OSWALD WIRTH
Ninguna reforma sería más urgente que aquella que se refiere a la palabras sagradas de los dos primeros grados. Es absurdo que de una Obediencia a la otra, una misma palabra sirva algunas veces para los Aprendices y otras veces para los Compañeros. Por el interés del prestigio de la Masonería a los ojos de sus propios adeptos, será necesario examinar quién está errado o en la razón, para hacer desaparecer un indicio molesto de incongruencia y de desinteligencia.
Históricamente la divergencia se remonta a mediados del siglo XVIII y a la rivalidad de dos Grandes Logias que se excomulgaban recíprocamente en Inglaterra (Libro del Aprendiz). Cada una de ellas tenía su sistema y según que los fundadores de las Logias provenían de una Gran Logia o de otra, acreditaban en los diversos países ritos masónicos contradictorios. En Francia, ningún ritual del siglo XVIII conoce lo que se llamó después la intervención escocesa, (Las innovaciones llamadas “escocesas” no tocaban primitivamente a los grados simbólicos: los “escoceses” se contentaron al principio en superponer a la Maestría grados superiores, pretendidos “escoceses”, cuando ellos eran de invención puramente francesa). J∴ era entonces incuestionablemente la palabra de los Aprendices y B∴ la de los Compañeros; la marcha se ejecutaba, por otra parte, con el pie derecho y no con el izquierdo.
Ninguna razón buena o mala, ha sido dada hasta aquí, en favor del pie izquierdo. En cuanto a la marcha con el pie derecho, se justifica por el hecho que el derecho simboliza la actividad, la iniciativa y el razonamiento; mientras que la pasividad, la obediencia y el sentimiento se relacionan al izquierdo. Es, pues, el pie derecho el que lógicamente debe llevarse adelante, apoyado por el izquierdo, cuyo papel es el de seguir.
La cuestión es más compleja en lo que concierne a J∴ y B∴. Nadie niega, es cierto, el verdadero valor simbólico de las dos palabras. Masculino-activo, J∴ corresponde al Fuego, al Azufre de los Alquimistas, al principio de la iniciativa interior o individual, por lo tanto, es precisamente su energía interna, su Fuego o su Azufre que el Aprendiz debe utilizar en su trabajo para vencer los Elementos y llegar a ver la Luz iniciática. J∴ parece, pues, ser la palabra sagrada que le conviene.
Recalquemos, desde luego, que se le pide al Aprendiz ser “activo”, no exteriormente, pero si “interiormente”. No debe comportarse como un alumno dócil que escucha y asimila una enseñanza que sus maestros se esfuerzan o se apresuran en inculcarle. La Franc-Masonería abandona este procedimiento a las iglesias y a las escuelas profanas. Su papel no es el de formar creyentes o adocenados, si no pensadores estrictamente independientes, y no puede hacerlo, si no estimulando la iniciativa individual
(Azufre ).
También permanece sistemáticamente silenciosa delante del Recipiendario, lo interroga, obligándolo a reflexionar, y para instruirlo, le muestra los símbolos, cuyas significaciones no le son más que ligeramente indicadas, pues el individuo no se inicia sino esforzándose por sí mismo en atravesar la noche del misterio. En suma, el programa del grado de aprendiz coincide con el desenvolvimiento de la energía viril en el doble dominio de la razón y de la voluntad. El Aprendiz toma posesión de sí mismo por el hecho de que triunfa de todos los transportes irreflexivos. Es un sabio bien equilibrado que no hace sino lo que desea inspirándose en una razón lúcida y calmada.
Parece, a primera vista, que no pudiera pedir nada más allá de semejante sabiduría y, sin embargo, ¿Qué sería del mundo si fuera compuesto sólo de semejante filósofo?. Erasmo, nos ha dejado un “Elogio de la Locura” que demuestra admirablemente la insuficiencia de la sola iniciación masculina o racional. Lo que hay en nosotros de mejor y de más noble, es precisamente, lo que no es razonado. Sólo los ímpetus del corazón nos llevan a la abnegación, al heroísmo. Todo lo que es verdaderamente grande, es el fruto del ensueño, de la imaginación, de una locura sublime y de un olvido de sí.
Además todas estas cosas se refieren a la Iniciación femenina o jónica, que cultiva las facultades imaginativas y el sentimiento, de aquí B∴, palabra sagrada de los Compañeros.
Estos, en efecto, no deben contentarse con permanecer en posesión de ellos mismos y de practicar así una sabiduría egoísta, insuficientemente eficaz. Están llamados a desarrollar una actividad más grande que aquella de los Aprendices que, no son activos sino interiormente, en otros términos, sobre ellos mismos, puesto que deben trabajar en su propia transformación de Piedra bruta en Piedra cúbica.
Pero, la inactividad exterior del Compañero, se agotaría rápidamente si no se sabe renovar sus fuerzas, convirtiéndola en receptiva o pasiva, a fin de beneficiarse del reconfortamiento prometido a aquellos que se acercan a la Columna B∴, cuyo nombre significa “Contigo a la Fuerza”.
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