la Unión. Todos y cada uno de sus alientos y su entera conducta apuntan a la amistad en la Unión. La Unión, en efecto, constituye el principio de la existencia y de todo cuanto se diferencia en los distintos mundos..." 6.
Estas pocas indicaciones, escogidas de un conjunto considerablemente más numeroso y específico, proveniente de una fuente que, en la práctica, resulta poco menos que inagotable debido a la necesidad de efectuar múltiples y siempre más sutiles adaptaciones a las indefinidas posibilidades individuales, pueden bastar para comprender que nos hallamos frente a un método que persigue la superación de aquellas barreras limitativas que determinan un "yo", por oposición a los "demás", a través del progresivo renunciamiento a la autonomía individual.
En la Masonería, al menos hasta cierto punto, las cosas no parecen estar de otro modo, si consideramos que el simbolismo francmasónico requiere que cada "piedra" sea desbastada, escuadrada y pulida, hasta eliminar todo defecto capaz de comprometer una correcta ensambladura, para así contribuir a la mayor solidez de la obra 7.
Por lo tanto, considerando que la unión fraternal conlleva en sí misma un método de realización, podemos plantear a grandes rasgos la idea de un "proceso de construcción de la hermandad", derivada de una actitud resuelta a impulsar paralelamente un "proceso de demolición" de aquella tendencia al individualismo, que es característica de la condición profana; no vemos otra alternativa y, al fin y al cabo, reputamos que ésta sea la única manera realista y positiva de enfrentar el problema, pues de lo contrario será prácticamente inevitable que todas las buenas intenciones acaben por naufragar -en el mejor de los casos- en la pura nada.
Naturalmente, en el "trabajo colectivo" podemos hallar una herramienta de índole "operativa", coadyuvante a esta finalidad, pero a condición de que sean respetados determinados presupuestos, entre los que debe incluirse, en primer lugar, una cuidada selección del medio ambiente colectivo 8. Además, no debe olvidarse que la actitud que puede considerarse propia del iniciado excluye toda pasividad del ánimo, y ello ya desde sus primeros pasos como aprendiz: atento al desarrollo del trabajo colectivo debe mantenerse prevenido y vigilante, a fin de aprovechar cada ocasión que se le presente para intentar descubrir sus propios defectos; es indudable que aquí reside la mayor dificultad, porque ello requiere de su parte que posea una firme intención y una gran sinceridad también consigo mismo; una vez discernida la imperfección, posteriormente todo se reduce a una cuestión de voluntad.
Acaso ahora puede que resulte más fácil entender por qué, en general, la actividad del iniciado debe volverse esencialmente hacia lo interior: en efecto, incluso cuando sean los hechos exteriores los que capten su atención, ello jamás obedecerá a una simple cuestión de curiosidad que pueda llevarlo a juzgar los asuntos ajenos, sino a la intención de servirse de aquellos como medio para obtener alguna indicación idónea a ser transferida al propio interior, en el marco de una actividad tendiente al pulimento de las propias asperezas, de los propios defectos. Reconcentrado en sí mismo, el masón se pone a prueba labrando la propia piedra, sabiendo muy bien que nadie jamás podrá, desde fuera, suplirlo en este esfuerzo, que es y permanece estrictamente personal.
Notas
1 "Antichi Doveri, Costituzioni e Regolamento del Grande Oriente d'Italia", pág. 13.
2 La analogía establecida en los Antiguos Deberes entre el amor fraternal y el "cemento" admite una interpretación más profunda que alude al Espíritu: en efecto, la manifestación toda entera se mantiene gracias a su "acción de presencia", mientras que su retraimiento conlleva, inevitablemente, que "la carne se separe de los huesos".
3 "Antichi Doveri, Costituzioni e Regolamento del Grande Oriente d'Italia", pág. 13.
4 Sheikh Muhammad at-Tâdilî, "La vita tradizionale è la sincerità", en la Rivista di Studi Tradizionali, nº 68-69.
5 Jâlal-ud-dîn Rûmî, "Il libro delle profondità interiori", VI, págs. 43-44.
6 Sheikh Muhammad at-Tâdilî, ídem.
7 Relativamente al aspecto purificador que comporta el método que debe conducir a la "unión fraternal" de los iniciados, nos viene a la memoria que Dante, en el Purgatorio de su "Divina Comedia", pone continuamente en boca de las "almas" el apelativo de "frate", es decir, hermano.
8 Considerando el caso particular de quienes sintiéndose atraídos por la obra de René Guénon, desean encaminar sus esfuerzos en la dirección allí formulada, no podemos dejar de proponer a la atención de los mismos algunas precisiones que transcribimos por extenso a partir de una indicación susceptible de ser puesta en práctica también por aquellos que, careciendo de todo vínculo iniciático, se hallan todavía en la delicada etapa de la "búsqueda".
"En cierto modo, es dable encontrar ya un aspecto de 'operatividad' en un trabajo de concentración y purificación mental que tome como base el estudio de las doctrinas tradicionales (siguiendo en especial la exposición llevada a cabo por René Guénon, particularmente adecuada para la mentalidad occidental): una 'operatividad' por cierto parcial, pero susceptible posteriormente de muy otros desarrollos (...).
Esto no significa que se deba desconocer o disminuir la real importancia de las barreras y de los obstáculos existentes, en especial de aquellos representados a la vez por la incomprensión y por la falsa comprensión (las cursivas son nuestras). Por otra parte, el mismo hecho de toparse de manera consciente con ellos representa una buena oportunidad para combatirlos, ya sea en sí mismos o en el propio medio circundante; y esto puede conllevar también, por cierto, un aspecto de 'operatividad' que cabe considerar con particular atención, por supuesto sin abrigar mayores ilusiones en lo que se refiere a los resultados exteriores, los cuales, en definitiva, no constituyen el objetivo hacia el cual haya de orientarse". (Giovanni Ponte, "Equivoci riguardanti tipi diversi de iniziazioni", en la Rivista di Studi Tradizionali, nº 51, págs. 145-147).
Tomado de: EL TALLER. Revista de Estudios Masónicos
Por consiguiente, comenzaremos diciendo que, en lo que se refiere a la tradición francmasónica, es posible descubrir, más o menos velada dentro del conjunto de normas de los Antiguos Deberes, una indicación que resulta de capital importancia a los efectos de nuestra pesquisa: allí se afirma categóricamente que "el amor fraternal (constituye) la piedra fundamental y de bóveda, el cemento y la gloria de esta antigua Hermandad" 1.
Esta formulación, tan concisa y cabal, refleja notablemente la doctrina tradicional, bien que aplicada de manera especial al ámbito del arte de construir propio de la Masonería operativa. La terminología que allí se emplea posee un carácter específicamente técnico que, en el caso de los antiguos operativos, no podía menos que evocar de inmediato una serie de nociones ligadas con el ejercicio de la profesión, al mismo tiempo particularmente susceptibles, al menos para quienes estaban debidamente cualificados, de una transposición igualmente "técnica" al arte de la vida.
Ahora bien, es evidente que el alcance atribuido al amor fraternal cuando se lo equipara con la "piedra fundamental", no puede ser el mismo que éste asume cuando se lo asimila a la "piedra" o "clave de bóveda", mediando entre ambos casos toda la distancia que separa a la "efectividad" de la "virtualidad". En realidad, y desde un cierto punto de vista, tal discriminación no hace más que subrayar el interés primario que reviste el amor fraternal en esta vía, incitando a perseguir su desarrollo desde el mismo comienzo y a lo largo de todo el trayecto de la vía iniciática, dado que el francmasón está llamado a esforzarse por construir en sí mismo el espíritu de hermandad a fin de actualizar, en última instancia, la posibilidad de llegar a establecerse en la "perfecta unión". Además, no cabe duda alguna de que un entrenamiento mental y de comportamiento dirigido a privilegiar en todo momento el espíritu de hermandad por sobre los intereses egoístas, actúa como "cemento" o ligamento entre los componentes de la organización iniciática, consolidando la cohesión del vínculo fraterno en mayor o menor medida según sea el grado de madurez alcanzado en cada caso 2.
Se trata, en resumidas cuentas, de un proceso interior que no puede corresponder sino a una práctica metódica orientada hacia la realización iniciática. Con respecto a esto, conviene recordar que los Antiguos Deberes establecen una cierta regla de vida, a través de la cual se requiere, entre otras cosas, que "se eviten todas las contiendas y discordias, todas las murmuraciones y calumnias, no consintiendo la difamación de cualquier honesto hermano sino, por el contrario, defender su carácter y dedicarle los mejores oficios en la medida que lo consienta vuestro corazón y seguridad" 3.
Pero, más allá de las normas transmitidas por escrito en aquellos documentos que han llegado hasta nosotros y que hoy en día ya es posible consultar en diversas recopilaciones, los Antiguos Deberes contienen también una expresa referencia a "deberes" comunicables "por otros medios", lo que parece aludir a algo muy en consonancia con el carácter estrictamente "reservado" y personal que reviste un método de realización como el aquí indicado, del cual, a lo sumo, pueden aparecer exteriormente, cristalizadas en un escrito, sólo indicaciones genéricas y que, por lo tanto, pueden ser consideradas de algún modo como relativamente exotéricas.
Con el fin de ilustrar mejor este punto, y teniendo en cuenta que entre las formas iniciáticas orientales es posible hallar mayores y más detalladas especificaciones, será oportuno transcribir algunos pasajes extraídos de textos sufíes debidos a la autoridad tradicional de los Shuyukh Muhammad At-Tâdilî y Jâlal-ud-dîn Rûmî:
"Las cualidades propias del carácter del Sufí -dice el Sheikh at-Tâdilî- hacen que, ante la irritación, aquel le responda con la ecuanimidad... También lo llevan a perdonar a quien lo agravia, a esforzarse por reanudar las relaciones de amistad con aquel que las ha interrumpido, a complacer las solicitudes de quien ha rehusado satisfacer las suyas (...). La amistad obliga a la sinceridad entre iniciados, tanto exteriormente como en el propio fuero interior, de acuerdo con la máxima: 'Cuando os encontréis en compañía de los Sufíes, comportaos con sinceridad porque ellos son los testigos de los corazones. Debéis saber que los Sufíes entran y salen de vuestros corazones de una manera para vosotros imprevisible'. En efecto, tú eres el espejo de tus hermanos: ellos ven en este espejo todo cuanto se encuentra profundamente escondido... y hay un adagio que dice: 'Nadie disimula una cosa sin que ella se transparente en su semblante o en las palabras que se le escapan'... Más los Sufíes se hallan al abrigo de toda hipocresía, porque han revestido el manto de la pureza, y es justamente por ello que se llaman así (...)".
"La amistad implica la modestia (en las relaciones) entre hermanos, el control de los ímpetus propios del carácter de cada uno, la convicción de ser menos que los otros hermanos... Esta amistad lleva a ignorar los pasos en falso de los hermanos, a disimular sus defectos... a encontrarles todas las justificaciones posibles, poniendo en práctica la máxima sufí, que dice así: 'Encuentra setenta excusas para tu hermano, y cuando no fueras capaz de hacerlo, entonces vuélvete con sospecha hacia tu alma (nafs), y dile: ¡lo que ves en tu hermano es cuanto se halla escondido dentro de ti!'..." 4.
Este mismo concepto aparece, algo más desarrollado, en el texto de Rûmî:
"Si algo te choca en el proceder de tu hermano, debes saber que lo que te ha ofendido forma parte de aquellos defectos que te caracteriza... Líbrate, pues, de aquello que tanto te lastima: y no digas que no puedes hacerlo, porque la verdadera causa de ello eres tú mismo... Cualquier defecto: prepotencia, odio, celos, codicia, falta de piedad, orgullo, aun perteneciéndote te pasa desapercibido y no alcanzas a tomar conciencia del mismo, pero si bien éste se asoma en algún otro hete aquí que ello te turba y quedas herido 5".
"La amistad -continúa diciendo el Sheikh at-Tâdilî- requiere que nos informemos de las aflicciones de nuestros hermanos, que les brindemos nuestra ayuda, en la medida que nos sea posible, que vayamos a visitarlos a menudo para renovar nuestra alianza ('ahd) (...)".
"La nobleza de carácter es todo el Tasawwuf (la vía iniciática). Ella presupone la renuncia al deseo de mandar entre los hermanos, la renuncia a toda ostentación y a los honores. Un iniciado jamás deberá jactarse de superar a sus hermanos, ya fuere por la ciencia (ilm) como por el conocimiento (ma'arifa) o los estados espirituales (ahwâl), antes bien, mejor será que se dedique a reflexionar sobre la lentitud con la que va despejando las pasiones de su propia alma y con la que procede a la búsqueda de todo cuanto pueda contentar a sus hermanos (...)".
"En una palabra, el Sufí sigue la vía de la Unión. Todos y cada uno de sus alientos y su entera conducta apuntan a la amistad en la Unión. La Unión, en efecto, constituye el principio de la existencia y de todo cuanto se diferencia en los distintos mundos..." 6.
Estas pocas indicaciones, escogidas de un conjunto considerablemente más numeroso y específico, proveniente de una fuente que, en la práctica, resulta poco menos que inagotable debido a la necesidad de efectuar múltiples y siempre más sutiles adaptaciones a las indefinidas posibilidades individuales, pueden bastar para comprender que nos hallamos frente a un método que persigue la superación de aquellas barreras limitativas que determinan un "yo", por oposición a los "demás", a través del progresivo renunciamiento a la autonomía individual.
En la Masonería, al menos hasta cierto punto, las cosas no parecen estar de otro modo, si consideramos que el simbolismo francmasónico requiere que cada "piedra" sea desbastada, escuadrada y pulida, hasta eliminar todo defecto capaz de comprometer una correcta ensambladura, para así contribuir a la mayor solidez de la obra 7.
Por lo tanto, considerando que la unión fraternal conlleva en sí misma un método de realización, podemos plantear a grandes rasgos la idea de un "proceso de construcción de la hermandad", derivada de una actitud resuelta a impulsar paralelamente un "proceso de demolición" de aquella tendencia al individualismo, que es característica de la condición profana; no vemos otra alternativa y, al fin y al cabo, reputamos que ésta sea la única manera realista y positiva de enfrentar el problema, pues de lo contrario será prácticamente inevitable que todas las buenas intenciones acaben por naufragar -en el mejor de los casos- en la pura nada.
Naturalmente, en el "trabajo colectivo" podemos hallar una herramienta de índole "operativa", coadyuvante a esta finalidad, pero a condición de que sean respetados determinados presupuestos, entre los que debe incluirse, en primer lugar, una cuidada selección del medio ambiente colectivo 8. Además, no debe olvidarse que la actitud que puede considerarse propia del iniciado excluye toda pasividad del ánimo, y ello ya desde sus primeros pasos como aprendiz: atento al desarrollo del trabajo colectivo debe mantenerse prevenido y vigilante, a fin de aprovechar cada ocasión que se le presente para intentar descubrir sus propios defectos; es indudable que aquí reside la mayor dificultad, porque ello requiere de su parte que posea una firme intención y una gran sinceridad también consigo mismo; una vez discernida la imperfección, posteriormente todo se reduce a una cuestión de voluntad.
Acaso ahora puede que resulte más fácil entender por qué, en general, la actividad del iniciado debe volverse esencialmente hacia lo interior: en efecto, incluso cuando sean los hechos exteriores los que capten su atención, ello jamás obedecerá a una simple cuestión de curiosidad que pueda llevarlo a juzgar los asuntos ajenos, sino a la intención de servirse de aquellos como medio para obtener alguna indicación idónea a ser transferida al propio interior, en el marco de una actividad tendiente al pulimento de las propias asperezas, de los propios defectos. Reconcentrado en sí mismo, el masón se pone a prueba labrando la propia piedra, sabiendo muy bien que nadie jamás podrá, desde fuera, suplirlo en este esfuerzo, que es y permanece estrictamente personal.
Notas
1 "Antichi Doveri, Costituzioni e Regolamento del Grande Oriente d'Italia", pág. 13.
2 La analogía establecida en los Antiguos Deberes entre el amor fraternal y el "cemento" admite una interpretación más profunda que alude al Espíritu: en efecto, la manifestación toda entera se mantiene gracias a su "acción de presencia", mientras que su retraimiento conlleva, inevitablemente, que "la carne se separe de los huesos".
3 "Antichi Doveri, Costituzioni e Regolamento del Grande Oriente d'Italia", pág. 13.
4 Sheikh Muhammad at-Tâdilî, "La vita tradizionale è la sincerità", en la Rivista di Studi Tradizionali, nº 68-69.
5 Jâlal-ud-dîn Rûmî, "Il libro delle profondità interiori", VI, págs. 43-44.
6 Sheikh Muhammad at-Tâdilî, ídem.
7 Relativamente al aspecto purificador que comporta el método que debe conducir a la "unión fraternal" de los iniciados, nos viene a la memoria que Dante, en el Purgatorio de su "Divina Comedia", pone continuamente en boca de las "almas" el apelativo de "frate", es decir, hermano.
8 Considerando el caso particular de quienes sintiéndose atraídos por la obra de René Guénon, desean encaminar sus esfuerzos en la dirección allí formulada, no podemos dejar de proponer a la atención de los mismos algunas precisiones que transcribimos por extenso a partir de una indicación susceptible de ser puesta en práctica también por aquellos que, careciendo de todo vínculo iniciático, se hallan todavía en la delicada etapa de la "búsqueda".
"En cierto modo, es dable encontrar ya un aspecto de 'operatividad' en un trabajo de concentración y purificación mental que tome como base el estudio de las doctrinas tradicionales (siguiendo en especial la exposición llevada a cabo por René Guénon, particularmente adecuada para la mentalidad occidental): una 'operatividad' por cierto parcial, pero susceptible posteriormente de muy otros desarrollos (...).
Esto no significa que se deba desconocer o disminuir la real importancia de las barreras y de los obstáculos existentes, en especial de aquellos representados a la vez por la incomprensión y por la falsa comprensión (las cursivas son nuestras). Por otra parte, el mismo hecho de toparse de manera consciente con ellos representa una buena oportunidad para combatirlos, ya sea en sí mismos o en el propio medio circundante; y esto puede conllevar también, por cierto, un aspecto de 'operatividad' que cabe considerar con particular atención, por supuesto sin abrigar mayores ilusiones en lo que se refiere a los resultados exteriores, los cuales, en definitiva, no constituyen el objetivo hacia el cual haya de orientarse". (Giovanni Ponte, "Equivoci riguardanti tipi diversi de iniziazioni", en la Rivista di Studi Tradizionali, nº 51, págs. 145-147).
Tomado de: EL TALLER. Revista de Estudios Masónicos
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