René Guénon
Si bien la distinción entre iniciación efectiva e iniciación virtual puede haber quedado ya suficientemente comprendida con la ayuda de las anteriores consideraciones [cap. XXIX: " 'Operativo y "Especulativo' "], esta es lo suficientemente importante como para que intentemos precisarla todavía un poco más; en primer lugar señalaremos que entre las condiciones de la iniciación que hemos enunciado al comienzo, la vinculación a una organización tradicional regular (presuponiendo naturalmente la cualificación) basta para la iniciación virtual, mientras que el trabajo interior que viene a continuación concierne propiamente a la iniciación efectiva, que es en suma, en todos sus grados, el desarrollo "en acto" de las posibilidades a las que la iniciación virtual da acceso. Esta iniciación virtual es pues la iniciación entendida en el sentido más estricto de la palabra , es decir, como una "entrada" o un "comienzo"; pero, entiéndase bien, esto no quiere decir que ella pueda ser tomada como algo suficiente en sí mismo, sino tan sólo como el punto de partida necesario para todo el resto; cuando se ha entrado en una vía, todavía es necesario esforzarse en seguirla, e incluso, si es posible, seguirla hasta el fin. En pocas palabras: entrar en la vía, es la iniciación virtual; seguir la vía, la iniciación efectiva; pero, desgraciadamente, en realidad, muchos se quedan en el umbral, no siempre porque sean incapaces de ir más lejos, sino también, y sobre todo en las condiciones actuales del mundo occidental, como consecuencia de la degeneración de ciertas organizaciones que, habiéndose convertido únicamente en "especulativas" como señalamos anteriormente, no pueden en consecuencia ayudarles de ninguna manera para el trabajo "operativo", aunque fuese en sus etapas más elementales, y no les proporcionan nada que pueda permitirles sospechar la existencia de una "realización" cualquiera. Con todo, en estas organizaciones se habla todavía, y a cada instante, de "trabajo" iniciático, o al menos de alguna cosa que se considera como tal; pero entonces se puede con toda legitimidad plantear la siguiente pregunta: ¿en qué sentido y en qué medida esto corresponde aún a alguna realidad?
Para responder a esta cuestión, recordaremos que la iniciación es esencialmente una transmisión, y añadiremos que esto puede entenderse en dos sentidos diferentes: por una parte, transmisión de una influencia espiritual, y, por otra, transmisión de una enseñanza tradicional. Es la transmisión de la influencia espiritual la que ha de considerarse en primer lugar, y no sólo porque ella deba lógicamente preceder a toda enseñanza, lo cual es bastante evidente desde el momento en que se ha comprendido la necesidad de la vinculación tradicional, sino también, y sobre todo, porque dicha influencia constituye esencialmente la iniciación en sentido estricto, aunque, si se tratara tan sólo de iniciación virtual, todo podría en suma limitarse a eso, sin que haya necesidad de añadirle posteriormente cualquier enseñanza. En efecto, la enseñanza iniciática, de la que tendremos que precisar a continuación su carácter particular, no puede ser otra cosa que una ayuda exterior aportada al trabajo interior de realización, con el fin de apoyarlo y guiarlo tanto como sea posible; esta es, en el fondo, su única razón de ser, y es en esto solamente en lo que puede consistir el lado exterior y colectivo de un verdadero "trabajo" iniciático, si se entiende realmente a éste en su significación legítima y normal.
Ahora bien, lo que vuelve la cuestión un poco más compleja, es que las dos formas de transmisión de las que estamos hablando, todo y siendo en efecto distintas en razón de la diferencia de su naturaleza misma, no pueden, sin embargo, estar enteramente separadas una de otra; y esto exije todavía algunas explicaciones, aunque de alguna manera ya hemos tratado este punto implícitamente cuando hablamos de las estrechas relaciones que unen al rito y al símbolo *. En efecto, los ritos son esencialmente, y ante todo, el vehículo de la influencia espiritual, que sin ellos no puede transmitirse de ninguna manera; pero, al mismo tiempo, y en la medida en que ellos tienen, en todos los elementos que los constituyen, un carácter simbólico, conllevan necesariamente también una enseñanza en sí mismos, puesto que, como hemos dicho, los símbolos son precisamente el único lenguaje que conviene realmente a la expresión de las verdades de orden iniciático. Inversamente, los símbolos son esencialmente un medio de enseñanza, y no sólo de enseñanza exterior, sino también de alguna cosa más, en tanto que ellos deben servir sobre todo de "soportes" para la meditación, que es en cualquier caso el comienzo de un trabajo interior; pero estos mismos símbolos, en tanto que elementos de los ritos y en virtud de su carácter "no-humano", son también los "soportes" de la influencia espiritual. Por otro lado, si se reflexiona en que el trabajo interior es ineficaz sin la acción o, si se prefiere, sin la colaboración de esta influencia espiritual, se entendería entonces por qué la meditación sobre los símbolos toma en sí misma, en ciertas condiciones, el carácter de un verdadero rito, y de un rito que, en esta ocasión, no sólo confiere la iniciación virtual, sino que permite alcanzar un grado más o menos avanzado de la iniciación efectiva.
Por el contrario, en lugar de servirse de los símbolos de esta manera, también puede uno limitarse a "especular" sobre ellos, sin proponerse nada más; no queremos decir con esto que sea ilegítimo explicar los símbolos, en la medida de lo posible, y de intentar desarrollar, con los comentarios apropiados, los diferentes sentidos que contienen (con la condición, por otra parte, de evitar cualquier "sistematización", que es incompatible con la esencia misma del simbolismo); lo que queremos decir es que esto no debería, en todo caso, ser tomado como una simple preparación a cualquier otra cosa, y es esto, justamente, lo que por definición misma escapa forzosamente al punto de vista "especulativo" como tal. Este no puede sino atenerse a un estudio exterior de los símbolos, que evidentemente en nada ayudaría a quienes desean pasar de la iniciación virtual a la iniciación efectiva; incluso ese punto de vista se detiene con bastante frecuencia en las significaciones más superficiales, pues, para ir más allá, es necesario previamente tener un grado de comprensión que, en verdad, supone algo muy distinto de la simple "erudición"; ésta necesitaría mucha fortuna para no perderse más o menos completamente en consideraciones "aparte", como por ejemplo cuando se quiere encontrar en los símbolos un pretexto para la "moralización", o extraer pretendidas aplicaciones sociales, incluso políticas, que ciertamente nada tienen de iniciático ni de tradicional. En este último caso, se ha franqueado ya el límite en que el "trabajo" de ciertas organizaciones cesa enteramente de ser iniciático, aunque fuese totalmente "especulativo", para caer pura y simplemente en el punto de vista profano. Naturalmente este límite es también el que separa la simple degeneración de la desviación, y no se hace difícil comprender el por qué la "especulación", tomada como un fin en sí misma, pasa de la una a la otra de una manera casi insensible.
Concluyendo: mientras que sólo se "especule", incluso manteniéndose en el punto de vista iniciático y sin desviarse de una u otra forma, se estará en cierto modo en un callejón sin salida, porque no se habrá sobrepasado la iniciación virtual; y, por otra parte, esta existiría incluso sin ninguna "especulación", pues es la consecuencia inmediata de la transmisión de la influencia espiritual. Como anteriormente decíamos, el efecto del rito por medio del cual se opera esta transmisión es "diferido" y permanece en estado latente y "envuelto", en tanto que no se pase de lo "especulativo" a lo "operativo"; es decir, que las consideraciones teóricas sólo tienen valor real, en tanto que trabajo propiamente iniciático, si están destinadas a preparar la "realización"; y, de hecho, esas consideraciones son una preparación necesaria, pero es esto precisamente lo que el punto de vista "especulativo" es incapaz de reconocer, y es por ello, en consecuencia, por lo que él no puede de ninguna manera
dar la consciencia a quienes limitan allí su horizonte.
Notas
* Capítulo XXX de Aperçus sur l'Initiation.
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