LOS MITOS

Libro: La Masoneria
Autor: Amando Hurtado

Dentro de la simbología masónica, ocupa un puesto preferente el “mito”. Los mitos son narraciones o cuentos que sintetizan -describiendo hechos y escenas convencionales- experiencias humanas complejas que apuntan los grandes principios a los que hemos aludido. El mito platónico de la caverna, el de Sísifo, el de Osiris, etc., actualizan valores humanos esenciales, con independencia de la existencia o acontecimiento, en un tiempo real, de los hechos narrados. Los mitos utilizados en el método iniciático masónico no representan verdades únicas, ni dogmas, sino que están deliberadamente destinados a ser temas de reflexión y especulación filosóficas estimuladoras del desarrollo intuitivo, lo mismo que los restantes símbolos.
Así, en la mitología romana, las fiestas saturnales (carnaval) constituían un momento de cambio o trastrocamiento del orden establecido. Los siervos mandaban a los señores durante unos días, porque Saturno, según el mito, habría destronado a Urano, su padre, antes de ser él mismo destronado por Júpiter/Zeus, dislocando o rompiendo el orden habitual. Este mito, como todos los mitos, contiene descripciones que, a través de analogías sucesivas razonadas, nos conducen hacia ideas afines, tan variadas como la propia riqueza interior personal sea capaz de albergar o recrear. Eso es el simbolismo.
Para los alquimistas, que fueron el brazo activo o constructor, dentro de la escuela de pensamiento hermético, Saturno representaba la materia disuelta, o bien el vitriolo azoico, capaz de separar los metales. Partiendo de esa disolución o separación de elementos, comenzaría la fase de recombinación o reconstrucción. Saturno vendría simbolizar, en ese contexto, el final de algo y el comienzo de una fase nueva.
En astrología, Saturno representa la serie de experiencias de separación que se producen a lo largo de la vida del hombre, pasando por la concatenación de sacrificios que ello conlleva. Por eso se le considera un signo más bien nefasto. Pero su lado bueno estaría en la capacidad de renuncia liberadora de la animalidad y de las pasiones que su presencia implica para los astrólogos.
El mito viene definido como una “noción o una creencia considerados valiosos por una comunidad y transmitidos por ésta”. Los mitos simbolizan otras tantas funciones del psiquismo humano. El mito de la “Luz”, por ejemplo, tiene su raíz en el temor y el rechazo de la oscuridad, común a la generalidad de los seres humanos. Los “hijos de la Luz” que, con diversos nombres, nos presentan la mayor parte de las leyendas tradicionales, son figuras míticas que representan nuestro deseo de victoria en la lucha contra el miedo, la ignorancia y la muerte. La ejemplaridad de los mitos invita a la emulación, pero, sin sometimiento a una disciplina metódica personal, carecen de valor iniciático. En otras palabras la fe ha de hacernos adquirir la capacidad de obrar “reflejamente”
Veremos, más adelante, que cada grado de la iniciación masónica, a partir del 3° inclusive, y sea cual sea el número de grados o etapas complementarias que caractericen a cada sistema de los diversos existentes, basa la elaboración y desarrollo de sus reflexiones en un mito o leyenda. Quienes no comprenden el simbolismo masónico suelen confundir los títulos de las leyendas iniciáticas con pretendidos títulos personales, con los que se “adornarían” los maestros masones fatuamente. No existe ningún masón real que piense así. Un masón del Rito Escocés Antiguo y Aceptado no se considera a sí mismo “Gran Maestre Arquitecto”, “Sublime y Perfecto Masón” o “Príncipe de Jerusalén”, fuera del contexto ritual del grado trabajado, en el que tales son los títulos de las ejemplificaciones propuestas, simbolizando otras tantas etapas de su proceso iniciático. Es importante retener este dato.
La construcción del Templo de Salomón fue un hecho histórico, narrado en la Biblia y utilizado como referencia por los constructores sagrados medievales, que la Masonería simbólica recogió para situar en torno a él la fábula de Hiram Abif, su propio mito fundamental. Ésta, tal como la conocemos los masones simbólicos, no aparecía en los Old Charges (Antiguos
Deberes) medievales, pero sí otras leyendas, como la de Noé y sus hijos, que incluían elementos comunes con la leyenda de Hiram.
Hemos señalado ya que la relación simbólica Hombre-Templo-Universo constituye el soporte de reflexiones a partir de las cuales el obrero masón se forma, “trabajando l piedra y aprendiendo a conocerse a sí mismo” en ese proceso. El obrador masón es, él mismo, un ejemplo de construcción, y la sociedad humana es el gran Templo a cuya construcción y perfeccionamiento deben y pueden contribuir los hombres que previamente busquen su propia perfección. Tal es el principio rector del método iniciático masónico y el mito de Hiram lo subraya, poniendo de relieve que la muerte no paraliza e proceso de construcción del Templo.
La fábula, cuya paternidad histórica no está aclarada, aunque su primera versión conocida es la que publicó Samuel Pritchard en 17308, toma como protagonista a Hiram Abif (O Maestro Hiram), personaje mencionado en los libros bíblicos de las Crónicas y de los Reyes9 como artífice extremadamente experto en el trabajo de los metales y en obras de ornamentación. El Maestro Hiram histórico, de madre hebrea, había sido enviado a Jerusalén por el rey de Tiro (también llamado Hiram) para que ayudara al rey Salomón en la construcción del primer Templo. A partir de estos escasos datos, surgió en la Masonería de principios del siglo XVIII este mito, creado para ritualizar el proceso simbólico de muerte y resurrección que caracteriza a todas las escuelas iniciáticas y que parte de la muerte del “viejo hombre”, que ha de dar vida al “hombre nuevo” o imbuido de nuevo espíritu:
Hiram, el Maestro conocedor de la Palabra magistral o clave de la construcción, muere a manos de unos malos colaboradores, antes de ver concluida la obra. La ignorancia, el fanatismo y la codicia de tres malos compañeros de trabajo, dependientes de él, les hacen desear ser tratados como maestros antes de estar capacitados para ejercer el oficio a ese nivel. Por ello, exigen de Hiram la revelación de la contraseña o palabra de maestro constructor que les permitirá identificarse como tales y recibir su salario en el lugar y hora señalados, a tal efecto, para los obreros de ese grado. Al negarse Hiram a actuar en contra de su conciencia, cada uno de los infames le asesta sendos golpes, acabando con la vida del Maestro. Después, entierran su cadáver en un lugar alejado del Templo en construcción. Pero los demás compañeros, al notar la ausencia de Hiram, comunican el hecho a salomón, rey patrocinador de la construcción. Éste dispone la búsqueda del Maestro y el castigo de sus asesinos.
La narración prosigue, detallando cómo fue descubierto el cadáver de Hiram y cuál fue la actitud de los preocupados compañeros que lo hallaron.
La reflexión sobre este mito permite extraer enseñanzas inmediatas que conducen a otras, de carácter iniciático: cada compañero recibido como nuevo maestro ha de ser un obrero que haya “muerto” para el mundo de las “apariencias”, en el que reinan la ignorancia, el fanatismo y l codicia, para “renacer” imbuido del espíritu de trabajo y de las cualidades morales que caracterizaron al mítico Maestro Hiram. Sólo en esas condiciones será posible llevar a término la Obra. Ello conduce al planteamiento personal de todo un programa de trabajo, que es la temática del tercer grado masónico o grado de Maestro.
Todo maestro Masón simbólico reencarna la figura de Hiram Abif, esforzándose por recuperar la Palabra perdida, necesaria para conocer la estructura universal. Para ello, usa los instrumentos de trabajo del Aprendiz, los del Compañero y, a partir de su nuevo compromiso consigo mismo, el Compás
del Maestro, con el que ha de aprender a ajustar y trasladar las medidas de acciones y pensamientos al plano metafísico. Los maestros forman una cadena fraternal de transmisión a través del tiempo, para que la Obra prosiga, con el apoyo permanentemente presente de cuantos participan y participaron en la Construcción. Ése es el espíritu de la Tradición.
Recordemos, en fin, que la filosofía hermética y la experiencia alquímica, derivada de ella, marcan también sus surcos en la metodología iniciática masónica, resumidos en la sigla V.I.T.R.I.O.L. (Visita interiora térrea rectificando que advenies ocultum lapidem). “Visita el interior de la tierra y, rectificando, encontrarás la piedra oculta”, transcribe la idea del perfeccionamiento. A partir del autoanalizas y de la rectificación, como vía para el encuentro de los esencial universal que se halla inscrito en cada hombre, puesto que lo de arriba es como lo de abajo, tal como señalara la enseñanza del legendario Hermes Trimegisto.

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