GIORDANO BRUNO A SUS VERDUGOS

Decid: ¿Cuál fue mi crimen? ¿Lo sospecháis siquiera?
¡Y me acusáis sabiendo que nunca delinquí!
Quemadme, que mañana donde encendéis la hoguera,
Levantará una estatua la historia para mí.
Ya se que me condena vuestra demencia suma ¿por qué?
Porque las luces busqué de la verdad;
No en vuestra falsa ciencia que al pensamiento abruma,
Con dogmas y mitos robados a otra edad,
Sino en el libro eterno del Universo mundo
Que encierra entre sus folios de inmensa duración,
Los gérmenes benditos de un porvenir fecundo,
Basado en la Justicia, fundado en la Razón.
Y bien sabéis que el hombre, si busca en su conciencia
La causa de las causas, el último por qué,
Ha de trocar muy pronto, la Biblia por la Ciencia;
Los templos por la ecuela; por la razón, la fe.
Yo se que esto os asusta, como os asusta todo
Lo grande; y que quisiérais poderme desmentir,
Mas aún vuestras conciencias hundidas en el lodo
De un servilismo que hace de lástima gemir…
Aún ellas, en el fondo, bien saben que la idea
Es intangible, eterna, divina, inmaterial,
Que no es ella ni el Dios, ni la religión vuestra
Sino la que formó en sus cambios la historia universal
Que es ella la que saca la vida del osario;
La que convierte al hombre de polvo en creador,
La que escribió con sangre la escena del Calvario
Después de haber escrito con luz la del Tabor.
Mas sóis siempre los mismos, los viejos fariseos;
Los que oran y se postran donde los pueden ver,
Fingiendo fe, sóis falsos; llamando a Dios, ateos;
Chacales que un cadáver buscáis para roer!...
¿Qué es vuestra doctrina? Tejido de patrañas;
Vuestra ortodoxia, embuste; vuestro patriarca, un rey
Leyenda vuestra historia, fantástica y extraña,
Vuestra razón, la fuerza; y el oro, vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles,
Tenéis sus bacanales, su pérfida maldad;
Con ellas sóis farsantes, hipócritas y viles,
Queréis como quisieron, matar a la verdad.
Mas… ¡vano vuestro empeño!... Si en esto vence alguno…
Soy yo, porque la Historia dirá en el porvenir,
“¡respeto a los que mueren como muriera Bruno!”
Y en cambio vuestros nombres, ¿quién los podrá decir?
¡Ah! Prefiero mil veces mi suerte a vuestra suerte,
Morir como yo muero, no es una muerte, no,
Cual mueren los que marchan del porvenir en pos,
Decidle que a la muerte me entrego como a un sueño
Porque es la muerte un sueño, que nos conduce a Dios
Mas no a ese Dios siniestro con vicios y pasiones
Que al hombre da la vida y al par su maldición,
Sino a ese Dios-Idea que en mil evoluciones
Da a la materia forma, y vida a la creación.
No al Dios de la conciencia, al Dios que vive en mí.
Al Dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento
Al Dios de las bondades, no al Dios de iras sin fin.
Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
Con hambre… no pudieron mi vida quebrantar.
Que niegue Pedro a Cristo!. Que a mí antes del martirio,
De la verdad que sepa, no me haréis apartar.
¡Mas basta! ¡Ya os aguardo! Dad fin a vuestra obra.
¡Cobardes! ¿Qué os detiene? ¿Teméis el porvenir?...
¿Temblais?... Es porque os falta la fe que a mí me sobra.
Miradme, yo no tiemblo… ¡Y soy quien va a morir!
F. DAVILA M. M.

1 comentario:

  1. Un poema que encierra todo el misticimo de aquel que logra la iluminación. Muy profundo y lleno de simbolismo.

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