Queremos hacer énfasis en el tema de los tres primeros grados, denominados simbólicos o de San Juan, y llamar la atención acerca de la trascendental importancia del simbolismo, que constituye los fundamentos de nuestra Orden, el legado que hemos recibido de nuestros antecesores y que sigue siendo la mejor manera de transmitir nuestro pensamiento y el más firme soporte en el que se basa nuestra unión.
Esto no quiere decir que lo consideremos como un fin en sí mismo. El simbolismo es la representación visible de una idea o una fuerza que detrás de él se oculta. Es el instrumento a través del cual las ideas llegan a manifestarse, y a la vez el más apropiado vehículo, que si conducimos adecuadamente, nos llevará precisamente a la comprensión y a la identidad con la energía que detrás de él se oculta. Vela su contenido a quienes no están capacitados para ver; pero lo revela a los que están dispuestos a ver más allá de las simples apariencias y a desentrañar el profundo secreto o misterio oculto en su significado. Pero por eso mismo se nos dice que el simbolismo es un medio y no una finalidad.
Sin embargo, la Masonería siempre supo que ese medio es el más ajustado a la naturaleza humana, cuando se trata de transmitir y preservar las ideas más elevadas y sutiles. Por eso siempre lo ha utilizado y ha inculcado en los verdaderos masones el deber de meditar constantemente en el profundo sentido que encierran nuestros templos, ritos e instrumentos de trabajo.
Se nos ha enseñado que todo lo que se manifiesta en el cielo y en la tierra son símbolos diseñados por el Arquitecto para que conozcamos sus planos y sus leyes y nos identifiquemos con su armonía. Se dice que el Cosmos entero es el símbolo de un ser invisible que en él se oculta; y que nuestros templos, construidos de acuerdo al modelo del Universo, nos permiten conocerlo e identificarnos con él. También se nos muestra que el hombre es un templo; un pequeño universo que contiene dentro de sí todas las posibilidades del Ser; un microcosmos creado a imagen y semejanza del macrocosmos, y que como éste es el símbolo del espíritu invisible que está en todo y que no es otra cosa que la esencia y la suprema identidad. Existe por lo tanto una clara relación analógica Hombre-Templo-Universo, y es por eso que conociendo la significación de nuestras logias, realizando en forma perfecta nuestros ritos de tal manera que vivifiquemos los mitos y los arquetipos visibles en la figura solar del Venerable Maestro y en el simbolismo planetario de los dignatarios, y tratando de interpretar los misterios y secretos de la cosmogonía, estaremos practicando el arte supremo de conocernos a nosotros mismos; el Arte Real que nos permitirá sumarnos a la Gran Obra y realizar la construcción interna y externa que permitirá el restablecimiento de la unidad, la paz y la armonía.
Decimos esto para pedir a los Queridos Hermanos que tomemos conciencia de la necesidad de preservar nuestro simbolismo y conservar así la pureza de nuestra tradición y nuestros ritos. Es esto lo que ha distinguido a nuestra Orden desde sus orígenes y lo que ha hecho posible que no desaparezca y no pierda su universalidad.
¿Os imagináis qué sería de la Masonería si no hubiera existido el poder unificador del simbolismo? Algunas logias gremiales quizá se habrían convertido en modernos sindicatos obreros; otras serían ya organizaciones empresariales, sectas religiosas o partidos políticos; y no faltarían las que hubieran devenido en meros clubes sociales. Es decir, nuestra venerable institución habría desaparecido como tal perdiéndose en la multiplicidad de lo profano.
Siendo uno de nuestros principios la libertad de pensamiento, es lógico que encontremos divergencias entre los puntos de vista filosóficos, religiosos o políticos de los distintos HH.; pero nos encontramos unidos gracias a los símbolos y ritos que nos caracterizan, nos enseñan y nos alimentan con ese influjo espiritual que es el que ha hecho posible que los iniciados de todos los tiempos escriban las páginas más brillantes y trascendentales de la historia. Sabemos que hay muchas variadas corrientes de pensamiento dentro de las logias; pero no deberíamos hacer énfasis en los aspectos que nos dividen, sino fortalecer e incrementar aquellos que nos unen.
Ese inmenso influjo, que cada uno de nosotros ha recibido por la iniciación, debe ser dirigido hacia la obtención del orden interno que se reflejará en el mundo que nos rodea. Nuestro simbolismo no es sólo teórico y especulativo, aspecto que no estamos por cierto desdeñando, sino que fundamentalmente es práctico y operativo. El símbolo actúa en el interior de la conciencia de los que se abren a él, produciendo el orden y la comprensión; y los masones también debemos actuar, guiados por esos signos misteriosos, que son nada más ni nada menos que los planos del Gran Arquitecto, que habrán de orientarnos constantemente durante todo el proceso de nuestra construcción interna, sirviéndonos también de apoyo firme en todas las acciones externas que debamos emprender al poner nuestra ciencia al servicio de la humanidad.
Nota
* Extraído del cap. III del libro Símbolo, Rito, Iniciación. La Cosmogonía Masónica, de Siete Maestros Masones.
EL TALLER: Revista de Estudios Masónicos
Esto no quiere decir que lo consideremos como un fin en sí mismo. El simbolismo es la representación visible de una idea o una fuerza que detrás de él se oculta. Es el instrumento a través del cual las ideas llegan a manifestarse, y a la vez el más apropiado vehículo, que si conducimos adecuadamente, nos llevará precisamente a la comprensión y a la identidad con la energía que detrás de él se oculta. Vela su contenido a quienes no están capacitados para ver; pero lo revela a los que están dispuestos a ver más allá de las simples apariencias y a desentrañar el profundo secreto o misterio oculto en su significado. Pero por eso mismo se nos dice que el simbolismo es un medio y no una finalidad.
Sin embargo, la Masonería siempre supo que ese medio es el más ajustado a la naturaleza humana, cuando se trata de transmitir y preservar las ideas más elevadas y sutiles. Por eso siempre lo ha utilizado y ha inculcado en los verdaderos masones el deber de meditar constantemente en el profundo sentido que encierran nuestros templos, ritos e instrumentos de trabajo.
Se nos ha enseñado que todo lo que se manifiesta en el cielo y en la tierra son símbolos diseñados por el Arquitecto para que conozcamos sus planos y sus leyes y nos identifiquemos con su armonía. Se dice que el Cosmos entero es el símbolo de un ser invisible que en él se oculta; y que nuestros templos, construidos de acuerdo al modelo del Universo, nos permiten conocerlo e identificarnos con él. También se nos muestra que el hombre es un templo; un pequeño universo que contiene dentro de sí todas las posibilidades del Ser; un microcosmos creado a imagen y semejanza del macrocosmos, y que como éste es el símbolo del espíritu invisible que está en todo y que no es otra cosa que la esencia y la suprema identidad. Existe por lo tanto una clara relación analógica Hombre-Templo-Universo, y es por eso que conociendo la significación de nuestras logias, realizando en forma perfecta nuestros ritos de tal manera que vivifiquemos los mitos y los arquetipos visibles en la figura solar del Venerable Maestro y en el simbolismo planetario de los dignatarios, y tratando de interpretar los misterios y secretos de la cosmogonía, estaremos practicando el arte supremo de conocernos a nosotros mismos; el Arte Real que nos permitirá sumarnos a la Gran Obra y realizar la construcción interna y externa que permitirá el restablecimiento de la unidad, la paz y la armonía.
Decimos esto para pedir a los Queridos Hermanos que tomemos conciencia de la necesidad de preservar nuestro simbolismo y conservar así la pureza de nuestra tradición y nuestros ritos. Es esto lo que ha distinguido a nuestra Orden desde sus orígenes y lo que ha hecho posible que no desaparezca y no pierda su universalidad.
¿Os imagináis qué sería de la Masonería si no hubiera existido el poder unificador del simbolismo? Algunas logias gremiales quizá se habrían convertido en modernos sindicatos obreros; otras serían ya organizaciones empresariales, sectas religiosas o partidos políticos; y no faltarían las que hubieran devenido en meros clubes sociales. Es decir, nuestra venerable institución habría desaparecido como tal perdiéndose en la multiplicidad de lo profano.
Siendo uno de nuestros principios la libertad de pensamiento, es lógico que encontremos divergencias entre los puntos de vista filosóficos, religiosos o políticos de los distintos HH.; pero nos encontramos unidos gracias a los símbolos y ritos que nos caracterizan, nos enseñan y nos alimentan con ese influjo espiritual que es el que ha hecho posible que los iniciados de todos los tiempos escriban las páginas más brillantes y trascendentales de la historia. Sabemos que hay muchas variadas corrientes de pensamiento dentro de las logias; pero no deberíamos hacer énfasis en los aspectos que nos dividen, sino fortalecer e incrementar aquellos que nos unen.
Ese inmenso influjo, que cada uno de nosotros ha recibido por la iniciación, debe ser dirigido hacia la obtención del orden interno que se reflejará en el mundo que nos rodea. Nuestro simbolismo no es sólo teórico y especulativo, aspecto que no estamos por cierto desdeñando, sino que fundamentalmente es práctico y operativo. El símbolo actúa en el interior de la conciencia de los que se abren a él, produciendo el orden y la comprensión; y los masones también debemos actuar, guiados por esos signos misteriosos, que son nada más ni nada menos que los planos del Gran Arquitecto, que habrán de orientarnos constantemente durante todo el proceso de nuestra construcción interna, sirviéndonos también de apoyo firme en todas las acciones externas que debamos emprender al poner nuestra ciencia al servicio de la humanidad.
Nota
* Extraído del cap. III del libro Símbolo, Rito, Iniciación. La Cosmogonía Masónica, de Siete Maestros Masones.
EL TALLER: Revista de Estudios Masónicos
No hay comentarios:
Publicar un comentario