Por Emilio J. Corbière, O.·. E.·.
Trabajo presentado en el VII Congreso Nacional del Simbolismo, Villa Giardino, Córdoba, Rep. Argentina
El VII Congreso Nacional del Simbolismo teniendo en cuenta el Jubileo masónico y las tareas en el nuevo siglo recomienda 1) debatir en las logias sobre la política masónica y sobre el nuevo programa masónico que haga efectivo el nuevo humanismo de la libertad, la justicia social, la paz y la democracia real. 2) un mayor control en las iniciaciones y en la formación de los cuadros de la Hermandad. 3) teniendo en cuenta que la educación es la palanca de cambio se ratifica el laicismo y el librepensamiento. 4) la educación masónica deberá elevarse, teniéndose en cuenta la interrelación entre el hermetismo antiguo, las grandes corrientes filosóficas y culturales, la realidad de nuestro tiempo y el compromiso masónico con el hombre y la mujer situados. 5) Un material de estudio y debate lo constituyen los tres Manifiestos Humanistas del siglo XX.
La palabra humanismo ha quedado entre paréntesis en el siglo XX, siglo de grandes contrastes, de un gran desarrollo humano, científico y tecnológico, de avance de la ciencia médica y de la cultura pero también de tiranías, dictaduras, guerras mundiales, bombas atómicas, holocaustos, hambre, miseria, desocupación estructural, imperialismo, colonialismo, formas esclavistas residuales, racismos, totalitarismos varios y resurgimiento del oscurantismo religioso.
Sin embargo, el catastrofismo y el irracionalismo pesimista carecen de fundamentos reales porque con sus aciertos, con sus luces, con sus sombras, con todos sus límites, el hombre y la mujer han progresado. En los últimos dos milenios, no han existido hechos políticos, sociales o económicos, ni religiosos, más importantes que el descubrimiento y aplicación de la penicilina y los antibióticos. Fue descubierta por el masón Alexander Fleming en 1928, conjuntamente con los científicos Ernst Chain y Howard Florey y aplicada masivamente a partir de la Segunda Guerra Mundial. Por eso, no puede sostenerse seriamente que "todo tiempo pasado fue mejor".
Pero también es cierto que la humanidad actual está habida por encontrar el cauce de un nuevo humanismo. Existe una "angustia por el rumbo", como decía en los años veinte, el filósofo y masón Alejandro Korn. La francmasonería debe contribuir a dar una respuesta racional y filosófica a este desafío social, ético, político y cultural. "Ante los desafíos de la posmodernidad, la masonería no está en el mundo sólo para conservar el pasado, sino para construir el futuro", señaló el V Congreso Nacional del Simbolismo de la Masonería Argentina, en Tanti, Córdoba, el 8 de octubre de 1995.
Entonces, ¿qué quiere decir humanismo? ¿qué es el humanismo masónico? ¿es un término que tenga significado unívoco? Porque hoy, detrás de esa palabra, se ocultan también corrientes irracionalistas y partidarias de los integrismos autoritarios.
El término humanismo fue utilizado por primera vez, por lo menos que se conozca, en alemán, por el maestro y educador bávaro F. J. Niethammer, en 1808. También se utilizó, hacia 1784, el término humanístico. Para Niethammer "humanismo" era una tendencia a destacar la importancia del estudio de las lenguas y de los autores clásicos. Un criterio, por cierto, sumario.
Para otros, "humanismo" puede aplicarse al movimiento surgido en Italia hacia fines del siglo XIV y prontamente extendido a otros países durante los siglos XV y XVI. Otros hablan sobre una "filosofía del Renacimiento", opuesta a la escolástica. Probablemente no existe tal "filosofía renacentista" ya que si se estudia el pensamiento y la obra de diversos autores de la época, no existió entre ellos una tendencia común. Eso ocurre si comparamos las ideas de autores como Erasmo, Montaigne, Nicolás de Cusa, Marsilio Ficino, Giovanni Pico de la Mirándola, Valla, Ramus, entre otros.
El pensamiento renacentista se acercó a la idea de "la dignidad del hombre" (por lo menos del hombre educado liberalmente), pero no produjo el "descubrimiento del hombre como hombre" o como "individuo". Esto ocurrirá luego con la llegada de la Ilustración y el Iluminismo.
En el mundo moderno, "humanismo" ha querido decir muchas cosas. Así se denomina el movimiento del progresismo cristiano cuya cabeza fue Jacques Maritain o adoptó el término el existencialismo ateo de Jean Paul Sartre, desarrollado en su tesis "El existencialismo es un humanismo". Para Rodolfo Mondolfo el marxismo es un "humanismo realista", antes que una forma de materialismo mecanicista.
En el siglo XX, el humanismo laico de Corliss Lamont, defiende un humanismo naturalista y anti-idealista basado en las siguientes afirmaciones: anti-sobrenaturalismo; evolucionismo radical; inexistencia del alma; autosuficiencia del hombre y de la mujer; libertad de la voluntad; ética intrahumana; valor del arte y humanitarismo. Este movimiento se expresó a partir de 1935 a través del Humanist Manifesto, firmado por más de treinta intelectuales liberales, entre ellos Dewey. Este movimiento se renovó con el Humanist Manifesto II, suscripto a fines de siglo por el disidente soviético Andrei Sakharov, B. F. Skinner, Betty Friedan, Sidney Hook, Jaques Monod, Gunnard Myrdal y Corliss Lamont.
Característicos de estos dos movimientos, es la insistencia por la libertad individual y el régimen político democrático, además de una planificación económica y ecológica que no comprometan la libertades individuales, incluyendo el derecho al suicidio y al aborto, y la práctica de la eutanasia.
Es cierto que estructuralistas, fenomenólogos y otras tendencias han relativizado el concepto complejo de "humanismo". Son importantes en este sentido los aportes del pensador, tal vez, el más importante del último medio siglo. Me refiero al francés Michel Foucault, que conmocionó el pensamiento contemporáneo con obras como Vigilar y castigar. Pero lo que está claro es que la óptica "humanista" sirve para ver al hombre y a la mujer situados, de carne y hueso, con sus problemas culturales, sociales y sus metas teleológicas. Para la francmasonería, el humanismo no es una abstracción metafísica, ni un silogismo incomprensible. Constituye un esfuerzo intelectual y también de práctica social, concreta, que se basa en la solidaridad, la libertad y la justicia social.
La masonería no es un club, ni un reducto de intelectuales más o menos especulativos. El concepto de masonería en el siglo XXI hay que buscarlo no como tesis, sino como una perspectiva filosófica, una perspectiva que conduce siempre a perspectivas o totalidades abiertas. Esas perspectivas, sintetizadas en los símbolos masónicos, entendidos como escalas del entendimiento y de la comprensión, constituyen una enseñanza básica. Pero no hay enseñanza ni doctrina masónica posible sin práctica social masónica. Es totalmente falso, como decía hace varias décadas en Gran Maestre Carlos Conforti, durante su gestión en nuestra Orden entre 1911 y 1913, que no exista una política masónica. Algunos confunden política agonal de partidos o de capillas religiosas, con la política en el sentido arquitectónico que concebía Aristóteles.
Es en ese sentido que se deberá articular la propuesta política de la masonería simbólica, de cara a la sociedad y sin descuidar su sentido educativo personal e iniciático. No se puede hablar seriamente de humanismo masónico si no se establece una política masónica. En este sentido, deben tenerse en cuenta, actualizados, los tres puntos que Conforti sostuvo hace casi un siglo, para una renovación del ideario masónico. a) Autocrítica por las desagregaciones de la Gran Logia. b) Debate sobre la política masónica y sobre el nuevo programa masónico. c) Mayor control en las iniciaciones y formación de los cuadros masónicos.
Por todo esto la masonería no es un diletantismo. Para que no lo sea, rescatando su pasado de creación, dejando de lado los inmovilismos y las ideologías anacrónicas y reaccionarias, es necesario que el debate abra los caminos para una masonería argentina fuerte, de cuadros, descentralizada en lo operativo y centralizada en su dirección doctrinario-política; realmente solidaria y dispuesta a trabajar por el bien común, por el progreso, el librepensamiento, la justicia social económica, contra el oscurantismo religioso y todas las formas de totalitarismos, políticos, económicos o culturales. Una masonería que, en su Jubileo, afirme los valores de su Tradición o filosofía perenne y que se coloque a la cabeza de la nueva Revolución que transforme el mundo actual para el bien de todos.
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